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Un abogado en el tribunal de la gracia

Descubre el papel único de Jesucristo como nuestro abogado en el tribunal de la gracia, en la predica cristiana de hoy. A través de esta predicación, comprende cómo Jesús, el Justo, intercede por nosotros ante el Padre, asegurando nuestra absolución y salvación eterna. Profundiza en la importancia de vivir conforme a sus mandamientos y seguir sus pasos, reflejando nuestro compromiso y amor por quien nos defendió con su propio sacrificio. Sumérgete en la misericordia divina y la justicia perfecta que solo nuestro Abogado celestial puede ofrecer.

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Predicas Cristianas Predica de Hoy: Un abogado en el tribunal de la gracia

Predica Cristiana Texto Bíblico: 1 Juan 2:1-6

INTRODUCCIÓN:

Un abogado es aquel que ha sido llamado por las partes afectadas para que defiendan su derecho. Cualquiera sea el conflicto que tenga que enfrentar, un abogado es alguien encargado de ayudar a su cliente delante del juez. Su tarea será bregar con todos sus argumentos hasta demostrar la inocencia de su defendido.

No siempre los abogados ganan los casos. Es más, siempre habrá un abogado ganador y uno perdedor, a menos que lleguen a ciertas concesiones. Por otro lado, algunos abogados se han ganado la fama de ser tramposos y buscar subterfugios para ganar sus casos.

¿Qué opinión nos merece Jesús como nuestro abogado? ¿Cuáles son sus cualidades? Bueno, lo primero que nos dice el texto es que tenemos un abogado “para con el Padre a Jesucristo el Justo”. Con semejante calificación ya damos por sentado cómo será nuestra defensa delante del trono de Dios.

Jesucristo está acreditado por el Padre para defender la causa de los pecadores, no delante de un juicio terrenal sino del celestial, en el trono de gracia. La defensa de Jesús no es contra la acusación del pecado, de donde Satanás su primer acusador y la ley de Dios su condenatorio.

El trabajo de Cristo como abogado

Entonces, ¿cuál es el trabajo de Cristo como abogado delante de Dios? Bueno está allí para evitar que el pecador se le declare convicto y condenado a la separación eterna. Esta delante de ese trono para evitar su ejecución. Y aunque si bien es cierto que Jesús no podrá prevenir su sentencia condenatoria, por ser irrevocable, si podrá evitar que sea enviado a la muerte eterna.

Se da por un hecho que si Jesús ha sido seleccionado por el Padre para defender al pecador, eso forma parte de la bondad de Dios para alguien que no la merece. Consideremos, pues, a Jesucristo como el abogado justo que puede estar delante del Padre para defendernos del acusador de nuestras almas.

I. JESUCRISTO ES EL ÚNICO ABOGADO PERMITIDO PARA DEFENDER AL PECADOR DELANTE DEL PADRE

a. Por ser un Intercesor ante el Padre (vers. 1b)

Hemos dicho que un abogado es alguien que se contrata para que haga justicia cuando un caso particular así lo amerita. Así que el propósito de su presencia será para defender de las acusaciones y evitar una condenación final del imputado. El hombre pecador está bajo la más inexpugnable posibilidad de salvación.

Una sola sentencia pesa sobre él: el castigo eterno. Así que frente a un hecho que es irremisible, Dios mismo se asegura de contratar a un Abogado para que sea el único mediador entre la causa del pecador y el juicio que él necesita aplicar. Esta decisión del Padre pone una distancia con aquellos que pretenden traer otros intercesores delante de su presencia, como si el que ya Dios ha asignado no fuera suficiente.

Nadie más podrá interceder delante de su presencia. Tenemos que decir que la actitud de Dios de asignar a Cristo como Abogado de los pecadores nos muestra una actitud benigna por parte de si mismo.

Esta acción divina nos habla del interés que tiene el Padre celestial en la salvación y protección del hombre a quien creó para su alabanza eterna. ¿Se ha dado cuenta que Dios no hizo esto con Satanás y sus demonios? Esta acción de Dios sólo es explicada por el amor que nos ha tenido (Juan 3:16).

b. Por la justicia que representa Jesús (vers. 1c)

Juan califica a este Abogado ante el Padre como ¨Jesucristo el justo¨. ¿Por que lo designa así? Porque frente a lo que va a defender nadie más cumple con este requisito. Los hombres que han llegado a ser justos, no lo han sido porque tengan méritos personales sino más bien como una dádiva de Dios en base a su fe (Romanos 4:5).

