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Una pasión por Dios

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Predicas Cristianas Prédica de Hoy: Una pasión por Dios

Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Salmo 63

INTRODUCCIÓN

Llegamos al fin de este año, y estamos ante la llegada de uno nuevo. Es época de evaluar lo hecho y rectificar para el futuro. En momentos como estos, como siempre, la Palabra de Dios nos ofrece la luz para guiarnos correctamente.

Consideremos el Salmo 63, llamado el alma de los salmos. La iglesia primitiva lo cantaba cada mañana. Veamos por qué. Este Salmo comienza con un encabezado que dice Salmo de David, cuando estaba en el desierto de Judá.

En el vers. 9 habla de aquellos que querían destruir su vida. Así que podemos ver a David en este Salmo como un fugitivo de alguna manera. Alguien está tratando de atraparlo en el desierto. No se trataba del rey Saúl, porque en el 11 el se llama as sí mismo como rey.

De acuerdo con 2 Samuel 15:23, David estaba huyendo de la ciudad, cruzó el arroyo de Cedrón y se fue hacia el desierto. Tal vez esta sea la experiencia detrás del salmo. Él está en el desierto y comienza y comienza su Salmo OH, Dios, tú eres mi Dios.

Estas palabras son muy importantes por varias razones. Primero, deja bien claro que el enormemente importante hecho de que la búsqueda y la sed de Dios que veremos en unos momentos más, no provenían de un hombre que no tenía ninguna relación personal con Dios.

Por el contrario, esta frase es una afirmación de que entre David y Dios había un pacto, una relación basada en el juramento de Dios. Dios le había dicho a Abraham en Génesis 17:7 Estableceré mi pacto entre tu y tus descendientes… Entonces, cuando David dice OH, Dios, tú eres mi Dios, él está afirmando la roca sobre la que está pisando en medio de las aguas pantanosas de sus emociones..

Cuando él pronuncia estas palabras no quiere decir que siempre ha estado libre vivir angustiado debido a una sed del alma. Lo que quiere decir es que cuando él tiene sed él busca apagar esa sed solamente en Dios y no en otra cosa. Lo que quiere decir es que cuando busca a Dios está allá para llenar esa necesidad. OH, Dios, tú eres mi Dios.

¿Puede Ud. encontrar un parecido de su vida con las palabras de David? Cuando es llevado al desierto de la desesperación, de las circunstancias dolorosas de esta vida, y empieza a tratar de jalar aire en el pantano de sus emociones, puede Ud. también clamar Oh, Dios, tú eres mi Dios? ¿Tiene Ud. una relación con Dios en forma de un pacto? Tal vez diga, ¿Qué es eso? ¿Cómo es?

Escuche las palabras de Jonathan Edwards, un gran hombre de Dios, que con sus predicaciones incendiaron los Estados Unidos e Inglaterra hace 200 años en uno de los grandes avivamientos que jamás se han repetido en la historia del cristianismo. Él tenía apenas 19 años cuando las escribió.

El 12 de enero de 1723, hice una solemne dedicación de mi vida a Dios, y la escribí; me entregué a él, todo lo que tenía, todo lo que esperaba ser y tener en el futuro; se lo di al Señor sin ninguna restricción. Había decidido vivir como alguien que no tenía ningún derecho de ningún tipo.

Y solemnemente hice un voto al Señor de hacer de él mi destino y gozo, no buscando nada más fuera de él como parte de mi felicidad. Me comprometía a pelear contra el mundo, la carne y el diablo hasta el final de mi vida. Me he detenido unos momentos en estas primeras palabras porque el resto del Salmo está construido sobre esta frase.

