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Consumado es: Un grito de victoria

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Predicas Cristianas Predica de Hoy: Consumado es – Un grito de victoria

Predica Cristiana Lectura Bíblica: Juan 19:30

Introducción

Una de las palabras finales de Jesús en ese fatídico día cuando le crucificaban, fue “Consumado es” que algunos creen que fue como un gemido de derrota, en tanto que otros afirman que con él estaba sellando el fracaso de toda su misión salvífica que no pudo completar. Pero lo cierto es que no fue ni lo uno ni lo otro.

“Consumado es” no es el grito de frustración que alguien pudiera dar frente a la imposibilidad de no haber cumplido lo que se había propuesto lograr. “Consumado es” es el sello del triunfo que realizó el Señor Jesús en la cruz del calvario.

Y para que entendamos a plenitud lo que Jesús quiso decir con esta exclamación, apelemos al idioma griego que es el original de la biblia y conozcamos lo que implicó esta exclamación.

“Consumado es”

Se traduce del griego “TETELESTAI” que era la palabra que usaban los comerciantes cuando una deuda quedaba cancelada. Equivale a nuestro “Cancelado” “Pagado” “No debe nada” “Sin deuda alguna”.

Al exclamar de esta manera, Jesús estaba diciendo que toda nuestra deuda con Dios producto de nuestro mal proceder, él la pagó, él la canceló. La Biblia enfatiza que toda conducta ajena a los requerimientos de Dios y todo desacierto nuestro en lo moral y en lo espiritual acumulan una especie de deuda con el Señor:

Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).

Note que el “estemos a cuenta” de este versículo es también una frase comercial que alude a una deuda adquirida. “Tetelestai” es la cancelación de esa deuda.

¿Qué canceló el Señor Jesús al entregar su vida en la cruz del calvario?

1. EL PODER DEL PECADO Y LAS MALDICIONES.

Algunos creen que pecado es solo hacer cosas bochornosas e indebidas que escandalizan socialmente. Muchos ignoran que la palabra pecado alude a todo yerro en nuestra conducta. Esta palabra significa “Errar al blanco” “No atinar”, “Desviarnos del camino”.

Dios tiene estándares elevados que nos aseguran una mejor calidad de vida cuando nos ajustamos a ellos. Vivir por debajo de estas exigencias es estar en pecado, es errar al blanco al que Dios quiere que le demos.

Todos hemos pecado (Romanos 3:23). La paga de este pecado es la muerte (Romanos 6:23). Este pecado más que una conducta, es una herencia que viene en la genética nuestra (Romanos 5:12).

Por eso no nos podemos librar fácilmente de esta tendencia hacia lo malo y lo indebido (Romanos 7:18-20). La continua práctica de esta conducta hace esclavo al que la practica (Juan 8:34).

Nadie podía librarse a sí mismo de su pecado

Por lo tanto, no somos pecadores porque hagamos maldades; hacemos maldades porque somos pecadores (Romanos 7:20-21). Nadie podía librarse a sí mismo de su pecado, y se necesitaba de un sustituto que no estuviera contaminado por nefando proceder y que con su muerte (que era el precio a pagarse) nos pudiera libertar de semejante esclavitud (Hebreos 9:22).

Jesús lo hizo con su muerte en el calvario. Al derramar su sangre él no solo canceló nuestra deuda, sino que también nos hizo libres. El poder del pecado fue destruido.

“Tetelestai” nos asegura que podemos ser libres de toda maldad y de toda tendencia e inclinación a lo pecaminoso porque Jesucristo nos libertó del poder del pecado y las maldiciones que se derivaban de ello (Gálatas 3:13).

Jesús nos hizo libres. Somos libres. ¡Aleluya!

Ahora podemos decir al unísono con Pablo:

Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1)

2. LAS ENFERMEDADES Y LOS SUFRIMIENTOS FUERON CANCELADOS

Una de las consecuencias del pecado del ser humano son las enfermedades. Dios no nos creo enfermos ni para la enfermedad. Nos creó sanos y para estar en salud. Pero el pecado crea el derecho a las enfermedades.

Sin embargo, con su muerte en el calvario, Jesús canceló cualquiera legitimidad que las enfermedades pudieran haber tenido sobre los seres humanos. Desde el antiguo pacto ya Dios lo había dicho:

Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias” (Salmo 103:3). Así como con su sangre nos libra del pecado (1ª Juan 1:7), por sus llagas sufridas durante su proceso de crucifixión, somos sanos de toda dolencia y de toda enfermedad (Isaías 53:5; Mateo 8:17; 1ª Pedro 2:24).

Tanto el perdón como la salud están incluidos en la expiación que Jesús realizara por nosotros con su muerte. Jesucristo perdona pero también sana. Y esto está vigente aún. Si creemos en la redención por su sangre, tenemos que creer en la sanidad por sus heridas.

Toda enfermedad nuestra él la llevó sobre su cuerpo.

Por tal motivo, cualquier enfermedad, dolencia o anomalía en nuestra salud, es un invasor ilegal que debe ser expulsado de nuestro cuerpo. No tiene porque estar ahí.

