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Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta

Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Predica de Hoy: Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta

Predicas Cristianas Texto Bíblico: Isaías 1:1-18

TEMA: La invitación a la santidad

INTRODUCCIÓN:

Ningún tema toca más nuestra condición espiritual que la santidad en el creyente. ¿Por qué razón? Porque la carne se opone al espíritu y encuentra en la santidad su más grande enemigo. Los estudios biblicos y mensajes cristianos nos enseñan que es porque la santidad es como la luz para las tinieblas, las pone al descubierto. O como el aceite con el agua que jamás se mezclan.

Cuando el escritor sagrado buscó alguna cualidad personal para llegarse al Señor, habló de la santidad como el único camino para entrar en su presencia. Así lo dijo: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor’ (Hechos 12:14).

El pasaje de Isaías 1 pudiera ser el más detallado que encontramos en la Biblia para hablarnos de la importancia que tiene la santidad en el pueblo de Dios. Nos muestra en todo su contexto una de las descripciones más gráficas de la naturaleza humana en su estado de completa rebelión; en su más grande descomposición, capaz de ser comparados como “hinchazón y podrida llaga”.

Spurgeon predicando de este texto, dijo: “No hay un solo rayo de luz en medio de las densas tinieblas. El hombre es malo, malo, malo, de principio a fin. Más aún, todo en él es maldad, y su maldad ha llegado hasta el límite. No hay ni un solo rayo de promesa en su naturaleza, ningún resplandor de algo bueno en la descripción de las personas a quienes está dirigido este texto”.

Los estudios bíblicos y mensajes cristianos nos revelan que Israel para los tiempos del profeta había abandonado el camino del Señor y estaba viviendo en pecado y en notoria idolatría. Se negaron a reconocer a Dios, y espiritualmente eran más tontos que los animales que les rodeaban.

Estaban empeñados en abandonar al Señor y provocar su ira. Se habían negado a responder al castigo que les venía por su extravío. A causa de su pecado, la tierra estaba llena de violencia. Eran comparados con Sodoma y Gomorra, la peor desviación del pecado.

Sus cultos llegaron a ser una abominación para el Señor, tanto que tuvo que decir: “…cansado estoy de soportarlas” (verss. 13-14). Pero este pasaje sería demasiado deprimente y condenador sino apareciera en su escena el vers. 18.

Así que, frente a ese lúgubre y tétrico panorama de descomposición moral y espiritual al que pueden llegar aún los hijos de Dios, surge la presente invitación. Es el llamado del Salvador que no quiere la muerte del impío, sino su salvación. El peor pecador es objeto de la más completa misericordia divina. Veamos la invitación a la santidad a luz de la eterna misericordia de Dios.

I. HAY UNA URGENCIA MUY GRANDE EN ESTA INVITACIÓN

1. Dios revela el estado espiritual (vers. 2).

Una de las primeras cosas que vemos en el texto es la muy sentida queja de Dios contra unos pecadores ingratos. “Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí.” ¿Le suena familiar esta declaración? ¿Piensa usted que esto fue solo para Israel? ¡No! Es para nosotros también.

Tenemos que reconocer que Dios ha sido tierno y compasivo con nosotros desde nuestra niñez. Fuimos levantados por él a través de las sendas de su amor, gracia y piedad. En todo él proveyó para nuestras necesidades. Sin embargo, cómo hemos pecado contra él desde esa niñez.

Cuando llegamos a la edad adulta la condición no ha cambiado. No somos mejores que el pueblo de Israel. Hay una rebelión innata, capaz de llevarnos a ser peores que las bestias, pues “el buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento” (vers. 3).

Hay cosas que los hombres hacen que no la harían las bestias jamás, de allí esta comparación. La magnitud de ese estado espiritual, que queda dibujado en el versículo 4, necesita ser atendido de una manera urgente. No es en vano el llamado de “Venid, dice Jehová, y estemos a cuenta”. Dios quiere cambiarnos.

2. Debido al imperativo mismo “venid”.

Los imperativos nunca son una sugerencia, una recomendación o alguna posibilidad. Siempre se nos presentan como una orden que debe ser atendida. Cuando el Señor dijo: “Sed santos, porque yo soy santo”, no estaba hablando de algo que pudiera ser considerado por sus hijos, sino algo que debiera ser obedecido todo el tiempo.

