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Las copas transformadas en bendición

Mateo 26:36-44

Introducción

Una joven se acercó a mi oficina porque tenía una necesidad. Esta muchacha con sólo 20 años y en su plena juventud me expresa que tiene una preocupación muy grande. Su rostro estaba cansado, triste y angustiado.

Cuando comenzamos a dialogar, sus lágrimas empezaron a salir y me dice: Pablo, no sé que hacer. Visité al médico y me diagnosticaron que tenía leucemia. Al escuchar la noticia me sentí desorientada y muy triste. A medida que se iba dando la conversación, pude definir que había algo más que le causaba dolor y tristeza.

Cuando entramos al punto familiar, esta joven me expresaba la falta de comunicación, relación y diálogo con su madre. La única interacción que había entre ambas era de camino de su casa al trabajo y viceversa, sin mediar palabra alguna. Cuando llegaba a su hogar, se encerraba en su cuarto. Su relación con el hermano, era nula; y de su padre, no sabía su destino. La Biblia establece que debemos cantar con inteligencia. Esto significa que debemos cantar sabiendo lo que estamos cantando. Hay un coro conocido en la comunidad cristiana que dice: “No puede estar triste un corazón que tiene a Cristo, no puede estar triste un corazón que tiene a Dios.” Si esto fuera cierto, la vida del cristiano sería mucho más fácil. Si eso fuera así, todos seríamos cristianos porque a nadie le gusta sufrir. Según los textos de referencia en la narrativa de Mateo, Jesús, el modelo de nuestra vida, a pesar de su exitoso ministerio, pasó por momentos de dolor, tristezas y angustias. Si Jesús, como hijo de Dios, tuvo sus momentos difíciles, entonces, los creyentes no estamos exentos de sentirnos tristes en algunas ocasiones de nuestras vidas.

Desarrollo

Mateo comienza esta narrativa con Jesús y sus discípulos dirigiéndose al monte Getzemaní a orar. Allí, Jesús les indica que lo esperen hasta que él baje del monte de orar. El Señor lleva consigo a Pedro, Santiago y Juan hasta cierto punto del camino. En ese momento, le confiesa a sus tres escogidos que su alma estaba muy “triste hasta la muerte”. Entendía el Maestro que el momento de su muerte se acercaba. El Jesús histórico comenzaba a sentir el dolor de la cruz. Hay momentos en la vida de cada creyente en donde llegan tristezas, angustias y aflicción. Esos sentimientos no nos catalogan como más o menos espirituales que otros. Cuando llegan esos momentos de tristezas y dolor, debemos hacer como el Maestro y buscar personas de nuestra confianza para que nos acompañen en medio de la situación. La vida tiene sus alegrías, pero también tiene sus sinsabores, por lo tanto, no todo es color de rosa. Si comparamos a una rosa con nuestra vida, la flor es hermosa no importando el color que tenga. Pero también, la rosa tiene espinas en su tallo.

Cuando nos sentimos alegres, nuestra vida refleja colores de amor y esperanza. Cuando llegan los tropiezos y las tormentas, que son sinónimos de las espinas, nuestra vida se siente triste y sin consuelo. Luego que Jesús le confiesa su dolor a Pedro, Santiago y Juan, les pide que se quedaran en ese lugar en oración. Jesús se retira quedando solo, se postra y comienza a orar. En medio de su dolor, el Maestro nos enseña que las copas, tormentas o experiencias negativas en la vida se combaten a través de la oración. La oración es el arma que tiene el creyente para luchar contra las adversidades, y nos llena de fortaleza. Cuando hay tristeza y angustia en nuestro corazón, éstas no se combaten con una oración común de todo los días. Esta debe ser una oración intercesora, donde a veces tenemos que postrarnos y humillarnos, como los hizo Jesús. Acción que al ser humano se le hace difícil hacer en medio de las dificultades. Jesús comenzó su oración de una manera particular y especial. Su desesperación era tal, que le dice: “Padre, pasa de mí esta copa”. Le suplica a Dios como su Padre para que le ayudara en medio de su adversidad. El reconocía que el único que podía ayudarle en su situación era su Padre. Él sabía que tenía que cumplir con la voluntad de su Padre.

A pesar de su situación difícil, Jesús no le recriminó a Dios, no hizo un inventario de su vida. Hay veces que en los momentos que tenemos que postrarnos y reconocer a Dios como nuestro Padre, lo que hacemos es un recuento de las cosas buenas que hemos hecho. Para luego preguntar, el porqué de las cosas. Señor, ¿por qué a mí que voy a la iglesia todos los días? ¿Por qué, Señor, si yo oro todo el día, ofrendo, leo la Biblia? ¿Qué mal yo he hecho? Además de reclamar, le pedimos a Dios que conteste nuestras oraciones, según nos convenga. Queremos controlar, a través de la oración, la acción divina de nuestra vida. En medio de las angustias y los tormentos no es momento de reclamar ni recriminar. Es momento de postrarse, humillarse y esperar en Dios. En ese momento, debemos decir como el ciego Bartimeo: “Hijo de David, ten misericordia de mí”. Luego de postrarse, Jesús le dice pasa de mí esta copa, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya. La copa se refiere a las situaciones difíciles que tenemos que enfrentar en la vida. La copa que Jesús tenía que enfrentar era de muerte. Una muerte no muy fácil, sino llena de angustia y dolor por misericordia a nosotros. Pero, a pesar de su súplica solicitando ser liberado de esa situación, Jesús reconocía que eso tenía que acontecer. Es por esto, que le dice al Padre que se haga su voluntad. Hay distintas clases de copas.