Pero vea la diferencia con nuestro Abogado eterno. Jesús también es llamado “el Justo” primeramente porque ha sido el único ser humano justo que ha pisado esta tierra. Su justicia formó parte de su carácter. Él era justo en todo sentido. Véalo en todas las cosas que hizo. No se halló ninguna injusticia en ellas. Véalo en su forma de vivir. Aún sus enemigos tuvieron que admitir que ningún mal había hecho ese hombre.

Sus palabras fueron reconocidas con autoridad y provenientes del cielo, por lo tanto Jesús califica como el único justo que puede ser aceptado delante de Dios. En todo estuvo sumiso al Padre y manifestó su luz y amor al mundo a través de su justicia. Y por esa justicia aceptada por el Padre, Jesucristo gobernará como Rey con los pecadores justificados en su reino venidero (Isaías 32:1; 11:5).

c. Por su sacrificio por todos los pecados (vers. 2b).

Juan comienza este capítulo con dos declaraciones en torno al pecado: ¨estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado…¨. Y por esta realidad del pecado es que se presenta un Intercesor delante de Dios. Ahora bien, la razón por la cual el Padre califica a Jesús para ser su Abogado es por lo que él hizo algo que ningún abogado terrenal hará por sus defendidos: morir por cada uno de ellos.

Entonces, ¿qué significa la “propiciación” hecha por Jesús en relación con nuestros pecados ? Pues que Jesucristo hizo el sacrificio que satisfizo al Padre celestial. ¿Quién tenía que quedar satisfecho? Pues nuestro Dios, porque nuestros pecados le causaron una gran ofensa.

El pecado se considera como un acto de rebeldía contra Dios, que ha violado su honor y su santidad. Esto pone de manifiesto que si Dios nos va a perdonar tiene que satisfacer su propia justicia. Esto es propiciación. Y propiciación fue lo que hizo Jesús, pues el que no conoció pecado por nosotros lo hizo pecado.

Así que la la muerte expiatoria del inocente satisfizo la justicia divina. Eso lo que Pedro dice del ¨justo por los injustos¨ (1 Pedro 3:18). Note que en el sacrificio de Cristo nadie queda excluido según lo apunta Juan (vers. 2b).

d. Por su conocimiento que tiene de nosotros (vers. 3)

Si bien es cierto que Juan comienza diciendo que nosotros le conocemos, porque guardamos sus mandamientos, lo que venimos enfatizando es que Cristo como nuestro Abogado nos ha conocido primero. Se sabe que una de las cosas que hace todo abogado antes de defender un caso es conocer bien a su cliente y sus demandas.

De esa información el abogado elabora su expediente. En el caso de Jesucristo, nosotros no le invitamos a ser nuestro abogado desde el principio, sino que el mismo nos buscó primero. Por su propia entrega, ahora se constituye en nuestro defensor. Conocer a Jesucristo como nuestro Abogado defensor delante del trono de gracia es altamente importante. Es sentir la más grande y absoluta garantía de nuestra salvación y seguridad eterna.

Jesucristo previamente había dicho que el conocía sus ovejas por sus nombres y las llama para que le siguieran (Juan 10). La certeza que le conocemos, pero sobre todo que el nos conoce a nosotros, evidencia la importancia de tener un Abogado delante del Padre.

II. POR SER JESÚS EL ABOGADO JUSTO HAY UNA DEMANDA PARA QUE LE SEAMOS FIELES

a. Guardando sus mandamientos (verss. 4-5)

La obra de Cristo como nuestro Abogado necesariamente nos conduce a ser consecuente con semejante demostración de gracia, perdón, misericordia y preservación eterna. La exigencia del apóstol es a que guardemos los mandamientos. Cuando la Biblia nos habla de guardar los mandamientos, y Juan es uno de los que más insiste en esto, viene a la mente el hecho que no hay quien guarde del todo los mandamientos.

Por lo general cuando hablamos de este tema lo asociamos con la ley mosaica. Bueno, lo primero que tenemos que afirmar es que una prueba inexorable de tal relación e intimidad será esforzarnos en guardar su palabra. Guardar sus mandamientos es hacer de su palabra nuestro estudio diligente y su aplicación para nuestro diario andar.