Sin este fundamento firme, no existe una verdadera adoración a Dios. No existe una verdadera relación con Dios. Sólo un alma que con la plena seguridad de tener una experiencia personal con Dios puede vivir plenamente satisfecho en esta vida. Ahora, en este Salmo vemos claramente

I. UN ALMA QUE DESFALLECE POR DIOS.

Vean a una persona sedienta, hambrienta, apasionada, obsesionada con Dios. Vemos a un hombre cuya mente estaba inundada de un solo pensamiento, de una sola preocupación. Se trataba de una necesidad profunda de Dios. Era una necesidad que lo hacía desfallecer , lo hacía sentirse desmayado, sin fuerzas.

Pero notemos que David NO está apasionado por ALGO de Dios, sino por Dios mismo. TE buscaré, mi alma tiene sed de TI; mi carne TE anhela, TE he mirado, mis labios TE alabarán, TE bendeciré en mi vida, me acuerdo de TI; mi alma está apegada a TI, TÚ has sido mi socorro… David no buscaba algo DE Dios; más bien buscaba A Dios.

David era un hombre que disfrutaba y gozaba a Dios. Muchos piensan que la adoración consiste principalmente en agradecer a Dios por lo que él nos da. Es obvio que la adoración incluye acciones de gracias, sin embargo, la gratitud no es la esencia de la adoración.

Miremos: hay gente que ama a su familia, ama sus pertenencias, su salud, sus pasatiempos y que le agradece a Dios por ello y sin embargo, no ama a Dios. Este tipo de gente no goza a Dios, no se deleita en Dios. Y cuando no nos gozamos en Dios por lo excelso y bello que es, Dios no es adorado. TE buscaré, mi alma tiene sed de TI; mi carne TE anhela… Estas son palabras de deleite, de gozo, de felicidad por tener comunión con Dios.

¿Qué es hoy Dios para nosotros? ¿No será que Dios ha llegado a convertirse en meramente un personaje ficticio que nos sirve solamente como un accesorio? ¿No será que Dios se ha convertido en la cereza del pastel?

En otras palabras, que hay otras cosas que sí nos producen verdadero placer, deleite, y ADEMÁS tenemos a Dios, como pilón, como lo extra? Dice el vers. 3 Mejor es tu misericordia que la vida.

Eso significa que David quería a Dios MÁS que lo que quería a la vida. Y si uno quiere y anhela a Dios MÁS de lo que quiere a la vida entonces uno quiere a Dios más que a todos los deleites y disfrutes de esta vida, tales como la familia, la salud, la comida, las amistades, las relaciones sexuales, la satisfacción del trabajo, la productividad, los libros, las computadoras, los deportes, el sueño, las puestas del sol, los colores, TODO.

Cuando David dice que el amor de Dios es mejor que la vida y por tanto mejor que todo lo bello en esta vida, no está negando que todas esas cosas provienen del amor de Dios. No. Más bien, David, nos advierte que si nuestros corazones están afianzados en la belleza del regalo y no ansían la infinitamente mayor belleza del dador, entonces somos idólatras de las cosas creadas y no adoradores del Creador. Las ansias de David eran por la persona de Dios. Nada más.

¿Cuándo fue la última vez que su corazón clamó por el Señor con la misma fuerza, con la misma desesperación, con el mismo desfallecimiento que encontramos en estas palabras? ¿Cuándo fue que experimentó una verdadera hambre y sed de su presencia, de su gracia?

San Agustín, un obispo en el norte de África escribió hace muchos años: “Señor, tú nos has hecho para ti, y nuestras almas están inquietas hasta que hallan reposo solamente en ti”. Las palabras buscar, anhelar, tener sed nos indican que a Dios hay que buscarlo con intensidad.

Dios nos ha dado las emociones para experimentarlo, para sentir su presencia, para estremecernos ante su majestad. Nos emocionamos más fácil y más frecuentemente por un episodio de telenovela o por una jugada deportiva, o por una canción romántica, pero pocas veces nos emocionamos al adorar y contemplar al Señor en un acto de adoración, que puede ser tanto como en el templo como en la intimidad de su hogar. Las palabras alma y carne nos enseñan que debemos buscar a Dios con la totalidad de nuestro ser.