Rechácelo, expúlselo, déle una orden de salida en el Nombre de Jesús y declárese sano. Creo que Dios está ministrando sanidad en este preciso momento. Su presencia es poderosa en este instante. Lo declaro sano ahora en el Nombre del Señor Jesús. Toda dolencia o enfermedad crónica desaparece de su cuerpo porque por sus llagas fuimos nosotros sanados.

Esto por supuesto no anula cualquier tratamiento médico al que usted se encuentre prescrito. Lo que sí significa es que por ningún motivo o circunstancia se vaya a rendir frente a una dolencia o enfermedad.

Cuando una enfermedad se hace presente, Dios puede intervenir a favor nuestro o bien por el ejercicio directo de nuestra fe, o por el procedimiento médico en el que nos encontremos. El Señor no se opone a ello. Su deseo es que estemos sanos y gocemos de salud (3ª Juan 2).

Gozar de una buena salud

Si desea gozar de una buena salud, hágalo mediante la práctica de ciertos ejercicios físicos, una buena y balanceada alimentación y una visita periódica a su médico de confianza. Mire que el Señor sana y los médicos lo reconocen, lo certifican.

Y si más allá de la ciencia no hay cura que se aviste, entonces active su fe y declárese sano por las llagas de Jesús. Él es quien sana. Aún si se mostrara que la ciencia fue la que logró su sanidad, detrás de ello estuvo la mano poderosa de nuestro Señor. Jesucristo es el sanador.

Haga declaraciones de sanidad de forma continua sobre su cuerpo. Recuerde que lo que creemos con el corazón, lo confesamos con nuestra boca (Romanos 10:10; 2ª Corintios 4:13) y que en lo que confesamos está la vida o la muerte (Proverbios 6:2; 18:21).

Usted y yo tenemos todo el derecho a gozar de salud porque Cristo pagó el precio de ello. “Tetelestai” nos recuerda que frente a cualquier dolencia o enfermedad, Jesús es nuestro sanador.

3. EL PODER DE LA MUERTE Y LA CONDENACIÓN ETERNA.

Según el libro de Hebreos 2:14 la muerte fue también vencida por el sacrificio de Jesús. El texto de esta carta dice:

Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo

También el profeta Oseas nos habla de esta victoria:

De la mano del seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh seol…” (Oseas 13:14).

Esto nos asegura dos cosas:

  • 1. Que cuando morimos, vamos a estar con el Señor Jesús
  • 2. Que también nosotros un día resucitaremos.

La muerte de la muerte ocurrió con la resurrección de Jesucristo. La muerte fue absorbida en victoria.

Para un cristiano la muerte no es el fin de su vida. Es apenas el inicio de una eternidad al lado del Señor.

Cuando un cristiano muere mire lo que dice la Biblia sobre ello:

Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos” (Salmo 116:15) Es estimada porque pasamos a estar por siempre en su presencia.

Cuando muramos no iremos a condenación, sino a gozar de su consolación. Jesucristo enjugará nuestras últimas lágrimas cuando partamos para estar con él.

El infierno no será nuestra última morada, sino las mansiones de gloria que fue a preparar para sus redimidos. El sonido de la última trompeta que escucharemos para ir a su presencia nos hará presentarnos ante su gloria y majestad, y allí, le adoraremos por todos sus beneficios y por su victoria total.

Pero nuestros cuerpos no se quedaran por siempre en la tumba. Un día también resucitaremos para retornar a este mundo a ejercer un tiempo de mando y de gobierno cuando se instaure el reino milenial que Cristo establecerá, y en el que nosotros sus redimidos le acompañaremos gobernando sobre este mundo.

Conclusión:

Mientras todo esto sucede, hoy podemos vivir en victoria y libres de cualquier angustia tanto que el ayer o el mañana nos quieran prodigar porque ese “Tetelestai”, ese “consumado es” aun retumba en el tiempo y con él Jesús selló para siempre la victoria sobre el pecado, las enfermedades y la muerte. En Cristo somos más que vencedores. ¡Aleluya!

Siento la presencia y la unción del Señor para ministrar sanidad en el nombre de Jesús. Ahora mismo ordeno que los ciegos vean, los paralíticos se levanten de sus sillas de ruedas, que desaparezca toda dolencia, toda enfermedad. Cáncer, desaparece.

Rinitis, inflación, otitis, ardor en la vista, miopía, afecciones cardíacas, problemas respiratorios, bronquios, pulmones, son sanos ahora en el Nombre de Jesús.

Fuera toda enfermedad, toda complicación cardíaca, asma, congestión nasal, sida, osteoporosis, dolor en el cuello, inflamación en la garganta, te ordeno desaparecer para siempre ahora en el Nombre de Jesús. Amén.

Creo también que a través de este medio electrónico Dios está obrando sanidad. Si estás enfermo mientras lees este mensaje, te declaro sano ahora en el Nombre de Jesús.

Declaro que el Señor está impartiendo sanidad en este momento y que usted recibe sanidad total sobre cualquier dolencia o enfermedad por las llagas de Jesucristo. Amén.

© Héctor Favio Ortega. Todos los derechos reservados.

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