La condición corrompida del pueblo de Dios ameritada este urgente llamado. Nadie como Dios para conocer cómo habían vivido y cómo habían quebrantado la ley hasta ese momento. Él conocía la vileza y la profundidad de su pecado.

Tanto era el conocimiento que Dios tenía de ellos que los califica como pecadores insensibles, pues ni si quiera se dirige a ellos para censurarlos, porque estaban sordos y muertos, sino que le habló al firmamento, a las estrellas, a los astros y a la tierra para que escucharan sus quejas, diciendo:”Oíd, cielos, y escucha tú, tierra”.

Es como si esas criaturas inanimadas fueran más sensibles que el mismo hombre. Pero es en medio de ese endurecimiento que surge esta invitación: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta”. Frente a la iniquidad del corazón, hay un paciente llamado del Dios de amor para arreglar las cuentas.

II. HAY UNA SALIDA A LA CRISIS EN ESTA INVITACIÓN

1. “Venid… estemos a cuenta”.

Aunque todos los textos previos están colocados para una virtual condenación, el Señor no hace eso, sino que plantea a su pueblo la necesidad de volverse a él en una especie de “confrontación jurídica”. La traducción de “estemos a cuenta” es una terminología judicial. Literalmente traduciría algo así como “vamos a resolver este asunto ante un tribunal de justicia”.

Es como si dijera: “Probemos nuestro caso en la corte”. Dios ha iniciado una acción judicial contra ellos y ahora les invita a defenderse. Pero ellos tienen el agravante de haber quebrantado el pacto una y otra vez. De esta manera vemos que el llamado pueblo de Dios está en serios problemas. Que hay una confrontación entre un Dios santo contra un pueblo que se ha depravado en el pecado.

Y claro está que Dios sabe que en el fondo ninguno de ellos tiene cómo defenderse a menos que cambien su manera de ser. Lo grande de esta invitación es que Dios mismo nos presenta la necesidad de venir y entrar en razonamiento con él. El Dios que revela el pecado, también quiere perdonarlo. Mejor es caer en las manos Dios que de los hombres. La invitación es para que aceptes entrar en esta “santa confrontación” con Dios.

2. Un Dios santo tratando con el pecador.

El mundo jamás había conocido a un Dios de amor y misericordia que fuera capaz de entrar en un acuerdo, aun viviendo en su condición. Así que el texto nos presenta una especie de trato entre el Dios ofendido y el hombre ofensor.

Cuando uno es exhortado con un texto como este queda en una condición de mucha culpabilidad y hasta sentirse indigno de ser “llamado tu hijo”, como dijo el hijo pródigo. Quizás se pueda revelar un estado de conmiseración que nos lleve a pensar que somos demasiados pecadores para ser salvos.

Pero es aquí donde tenemos que ir a la palabra misma y buscar en ella la respuesta a ese estado de contrición, pues no hay en toda la Biblia un texto que nos prohíba buscar la misericordia de Dios, que nos ayude en nuestra pobre condición delante de él por haber ofendido su santo nombre.

Lo grande de esta invitación a la santidad es que todavía no ha habido un pecador que se proponga buscar a Dios y él le haya rechazado. Solo mire el linaje de donde vino Cristo y observa las mujeres que conformaron su descendencia, para que veas por qué tú eres tan importante para él. Venid, pues, y estemos a cuenta. Esa es la invitación.

III. HAY UNA PODEROSA PROMESA DE PERDÓN EN ESTA INVITACIÓN

1. De la grana a la nieve.

¿Por qué el Señor escogió estos colores? Han sido elegidos debido a su notorio brillo. Hay colores que pasan desapercibidos, pero cuando alguien se viste de grana, puede ser visto a la distancia. ¿Qué nos quiere decir el Señor con esto? Que hay pecados que también son llamativos, y algunas veces hasta relumbran.

La palabra que aquí se usa puede trasmitir la idea de algo que es de doble tinte; algo así como los colores estampados que no se destiñe con el tiempo. La idea del autor es mostrarnos que así pueden ser nuestros pecados: llamativos, escandalosos; que se ponen de manifiesto. Pero lo grande de esto es que si “fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos”. He aquí la promesa del perdón.