El Salmo 103 comienza diciendo: Bendice alma mía a Jehová y bendiga TODO MI SER su santo nombre. La adoración no debe permitir un divorcio de nuestra mente y nuestra emoción.

Algunos grupos en la alabanza toman uno de los dos extremos: sólo enfatizan las emociones: los actos externos, visibles que contagian muy fácilmente. Otros sólo enfatizan el intelecto y entonces la adoración se vuelve fría, mecánica y hueca.

Nuestra adoración debe incluir los dos elementos en su balance correcto: debe ser tanto una celebración, llena de gozo y de alegría, pero también debe ser una seria reflexión reverente al considerar los grandes hechos de Dios.

Las últimas palabras del vers. 1 “en tierra seca y árida donde no hay aguas” nos enseñan que nuestra búsqueda de Dios debe ser por necesidad. David se ve a sí mismo como un desierto, seco y urgentemente necesitado de agua. Cuando a nuestro cuerpo le hace falta agua, cuando está deshidratándose, se experimentan calambres, temblores que hace del agua la diferencia entre vivir o morir.

David escribió en el Salmo 42, Como el ciervo sediento busca las corrientes de las aguas, así clama por ti oh, Dios el alma mía. ¿Busca Ud. a Dios de esta forma? ¿Hay dentro de Ud. una incesante sed del Señor? ¿Le busca como el alimento indispensable? Tal vez muchos de nosotros jamás hayamos vivido una experiencia de este tipo.

David buscaba a Dios constantemente.

De madrugada, en mi lecho, en la noche… Uno de nuestros mayores obstáculos en la vida cristiana es nuestra falta de concentración. Nuestra capacidad de concentración es muy limitada.

Al estar en el templo escuchando la palabra de Dios, o al estar en casa leyendo u orando estamos atentos a la voz del Señor. Pero una vez que salimos del templo o cerramos nuestras Biblias, nos olvidamos de todo y nos enfocamos, nos afanamos, nos preocupamos y ocupamos con los quehaceres terrenales.

En lugar de esforzarnos en meditar constante y persistentemente en los pensamientos de Dios, nos enfrascamos en las voces de todo el mundo. En un mundo de tanto ruido, de tanta velocidad, de tantas palabras, es necesario vivir momentos de quietud, de reposo para desconectarnos de este mundo y redirigir nuestros pensamientos en la búsqueda de Dios. Tal vez necesitemos apagar la tele o el estéreo por más tiempo para llenar nuestros pensamientos con los del Señor. Finalmente vemos

II. UN ALMA QUE ESTÁ SATISFECHA EN DIOS.

La búsqueda de David dio frutos. vers. 5 David compara la satisfacción que encontramos en Dios con un rico, suculento y abundante banquete. Después de comer y quedar satisfechos, hasta el mejor platillo nos puede llegar a ser indiferente. Simplemente no hay espacio ni paladar para apreciar su sabor. Así es con Dios.

Como dice el Salmo 73:25 Fuera de ti, NADA deseo en la tierra. Fuera del Señor, no hay nada que nos impresione o nos atraiga. No hay nada que llame nuestra atención. Si Ud. está buscando algo más, aquel extra en su vida, lo más seguro es que Ud. no ha quedado satisfecho en el Señor.

David demostraba su satisfacción en el Señor alabando y cantando gozoso al Señor. También lo demostraba al confiar y encomendarse a la protección del Señor. vers. 7. Esta confianza en la protección bajo las alas del Señor, le dio seguridad ante el ataque de sus enemigos: verss. 9-10

CONCLUSIÓN

Qué palabras más oportunas para este año nuevo. Buscar a Dios de todo corazón. Nada en la vida tiene razón ni sentido si nuestra alma no se encamina en una constante, intensa y total necesidad de buscar a Dios. Busquemos primeramente el reino de Dios y su justicia para que todas las demás preocupaciones sean llenadas por añadidura.

© Félix D. Ramírez. Todos los derechos reservados.

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