La Biblia es nuestra guía, por lo tanto está íntimamente asociada a nuestra comunión con Dios. Vea cómo Juan asocia una cosa con otra. Conocer a Cristo y guardar su palabra es un binomio inseparable. Decir que le conocemos y desconocemos su mandamientos es llegar a ser un mentiroso. La verdad no esta en nosotros. Pero mire el resultado de guardar su palabra (vers. 5b).

b. Perfeccionándonos en su amor (vers. 5)

Juan intercala una serie de palabras que son como las consecuencias de otras para mostrarnos la necesidad de conocer a Jesús como el Abogado a quien lo presentó al principio. Su empeño en que tengamos una relación íntima con Dios tiene que pasar la prueba de nuestra conexión con la palabra.

Juan da por sentado que todo hijo de Dios es alguien que hace de la palabra un culto a través del cual honra al que esta sentado delante del Padre como el Abogado eterno. Es por eso que comienza diciendo ¨pero el que guarda su palabra…¨, contrario al que se engaña así mismo por no hacerlo.

Un resultado inmediato a esa entrega diligente es que el amor de Dios se perfecciona en nosotros. El énfasis ¨verdaderamente¨ nos pone en una posición de seguridad cuando en verdad guardamos su palabra. No es poca cosa saber que el amor de Dios puede perfeccionarse en nuestra vida.

El amor de Dios arraigado en el corazón del creyente es garantía de comunión con él y con los demás hermanos. Es garantía de compasión por el perdido y es el combustible que nos mueve a una consagración continua hacia él. Un corazón donde se perfecciona el amor de Dios no da lugar para que el pecado permanezca en él. Ya Cristo lo ha borrado.

c. Andar como el anduvo (vers. 6)

Ahora Juan nos lleva a su pensamiento cumbre en este tema de Jesús como Abogado delante del Padre. La oración “el que dice que permanece en él” es un condicional que plantea una demanda muy grande en cada seguidor de Cristo: andar como él anduvo. ¿Pero que significa este mandamiento para cada seguidor de Cristo?

Por supuesto que la idea del texto no es exigirnos que caminemos sobre el mar como él lo hizo, sino imitarlo en su diario caminar que tuvo con su Padre celestial. Vivir en el poder espiritual que de él salía por su relación íntima con su Padre. Es vivir una vida de obediencia haciendo su voluntad aun en los momentos más difíciles como aquel cuando se enfrentó a la decisión del Getsemaní.

Es vivir en plena comunión con él como él la tuvo con el Padre, aun en los momentos de más trabajo con las multitudes. La intercesión de Cristo delante del Padre como nuestro Abogado demanda de sus seguidores que andemos como él anduvo.

La idea del texto es que aquel que conoce a Dios se esforzará por vivir una vida justa así como él es justo. No es vivir una vida sin pecado como él si la tuvo; pero es esforzarnos para no pecar contra él como dijo Juan al principio. Nuestra meta es imitar a Jesús. Él lo ha hecho todo por nosotros.

CONCLUSIÓN:

En esta parte final quiero traerle a este reflexión. Imagínese estar en la corte celestial siendo acusado delante de nuestro justo juez, Dios el Padre. Allí está usted, Cristo nuestro Abogado y también está Satanás. Jesucristo se pone de pie para responder a los cargos, y dice: “Su señoría este hombre es completamente culpable. Sus faltas por lo que Satanás le acusa son muy graves y ahora está delante de usted confesando todo”.

En ese momento el Juez deja caer el mazo y pregunta, “¿Cuál debe ser su sentencia?”. El Abogado Cristo no vacila en decir: “Su sentencia tiene que ser la muerte. Lo único que merece es la ira de este tribunal”. Frente a esta seria acusación Satanás está disfrutando al ver cómo los que están en ese tribunal se miran culpables y sin mucha esperanza. Sin embargo, allí no se ha decidido todo.

Así que todos están atentos a los movimientos del Abogado a quien lo ven acercarse al Juez. Cuando está delante del Juez, dice: “Juez, este hombre me pertenece. Yo pagué por él. Yo llevé el castigo y la ira que él merece”.

En ese momento otra vez suena el mazo y la voz del Juez retumba en la sala: “Aunque este hombre es culpable de los cargos su castigo ha sido cumplido¨. ¨Mi Abogado cumplió en su totalidad su castigo¨. El acusador se retuerce y protesta y pide por lo menos una libertad condicional. Pero la sentencia es absolutoria.

Al final el Juez entrega al hombre absuelto en manos del Abogado para que le cuide, y sentencia: ¨Caso cerrado¨. Amados, nuestra salvación tiene un precio muy alto. Cristo cambió la sentencia del Juez. Seamos fieles a nuestro Abogado justo.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Ambiente de Gracia, Fairfax, VA

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