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El compañerismo cristiano

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Predicas cristianas predica de hoy: El compañerismo cristiano

Predicas cristianas lectura bíblica de hoy: Salmo 133

Introducción

En el libro de Hechos encontramos que los primeros creyentes perseveraban unánimes en el Templo; día tras día partían el pan casa por casa y participaban de la comida con alegría y sencillez de corazón; ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía sino que todas las cosas las tenían en común (Hechos 2:43-47; 4:32-35).

De ahí que se puede decir, parafraseando al salmista, ¡Qué dulce y agradable es para los hermanos vivir juntos y en armonía! Sí, los primeros cristianos tenían amor, unidad, fe y comprensión entre todos. Nosotros también como creyentes deberíamos vivir ese tipo de vida comunitaria. Pregunto, ¿Hemos vivido esa vida feliz, llena de esperanza, libre preocupaciones y temores?

El compañerismo cristiano

Jesús describió esa vida como VIDA ABUNDANTE, una vida llena de interés, repleta de felicidad y satisfacción, coronada con un sistema de propósito y una paz mental.

¡Qué dulce y agradable es para los hermanos vivir juntos y en armonía! Sin embargo, algunos hermanos tratan de dejar a un lado esa vida abundante y por el contrario viven frustrados, vacíos, tristes y llenos de inquietudes.

Es cierto que vivimos en una época de inseguridad y perturbación, si hay alguna característica sobresaliente en la mayoría de las personas, es la preocupación. Nos preocupamos por la falta de salud, por la enfermedad, por la alimentación, por el trabajo o la falta del mismo, por lo que nos depara el futuro, etc. Ese mismo hecho de hacer frente a todo lo desconocido, lo desagradable, lo amenazante, lo incierto, es algo que produce molestia, pero si entre todos vivimos en completa hermandad y compañerismo cristiano, estaremos enfocando el propósito de Dios para nuestra vida.

Dios desea fervorosamente que vivamos en familia, porque todos necesitamos de un cálido afecto, protección y seguridad que sólo se encuentra en una familia cristiana. Eso debemos considerarlo un anticipo de lo que viviremos en el reino de Dios, junto a nuestro Padre celestial, junto a nuestro Señor Jesucristo y por toda la eternidad.

Fue sin duda, la comprensión de esta idea, este santo compañerismo, lo que convirtió a las iglesias cristianas en centros de simpatía y comunión gozosa. Sólo de esta manera ganaron a muchas personas más para Cristo y, a los que a pesar de ello no querían aceptar a Jesús como Señor y Salvador de sus vidas y unirse a la Iglesia, se veían obligados a exclamar desde afuera: “Mirad, cómo se aman”.

¡Qué dulce y agradable es para los hermanos vivir juntos y en armonía!

Sí, ninguno de nosotros vive para sí mismo, todos formamos parte de un solo cuerpo. El apóstol Pablo dice que debemos llorar con los que lloran, que debemos gozarnos con los que se gozan y reír con los que ríen. Es obvio y evidente que esta comunión cristiana solamente florece como resultado de la fe que obra a través del amor.

De ahí que Pablo anhelaba estar siempre en comunión con los creyentes, pues, era la única fuente incomparable de alegría y consuelo hasta el final de su vida. En una de sus cartas escribió: “Aun no he olvidado las lágrimas de la última despedida”. En otra dice: “Oro a Dios noche y día para volver a verlos”. A Timoteo le dice al final de su vida y ministerio: “Procura venir pronto a verme”. Anhelaba esa comunión cristiana.

El apóstol Juan, ya anciano, sentía que su gozo no estaba completo hasta cuando esté junto a los suyos y pueda hablarlos de viva voz, en lugar de papel y tinta, como hace mención en 2 Juan 12.

El compañerismo cristiano

¡Qué dulce y agradable es para los hermanos vivir juntos y en armonía! Me gusta mucho esta frase, pero fácilmente olvidamos que la vida comunitaria entre cristianos es un don del reino de Dios. Ahora él nos concede experimentar esta gracia extraordinaria, este anticipo del futuro. Debemos aprovecharlo y alabar a Dios de todo corazón por este regalo gratuito que nos da.

Vivamos en completa hermandad, gracias al vínculo perfecto que nos mantiene unidos: Jesucristo, quien nos tuvo misericordia y nos enseñó a tenerla de los demás. Su perdón nos enseña a perdonar y su amor nos enseña a amar. Cuanto más auténtica y profunda llegue a ser esta convicción en nuestra vida, tanto más retrocederán nuestras diferencias personales y únicamente por Jesucristo nos amaremos real e íntegramente, desde ahora y por toda la eternidad.

¡Qué dulce y agradable es para los hermanos vivir juntos y en armonía! Probablemente no exista ningún cristiano a quien Dios no le haya concedido esta gracia de experimentar la felicidad que da una verdadera comunión cristiana.

Quisiera pedirles que nos grabemos bien esta frase del salmista, en nuestra mente y en nuestro corazón, de tal manera que la sepamos aplicar en nuestra congregación.

Repitámosla juntos: ¡Qué dulce y agradable es para los hermanos vivir juntos y en armonía! Amén.

© Wilson Miranda. Todos los derechos reservados.

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