Bosquejos Bíblicos
Prédica de hoy: Crecer: una transformación necesaria
Texto Bíblico Principal: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria, como por el Espíritu del Señor” 2 Corintios 3:18
Introducción
La vida es cuestión de movimiento. Todo lo que está vivo se transforma y crece. Dios lo quiso de ésta manera, para que con cada paso podamos glorificarlo. Sin embargo, algo crece porque recibe estímulos. Nada crece de manera idónea y sin ayuda.
Recordemos en la adolescencia cuando nuestros huesos se estiraban. Depende de qué estamos alimentándonos, crecíamos de cierta manera. Era doloroso, pero parte del ciclo de la vida.
Lo mismo ocurre cuando por mano de Dios, somos transformados. Sí queremos caminar en su amor, es necesario nacer de nuevo. Volvemos a crecer pero de otra manera y aunque sea para bendición, no resulta un camino sencillo.
I. Crecer: proceso necesario
“Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos todos en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” Efesios 4:15
Toda la creación de Dios pasa por ese momento de crecer. Desde lo pequeño de una hormiga, hasta los árboles mas grandes se ven atravesados por esto. Crecer es un proceso necesario e indispensable para el curso de la vida.
Sí queremos ser parte de la obra de Dios, debemos involucrarnos y crecer. Dios no quiere cristianos tibios o inmovibles. Nuestra mayor urgencia debe ser crecer y día tras día, estar preparados para su llamado.
Cuando nos volvemos a Cristo, el proceso de crecer se resignifica. No importa la edad que tengamos, pero somos llamados a tener un crecimiento en su nombre. Esto ya no tiene nada que ver con el mundo y sus tiempos. Cuando crecemos en Cristo, permitimos que él dicte nuestros días y nos ayude a entender nuestro propósito.
II. ¿Cómo crecer en Cristo?
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” Juan 15:5
Todo lo que se cuida crece. Esto quiere decir que el crecimiento en Cristo no ocurre mágicamente. Somos responsables de cuidarlo, confiando en su nombre y siguiendo la verdad.
Para crecer en Cristo, debemos permanecer en su camino. Nosotros tomamos la decisión, pues Dios nos da la libertad para hacerlo. El mérito es suyo, que nos permite ese crecimiento.
Crecer en Cristo es un camino hermoso. Comenzamos a ver el mundo con otros ojos y a conocer nuestra fe. Pero debemos ser constantes y disciplinados, pues lo que se queda quieto, muere.
Imaginemos qué adoptamos una planta. Ésta requiere de cierta cantidad de sol y agua para crecer. Tiene necesidades específicas y sí nos olvidamos de ella, se marchita, porque no puede cuidarse sola. El Evangelio en nosotros es como esa planta, debemos hacerla crecer con los recursos que Dios nos da.
III. Crecer implica transformación
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea buena la voluntad de Dios, agradable y perfecta” Romanos 12:2
La palabra “transformación” proviene del latín y etimológicamente significa “cambiar de forma”.
Al momento de crecer, necesitamos tener una transformación profunda. De nada sirve pensar que caminamos con Jesús, sí seguimos siendo iguales al mundo.
Es una decisión tomada y hacernos cargo de ella es reconocer que no volveremos al pasado nunca más. ¡Para bendición nuestra! Pues las cosas nuevas que Dios hace, son mucho mejores que las carnales.
IV. Crecer: transformación dolorosa
“Hacer morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría” Colosenses 3:5
Para crecer y transformarse es necesario soltar lo terrenal. Todo lo que nos aleja de Dios son como espinas que impiden nuestro crecimiento y nos atan a este mundo. Soltarlas no es una acción fácil. El pecado busca la manera de anclarse profundamente sí nos descuidamos.
Debemos estar muy conscientes para que Jesús haga la transformación en nosotros. Sí queremos crecer pero no soltar el pecado, resulta impossible.
Aunque ésta transformación sea dolorosa, es necesaria. Trae consigo la vida eterna que Jehová quiere para nosotros. Nos da descanso y permite que podamos fluir de la mano con Jesús.
“Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” Juan 4:14
Conclusión
Seguir el camino de Jesús implica crecer. Cada día sentirlo más cerca, buscar con más pasión su verdad y compartirla para que otros también disfruten de su amor.
Esto ocurre gracias a la gran transformación que Jehová hace en nuestras vidas. Sí lo pedimos con corazón humilde y dispuestos a seguir su palabra, él nos hace de nuevo. Debemos estar agradecidos con ese perdón y la mejor manera de hacerlo en honrando al padre con nuestra vida que ha hecho nueva.
Cuando Dios nos transforma, puede ser doloroso. Por ello debemos desarraigar el pecado y confiar en que su plan es mucho mejor para nuestras vidas. Su amor es incomparable y eterno. Así que crecer es un ejercicio de cada día, nunca se detiene. En esa gracia estamos más cerca de su amor y de su gloria.
© Julio Torres. Todos los derechos reservados.
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Excelente predica hermano, aleluya, gloria a Dios por esta Palabra que compartió, aleluya, de verdad que el pueblo se goza con estás predicas poderosas