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El pacto está en tus manos

Quiero decirles que hay una cita bíblica que  leo cada vez que debo preparar un sermón, y cuando lo hago, cada vez que la leo, no escucho mi voz sino que  escucho la voz del Señor hablando a mi corazón; se encuentra en 1 Timoteo 4:6-7, y dice así: “Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido. Desecha las fábulas profanas y de viejas”, y es a partir de allí que el Señor derrama su gracia y su mensaje con la frescura y actualidad que necesitamos los cristianos del siglo XXI.

Les comento también que como pastor, me causa pena y dolor ver como muchos cristianos transcurren los años en la iglesia tratando de alimentarse y crecer espiritualmente, pero paralelamente llevan una vida que podríamos decir que raya con lo justo y necesario que el evangelio le requiere, es decir que no se puede ver en ellos un compromiso real con el Señor, y lo que no parecieran tener en cuenta es que Dios, es un Dios de compromisos mutuos con su pueblo, un Dios de pactos que está dispuesto a cumplir, pero que también requiere de su pueblo el cumplimiento a fin de que puedan recibir sus bendiciones.

Quizás los años de vida sin Cristo, Efesios 4:18, o quizás los años de vida en la iglesia sin cumplir mas que con lo necesario, han generado fortalezas mentales que impiden la renovación del entendimiento de la cual habla Pablo en Romanos 12:2; y son éstas las fortalezas que debemos destruir de nuestra vida para que pueda penetrar la luz de Cristo y hacernos ver su verdad, esa verdad que nos permitirá conocer y hacer su perfecta voluntad y así ser bendecidos a través de nuestro cumplimiento.

Leamos la Palabra de Dios en Génesis 17:1-8 “Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. ………………, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. ……………… Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti ……, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia …………, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos”.

Un compromiso es un acuerdo entre dos o más personas, instituciones o países mediante el cual asumen cada uno luna cierta responsabilidad en cuanto a aportar algo o participar de alguna manera en una negociación que apunta al bien común de quienes se comprometen, y este compromiso puede ser tácito (es decir, verbal) o explícito mediante una redacción del mismo; un pacto es algo muy similar, por lo que desde el punto de vista espiritual lo podríamos considerar como una misma cosa, y la Biblia nos habla reiteradamente de distintos pactos, ya sea como acuerdo de personas, Génesis 31:44-45, de reyes, 1 Reyes 9:16, o de naciones, en los cuales se les llaman también alianzas, Éxodo 23:32, 34:12.

Para el ser hombre natural, un compromiso o pacto es un acuerdo que llegado el momento o la conveniencia se puede romper o dejar sin efecto; muy distinta es la situación cuando uno de los que interviene en ese pacto es Dios mismo, en este caso se trata de una muestra de la Gracia manifestada a través de la alianza que el Dios altísimo hace descendiendo de Su Gloria para entrar en una relación pactal con seres tan insignificantes como los humanos, como decía el salmista: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?” Salmo 8:3-4, y por lo tanto no podemos compararlo, ni considerarlo, como un pacto de hombre ya que la soberanía de Dios está por sobre todo, y ésta no se vulnera ni se cambia,  pues “Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” Números 23:19.

Un pacto con Dios no es un contrato de hombres que se ponen de acuerdo, pero se rompe cuando aparece algo que no le conviene a alguno de ellos ; un pacto con Dios es algo mucho más importante, es Dios quien establece el pacto y jura por si mismo que cumplirá sus promesas, “Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, ….; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia” Génesis 22:16-17, en tanto que el hombre promete y jura obediencia, entrega y servicio a su obra, en contrapartida.

El avance de la tecnología del siglo XXI esta llevando al hombre una serie de propuestas espirituales, y algunas no tan espirituales, obligan los hijos de Dios a informarse y prepararse para contrarrestar esos ataques del enemigo y ofrecer respuestas claras y precisas a quienes se acercan a las congregaciones; en este siglo, las iglesias deberán preparar más a sus miembros para lograr la confianza de quienes se acerquen a ellos, ya no se trata simplemente de orar por la persona o de recitarle unos pasajes bíblicos con lo cual llevaremos al mundo a los pies de Cristo, sino con conocimientos sólidos, a fin de que cada hijo de Dios “pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” Tito 1:9; sabiendo claramente cuál es nuestra misión, sabiendo que cuando recibimos a Cristo y sus promesas, hemos asumido también un compromiso de servicio con Él, y que para cumplir con éste compromiso debemos mantener la disciplina necesaria para trabajar sin limitaciones a fin de suplir las necesidades espirituales, y aún materiales, de aquellos que el Señor nos presente para que les entreguemos su Palabra.

Ha llegado el tiempo en que los creyentes, además de cristianos, sean buenos comunicadores de la verdad de Cristo, y para esto es necesario que conozcan el evangelio y puedan identificar las necesidades de quien se presente buscando ayuda, logrando que éste desarrolle una relación con Cristo en la cual se sienta cómodo y pueda recibir las bendiciones de su amor; para que el reino de Dios se extienda, es necesario que los creyentes dejen de ser parte de un problema para mostrarse como una solución a los problemas de los demás; es necesario que dejemos de poner excusas para ser parte del plan de salvación de Dios para la humanidad; es tiempo de involucrarse en la obra, pero no mirando los problemas sino aportando soluciones.

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