Están las copas que se presentan a nuestra vida por razones naturales. Estas son enfermedades, muerte, situaciones que son producto de los cambios climatológicos, etc. También están las copas que surgen como consecuencias de nuestras acciones como individuos. Ejemplo de éstas son, guerras, vicios, las enfermedades de transmisión sexual, accidentes por exceso de velocidad o estado de embriagués, cáncer en los pulmones de tanto fumar, maltratos. Por último, están las copas que provienen de Dios para el crecimiento y madurez espiritual. Éstas no son muy comunes, solo se presentan en una o dos ocasiones en la vida. No es cierto que todas las situaciones que vienen a mi vida provienen de Dios. Jesús tenia un propósito, el cual era morir en la cruz del calvario para nuestra salvación. Éste sólo pasó por una copa. Cada copa tiene su experiencia y enseñanza, pero también trae consigo la bendición de Dios. La narrativa del Evangelio nos enseña que tenemos que pedirle a Dios que haga su voluntad en medio de la situación. Algo muy cierto es que cada copa debe ser pasada por cada individuo como su propia experiencia íntima. Las copas de nuestra vida puedan ser experiencias traumáticas. Pero algo bien importante de todo esto es que cada copa tiene su calvario y cada calvario tiene su cruz y cada cruz tiene su resurrección y en cada resurrección podemos ver el rostro de Dios de una manera íntima y personal. ¡Jesús fue al monte a orar! Y cuando regresó, encontró a los discípulos durmiendo. Tres veces lo hizo, y tres veces los encontró durmiendo, según esta narrativa.

Nuestras copas no podemos depositarlas como cargas a otras personas. Hay ocasiones que la iglesia busca al pastor o la anciana para que oren por su copa. Mientras éstos le acompañan en la oración, usted continúa su rutina de vida, con su tristeza y dolor; pero no saca ni cinco minutos para pedirle a Dios por su situación. Mientras otros oran por su problema, usted se queda durmiendo como si nada estuviese pasando. Cuando usted está pasando una copa en su vida, el que tiene que interceder para que Dios le ayude a superarla es usted. Usted es quien tiene que velar y orar. La pastora y los ancianos le apoyarán en la oración, pero no van a interceder en la misma intensidad y magnitud que usted. En este relato los discípulos oraron hasta cierto tiempo, pero quien intercedió al Padre fue Jesús. Quien estaba pasando una copa en su vida era Jesús. Por tanto, éste oró y veló para que Dios le ayudara a pasar ese momento doloroso. Podrá haber una experiencia traumática a través de la copa, pero cuando se intercede por ella, Jesús la transforma en una experiencia de paz y fortaleza.

Conclusión

La joven que les hablaba al principio estaba a punto de beber una copa muy difícil. Estaba atravesando una experiencia llena de angustia y soledad. Al salir de mi oficina, Dios la llenó de esperanza, y tal vez con una nueva visión. Tres meses mas tarde, vuelve a mi oficina, y me dice que tenía que hablar nuevamente conmigo. Me indica que durante esos meses surgieron cambios en su vida. Había visitado al médico, y la leucemia había desaparecido. Con un rostro lleno de gozo me expresaba que la relación con su madre había mejorado, pues no solamente era su madre, sino también su amiga. También me confesó llena de alegría que estaba cogiendo clases bíblicas, pues pronto se iba a bautizar. Después de escuchar experiencias como éstas y reflexionar en ellas, puedo decir que Dios redime las experiencias traumáticas de nuestra vida y las convierte en una de paz, gozo y victoria. Cuando las copas lleguen a nuestra vida y nos pongan tristes, tenemos que levantar nuestra mirada al cielo y depositarlas en aquel que nos creo. Sigue los consejos del salmista: “alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra.”

Cuando las ponemos en las manos de Dios, cuando nos postramos y humillamos ante su presencia, cuando le permitimos que haga su voluntad, es en ese momento donde Dios se glorifica. Es en ese momento donde Dios ve nuestra debilidad, ve que reconocemos que sin Él no somos nada y que dependemos totalmente de Él. Ahí, Dios se manifiesta en bendición, gozo y victoria y nos hace ver nuevamente el amanecer. Hay copas que duran una semana; otras, meses; y aún otras, toda una vida; pero en ellas, Jesús nos acompaña en todo momento para darnos las fuerzas, la esperanza y principalmente la paz para seguir nuestro caminar. Jesús siempre se presenta cuando menos lo imaginamos o cuando más cansados estamos, para decirnos yo soy el que soy, ten fe, sigue adelante. Cuando nuestra vida está en las manos de Dios, y las tormentas o copas se levantan, ponte en pie y reclama bandera de victoria. Comienza a disfrutar lo que el salmista experimentó, que El Señor es nuestro pastor y nada nos faltará. Abre tus labios y di como Job en medio de tu copa, “de oídas te había oído, pero ahora mis ojos te ven”. Estas experiencias de copas te ayudarán a crecer, a madurar y te capacitarán para continuar. Yo creo que todos pasamos momentos de tristezas y dolor, pero en medio de ellos, Dios se deja sentir para liberarnos. Cristo dijo: “en el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo.”

Bendición Pastoral El Señor los bendiga y los guarde. Haga el Señor resplandecer su rostro sobre ustedes, y tenga de ustedes misericordia. Alce el Señor sobre ustedes su rostro, y ponga en ustedes la paz. Amén.

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