Bosquejos Biblicos – Bosquejos para Predicar
A Jeremías, por mandato del mismo Señor Dios que dijo: ‘Dirás todo lo que te mande’ (Jeremías 1:7). Sin duda, es más agradable a nuestros corazones hablar acerca de la felicidad de los salvados que de los sufrimientos de los perdidos; ambas verdades deben ser proclamadas si hemos de predicar toda la verdad tal como Dios nos la ha hecho conocer.
Más aún, el amor salvífico de Dios sólo puede apreciarse adecuadamente en contraste con ese estado de pecado y miseria del cual Cristo vino a salvarnos. Si rechazamos lo que la Biblia nos dice acerca del infierno es porque no tenemos una comprensión y apreciación adecuadas del glorioso evangelio del Dios bendito. Sólo en su luz podemos ver el verdadero significado de la pregunta: ¿Qué debo hacer para ser salvo?, o la inmensidad de nuestra deuda con Cristo, por haber venido a buscar y a salvar a los perdidos.”
Nuestro Señor afirmó que el propósito fundamental de su advenimiento era “buscar y salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). ¿Qué significa ese término según Él lo utilizó? Su connotación solemne se ve en el hecho de que es la misma palabra que se traduce “perecerá” en Juan 3:16 y “destruir” en Mateo 10:28. “Temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”. La idea subyacente no es “abolición de la existencia” sino “perdición” y “ruina”.
En la triple parábola de Lucas 15, Jesús utilizó la ilustración de la moneda perdida, la oveja perdida y el hijo perdido. La moneda estaba perdida e impotente para salvarse, la oveja estaba perdida por descuido y el hijo estaba perdido por voluntad propia. Pero cada uno estaba igualmente perdido y requería ser encontrado por alguien (verss. 4, 8, 32). Estar perdido es la antítesis de toda bendición involucrada en la palabra “salvado” en su espectro más amplio.
“Cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1:7–9). En su muerte expiatoria Cristo vislumbraba no sólo el mejoramiento de las condiciones sociales del hombre, sino su salvación tanto del estado pecaminoso como de su terrible destino.
Debemos notar que no sólo aquellos que oyen acerca de Cristo y le rechazan están perdidos sino también los que jamás han tenido oportunidad de oír. Jesús vino a salvar a los que ya estaban perdidos, que ya estaban “condenados” (Juan 3:18). Pablo escribió: “Si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto” (2 Corintios 4:3), no sólo de los que están en peligro de perderse, sino de los que ya están perdidos al estar separados de Dios. El hombre no necesita esperar hasta la muerte para estar perdido. La muerte sólo hará visible en otra condición de la vida lo que ya es un hecho.
Si surge la pregunta: ¿Qué significa específicamente perder el alma? (Marcos 8:36), nuestro Señor mismo suple la respuesta en las ilustraciones vívidas que utilizó para convencer al hombre de las terribles implicancias de esa pérdida. El significado de algunos de los términos que Jesús utilizó en relación con esto: “ ‘Gehena’ (traducido ‘infierno’ en Marcos 9:47 y otros diez textos de los evangelios), el valle en las afueras de Jerusalén donde se quemaba la basura; el ‘gusano’ que no muere (Mateo 9:38), representando, al parecer, la disolución continua de la personalidad por medio de una conciencia condenadora; el ‘fuego’ para describir la conscientización tormentosa del enojo de Dios; las ‘tinieblas de afuera’ indicando la pérdida no sólo de Dios sino de todo lo bueno y de todo lo que hace que valga la pena vivir; el ‘crujir de dientes’ denotando la auto-condenación y odio de sí mismo.
Estas cosas son, sin duda, inimaginablemente espantosas aunque los que han sido convencidos de pecado conocen algo acerca de su naturaleza. Sin embargo, no son castigos arbitrarios; representan más bien, un crecimiento consciente en el estado en que uno ha escogido estar.
Ninguno permanece bajo la ira de Dios salvo aquellos que han elegido estar allí. La esencia de la acción de Dios en ira es dar al hombre lo que ha escogido con todas sus implicancias … Necesitamos recordar, por lo tanto, que la clave para interpretar muchos pasajes bíblicos, algunos sumamente figurativos, que presentan al Rey y Juez divino activo contra el hombre en ira y venganza, es comprender que Dios sólo está ratificando y confirmando los juicios que aquellos a quienes Él ‘visita’ ya han traído sobre sí mismos por el camino que han escogido.”
La verdad es que el hombre ha errado completamente el camino y aparte de Cristo quien afirmó que era el único camino hacia Dios, jamás lo encontrará por sí solo (Juan 14:6). Si su condición perdida demandó un sacrificio tan enorme como la angustia y la agonía sufridas en la cruz por el impecable Hijo de Dios, comprendemos cuán grave es su condición.
La cabal tragedia de la suerte inevitable del alma no arrepentida, sólo se podrá concebir a la luz del misterio del Calvario.
Hay quienes sostienen que las palabras “perecer” y “destruir” significan aniquilar. ¿Podemos apoyar esto con las Escrituras? La palabra griega traducida “perecer” y “destruir” en las Escrituras no tiene la idea de aniquilamiento. Su equivalente es “arruinar” más que “aniquilar”. Por ejemplo en Juan 3:16 “perecerá” está en contraposición con “vida eterna”. No tener la vida eterna significa perecer. ¿No es evidente que aquí la palabra significa, no lo opuesto a una mera existencia sin fin, sino lo opuesto a una bienaventuranza? Vida eterna en el Nuevo Testamento es mucho más que una existencia sin fin. Por el mismo razonamiento, perecer es mucho más que no existir.
Si la muerte inevitablemente significaba la aniquilación de los malvados, ¿cómo podría haber grados de castigo, según lo enseñó tan claramente nuestro Señor? Si se leen las Escrituras sin procurar buscar fundamento para una teoría preconcebida, saltará a la vista que el castigo de los malos así como la bendición de los justos se representan como conscientes y eternos en los siguientes pasajes: Mateo 10:28; 13:41, 42, 49, 50; 25:31–33, 41, 46; 26:24; Marcos 8:36; 9:43–48; Lucas 9:25; 12:9, 10; Juan 5:28, 29.