Hay un “detergente” para quien el color más escandaloso puede ser cambiado. Pasar de la grana a la nieve es algo que solo el poder de Dios lo logrará hacer. Todos coinciden que no hay nada más blanco que la nieve. ¿Quién puede hacer esto sino la sangre de Cristo? Parece imposible que un vil pecador pueda ser limpiado de esta manera. La nieve es una representación de la santidad y es allí donde el Señor nos invita. Si tus pecados son tan “coloridos” pueden ser emblanquecidos.

2. Del carmesí a la blanca lana.

¿Por qué a la blancura de la nieve le sigue la “blanca lana”? Bueno, por un lado, esta blancura es el lado opuesto a lo llamativo de los colores “grana y carmesí”. De modo que mientras estos dos colores representan al pecado en su más provocadora condición, estas dos blancuras representan en la tierra la pureza celestial.

Y si bien es cierto que la nieve pronto pierde su blancura, aparece la “blanca lana” que después de ser lavada, su color permanece sin manchas, ilustrando de esta manera el poder de lo santo sobre lo profano. Pero para que el “rojo carmesí” sea convertido en “blanca lana” tiene que venir la intervención del Salvador Jesucristo. ¿Qué es lo que ocurre entonces?

En el mismo momento cuando alguien viene a Cristo, esa persona es vista ante los ojos de Dios como si nunca hubiera pecado en toda su vida. El horrible traje de pecado con el que vistió su naturaleza carnal, ahora es cambiado por las ropas reales con las que nos viste el Señor Jesucristo. ¿Qué es lo que sucede entonces? Que un pecador teñido de negro por sus más viles pecados, ahora ha quedado tan blanco como la propia pureza del cielo. El único que puede hacer esto es la sangre de Cristo.

IV. HAY UN TIEMPO QUE SE AGOTA EN ESTA INVITACIÓN

“Venid luego…”.

¿Por qué es importante esta invitación? La razón es muy simple: Dios podía ver lo que Israel no veía. Podía ver la rebelión y el pecado que estaban llevando en ese momento. Podía ver el juicio que iba a caer sobre ellos. Podía ver su condición y su condenación.

Mientras que ellos veían todo normal, incluyendo la adoración que le traían a él, pero Dios tuvo un justificado reclamo y una santa ira para reprocharles. Sin embargo, sobre la base de lo que él podía ver, les presiona para hacer un cambio en sus vidas. Ahora el texto se aplica a nosotros y nos dice: No postergues más este asunto de la salvación. Ya es suficiente el haber pecado tanto.

Esta invitación está considerada como lo más importante a lo que debe prestársele atención. Solemos creer que tenemos tiempo para todo. Pero la verdad es que no hay un tiempo mejor que este. ¿Sabe usted si tendrá otra oportunidad después?

Hay advertencias como esta que a lo mejor no regresan a tu vida. El corazón que en un momento estaba sensible y abierto a oír la voz de Dios, puede endurecerse y ya habrá pasado el tiempo de venir a él. Ven ahora, pues no conoces qué sucederá mañana. Ven ahora porque “hoy es el tiempo aceptable, hoy es el día de salvación”.

Ven ahora, pues al igual que el Padre del “hijo pródigo”, sus ojos anhelan su regreso, sus brazos quieren abrazarte, su corazón se gozará sobre ti. Ven ahora porque él quitará tu vestido sucio por uno nuevo. Pondrá calzado en tus pies, anillo en tu dedo, y hará una fiesta en honor a ti. ¿Por qué demoras para venir? ¿Por qué escoger el infierno si puedes vivir en el cielo?

CONCLUSIÓN:

La voluntad de Dios para nosotros no es que seamos felices, ni victoriosos, ni prósperos, sino santos (1 Tesalonicenses 4:2-3). Si tenemos esto primero, logramos lo otro. Así que no importa cuánto éxito tengamos en la vida y en la iglesia, si perdemos este aspecto a los ojos de Dios, habremos fallado en lo principal.

La invitación para el pueblo de Dios es esta: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (vers. 18).

Acéptele la invitación del que te llama hoy. Reconozca su carácter santo, pero sobre todo, considera su incomprensible amor, misericordia y perdón con la que respalda su invitación. Hoy es el día aceptable para que tus pecados sean más blancos que la nieve y vivas resplandeciente como la “blanca lana”. La sangre de Cristo hará esto. Amén.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.

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