Contradicciones de un Rey Sabio: Lecciones sobre la Obediencia a Dios
Texto base: 1 Reyes 4:29–34
Tema: La obediencia
Categoría: Bosquejos Bíblicos para Predicar
Introducción
Salomón, hijo de David y Betsabé, fue un rey extraordinario. Comenzó su reinado en Israel alrededor del año 970 a.C., siendo aún joven, probablemente con unos 20 años. Fue un líder con habilidades únicas: administraba con inteligencia, se interesaba por las ciencias, escribió proverbios, dirigió grandes construcciones, y sobre todo, fue conocido por su sabiduría.
El templo que edificó para Jehová tardó siete años. Su palacio, trece. Fue admirado por reyes y reinas de otras naciones. Y sin embargo, con todo ese esplendor… Salomón cayó. El mismo hombre que oró con humildad para pedir sabiduría, terminó esclavo de sus pasiones y de su propio orgullo.
¿Cómo puede alguien tan sabio actuar tan neciamente? ¿Cómo alguien tan bendecido por Dios se aleja tanto de Él? Vamos a examinar cinco contradicciones en su vida, que nos invitan a reflexionar sobre la obediencia como clave para no terminar lejos de la voluntad divina.
I. Fue sabio, pero vivió como un necio (1 Reyes 11:1–2)
Dios le dio sabiduría incomparable, pero Salomón desobedeció el mandato claro sobre el matrimonio con mujeres extranjeras. Terminó teniendo setecientas esposas y trescientas concubinas (ver. 3), lo que generó idolatría, división y confusión espiritual.
La sabiduría verdadera no se prueba en las palabras, sino en las decisiones. Como dice Proverbios 1:7:
“El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.”
Podemos saber mucho, pero si desobedecemos a Dios, lo que sabemos no nos sirve de nada.
Cuando nos resistimos a la corrección, perdemos la protección divina. Proverbios 29:1 nos advierte:
“El hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será quebrantado, y no habrá para él medicina.”
¿Has escuchado advertencias de parte de Dios últimamente? Si las ignoramos, no es por falta de sabiduría, sino por necedad.
II. Gobernó una nación, pero no su corazón (1 Reyes 11:4)
Era rey, pero terminó siendo esclavo. Gobernaba ejércitos, pero no pudo gobernarse a sí mismo. Su corazón, dice el texto, “no era perfecto con Jehová su Dios.”
Esto es una gran advertencia para nosotros. Podemos tener control sobre muchas áreas: trabajo, familia, ministerio… pero si el corazón está dividido, tarde o temprano caeremos.
El apóstol Pablo escribió:
“El que piensa estar firme, mire que no caiga.” (1 Corintios 10:12)
Una fe genuina se refleja en una vida disciplinada. No se trata solo de lo que decimos, sino de lo que dominamos internamente.
III. Conocía a Dios, pero lo deshonró con sus hechos (Tito 1:16 / 1 Reyes 11:6)
Salomón no fue un hombre ignorante. Tuvo experiencias sobrenaturales. Oyó la voz de Dios. Y sin embargo, terminó viviendo como si nunca lo hubiera conocido.
Tito 1:16 nos pinta este cuadro con claridad:
“Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes…”
La fe no es solo un impulso emocional. No basta con un buen comienzo. Lo que cuenta es cómo terminamos.
Piensa en una carrera de maratón. Hay muchos que arrancan con fuerza, pero abandonan a mitad de camino. El Señor no busca corredores veloces, sino fieles hasta el final.
IV. Edificó para Dios… y también para los ídolos (1 Reyes 11:7–8)
Salomón construyó el templo más majestuoso de Israel. Pero después, levantó altares para Quemos, Moloc y otras deidades abominables. Pasó de ser un adorador a convertirse en cómplice de sacrificios humanos, al permitir cultos paganos que quemaban niños vivos.
Esto no fue un error aislado. Fue fruto de una decadencia espiritual gradual.
Hoy no levantamos estatuas en los montes, pero sí podemos construir altares invisibles en el corazón: al ego, al placer, al dinero, al entretenimiento, al poder.
El Señor dijo:
“No podéis servir a Dios y a las riquezas.” (Mateo 6:24)
¿Qué clase de altar estás levantando en tu vida? Si no es para el Señor, terminará consumiéndote.
V. Fue rico en oro, pero pobre en espíritu (1 Reyes 10:18–23)
Vivía rodeado de lujos. Comía en vajillas de oro. Tenía todo lo que un hombre podría desear. Y sin embargo, terminó amargado, sin propósito, lleno de ídolos y lejos de Dios.
Salmos 119:72 lo expresa mejor que mil palabras:
“Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata.”
También dice Proverbios 15:16:
“Mejor es lo poco con el temor de Jehová, que el gran tesoro donde hay turbación.”
¿De qué sirve tener mucho si el alma está vacía? Hoy, hay personas que lo tienen todo… menos paz.
Conclusión: ¿Sabiduría o obediencia?
Queridos hermanos y hermanas, Salomón comenzó con temor de Dios, pero terminó siendo esclavo de sí mismo. Su historia no es solo un recuerdo, es una advertencia para todos nosotros.
No basta con saber la verdad. Hay que vivirla.
No basta con haber comenzado bien. Hay que terminar fieles.
No basta con edificar para Dios. Hay que obedecerle todos los días.
“El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama…” (Juan 14:21)
Hoy es el momento de revisar nuestro caminar. ¿Dónde están nuestras contradicciones? ¿Qué hemos tolerado en el corazón que nos aleja del Señor?
Llamado a la acción
Te invito, en el nombre del Señor, a hacer lo que Salomón no hizo a tiempo: volver al camino de la obediencia.
Derriba los altares falsos. Rompe con las dobles vidas. Recupera la pasión por honrar a Dios con todo tu ser.
Si escuchas Su voz hoy, no endurezcas tu corazón. No dejes que tu historia termine en contradicción. Deja que la gracia de Dios escriba en ti una historia de obediencia, restauración… y fidelidad.