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Santidad del alma – Parte V

Estudios Biblicos… Predicas Cristianas

La voluntad

La voluntad es la facultad y la capacidad de decisión para determinar una acción. Debemos tomar en cuenta que el hombre está en posesión de una voluntad libre. Esto significa que es soberano y tiene una voluntad soberana: no puede forzársele a hacer lo que él desaprueba e imponerle algo a lo que se opone.

La voluntad libre significa que el hombre puede escoger lo que quiera, no es un juguete mecánico que otros hacen funcionar. Es responsable de todas sus acciones.

La voluntad controla desde lo profundo del ser todas las cosas del interior y exterior de él, no es gobernado automáticamente por una fuerza exterior, sino que alberga un principio dentro del cual se determinan sus actos.

Éste era el estado del hombre cuando fue creado por Dios. El hombre que formó el Creador, no era algo mecánico, Dios lo hizo un ente moral libre, con facultad de elegir y decidir; podemos recordar que Dios le dijo al hombre:

de todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás: porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. (Génesis. 2:16.17)

De la forma que Dios se lo ordenó fue libre, respetando el albedrío del hombre, sólo lo persuadió, y le hizo una advertencia, pero no lo obligó.

Adán tuvo la oportunidad de escuchar y no comer del fruto del árbol prohibido, pero no quiso escuchar y comió, y ni aún Dios pudo impedírselo. Esto es la voluntad libre o libre albedrío.

Dios pone la responsabilidad de comer o no en el hombre, para que él decida en conformidad con su voluntad, sin ningún obstáculo.

Dios no creó un Adán que fuera incapaz de pecar ni rebelarse, puesto que de haberlo hecho el hombre sería una pieza mecánica. Dios le advirtió, le prohibió y le mandó; sin embargo, la responsabilidad de escuchar o no se hallaba en el hombre.

Dios a causa de su justicia no quería forzar al hombre a hacer lo que éste no quería hacer. Para que el hombre obedeciera a Dios, se requería la voluntad de hacerlo, puesto que Dios nunca obliga. Él podía emplear varios medios para hacer que el hombre cediera, pero es la ética de Dios dejar que el hombre determine y haga su propia elección, porque de todo eso le tendrá que dar cuentas.

La voluntad es tan determinante en la vida de un hombre, que la Biblia dice que Jesús tuvo que aprender la obediencia, cediendo su voluntad.

“…Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia”. (Hebreos.5:8) Debemos tomar en cuenta que Jesús como Verbo sabía lo que era la obediencia, pero no sabía lo que era obedecer, eso fue lo que aprendió; y al experimentar la obediencia, entregó la voluntad (Mateo 26:39.42; Marcos 14:26; Lucas 22:42).

Obedecer es fácil cuando no se confronta la voluntad, cuando no se pone en riesgo el abandono de lo que más deseamos.

Los momentos más decisivos para Jesús -en cuanto obediencia- se dieron en el Getsemaní. En su más íntimo deseo estaba evitar la copa, que equivale al sufrimiento. Aunque la copa implicaba un sacrificio, era más importante ceder a Dios su voluntad y entrar en obediencia.

Por eso digo que el obedecer es fácil cuando no se corren riesgos, cuando no se tiene nada que perder, cuando no hay nada a lo cual renunciar. Qué difícil y duro es la obediencia que implica la entrega de la voluntad cuando se pierde todo para ganarlo a Él. Lo que debemos tomar en cuenta es que en el principio de Dios: cuando ganas pierdes, y cuando pierdes ganas.

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque todo el quiera salvar su vida la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará”. (Mateo.16:25.24) Observa que en lo físico y secular se gana ganando y se pierde perdiendo, en Dios cuando ganas pierdes y cuando pierdes ganas.

Para Abraham, no fue fácil la obediencia cuando Dios le demandó la entrega de su hijo; pero, Abraham por obediencia -cediendo a Dios su voluntad- entregó a su Hijo, dispuesto a perderlo (donde en sentido figurado lo había perdido), pero en respuesta a su obediencia, Dios se lo entregó.

“…Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir”. (Hebreo.11:17.19) No olvides esta verdad: Nada de lo que perdamos por causa de Dios se le puede llamar perdida, todo es ganancia.

Llegarán momentos decisivos a tu vida donde Dios demandará obediencia, momentos dónde vas a entrar en conflicto, en los cuales tienes que desprender de tu alma lo que más amas y deseas, sean tus bienes, una posición, un ser amado.

Por esta razón, para entrar en obediencia se debe producir en nuestra voluntad lo que se conoce como el “quebrantamiento”.

Nadie puede entrar en obediencia si no se ha dado en su alma un quebrantamiento.

El quebrantamiento produce la humillación; la humillación, la abnegación; la abnegación, la entrega de la voluntad; y cuando entregas la voluntad, entras en sumisión; la sumisión te lleva a la sujeción y la sujeción te conduce a la obediencia.

Componentes de la voluntad.

La voluntad se compone de: decisiones, intenciones, propósitos, gustos y deseos. Todos estos componentes deben pasar por un proceso que se llama quebrantamiento.

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