A pesar del mal ejemplo

  • (1) Hubo un crecimiento en la congregación, pues muchos de Israel se pasaron a Judá al ver que Jehová su Dios estaba con Asa (2 Crónicas 15:9).
  • (2) También hubo un crecimiento en la adoración pues se reunieron en Jerusalén y ofrecieron muchos sacrificios a Jehová (2 Crónicas 15:10-11).
  • (3) Hubo un crecimiento en la consagración pues todos los reunidos juraron que buscarían a Jehová el Dios de sus padres, de todo su corazón y de toda su alma (2 Crónicas 15:12-15).

En otras palabras, con sus decisiones, Asa promovió en su pueblo un gran avivamiento espiritual. Sin embargo, no fue fácil. Asa tenía una madre que se llamaba Maaca, la cual era adoradora de la diosa Asera (2 Crónicas 15:16).

Como Asa había tomado la decisión de desterrar todos los ídolos abominables tuvo que sostenerse firme aun cuando se trataba de su propia madre. Así que, Asa depuso a su madre de su dignidad por haber hecho una imagen de Asera y él destruyó esa imagen y la desmenuzó y la quemó junto al torrente de Cedrón (2 Crónicas 15:16).

Una vez más observamos que a pesar del mal ejemplo de su madre, este rey judío se mantuvo firme e inquebrantable en su decisión de servir a Jehová su Dios.

Otra cosa más, vemos que Asa sirvió al Señor con corazón perfecto, aun cuando el pueblo no lo apoyara porque ellos siguieron quemando incienso en los lugares altos, pero Asa continuó con su inalterable resolución obedeciendo los mandatos del Señor (2 Crónicas 15:17).

Aquí hay una buena lección para nosotros, pues de la misma manera que Asa, nosotros debemos obedecer a nuestro Dios con firmeza de corazón.

No nos fijemos si los demás sirven o no, el Señor nos dice en su Palabra que mantengamos puestos los ojos en Jesús, en nadie más, solo en nuestro Salvador, ya que ÉL no nos fallará ni decepcionará nunca.

III. EL EJEMPLO DE JOSÍAS.

Toca el turno de entrar en escena a Josías, el niño rey de Judá, pues ascendió al trono en Jerusalén cuando tenía escasos ocho años de edad. Pocos, muy pocos ejemplos de jóvenes consagrados tenemos en la Biblia, pero todavía hay mucho menos de niños. Por esto, es de mucho valor el relato de este niño que tomó la resolución de seguir íntegramente los mandamientos de Dios.

Josías, cuyo nombre significa “El Señor nos apoya”, era un jovencito, casi niño cuando se vio cara a cara, frente a frente ante el tremendo compromiso de guiar y gobernar al pueblo de Dios, el reino de Judá.  Pero él no se amedrentó ante tamaña responsabilidad, tomó las cosas con calma y ayudado sin duda por buenos consejeros, entre ellos Safán el escriba, Hilcías el sumo sacerdote, posiblemente el profeta Sofonías y algunos otros más; hizo frente al gran reto y logró uno de los más notables avivamientos en la historia de Israel.

Josías logró una reforma espiritual sobresaliente:

  • (1) Reconstruyó la Casa de Dios que si bien no estaba en ruinas, pero sí unas secciones de ella se habían dedicado a albergar dioses extraños.
  • (2) También le dio lugar a la Palabra de Dios renovando junto con todo el pueblo el pacto con el Señor.
  • (3) Asimismo limpió a todo Israel de la idolatría, pues no sólo se conformó con hacerlo con el reino del sur, el de Judá, sino que se extendió hasta algunas tribus del reino del norte, el de Israel, entre ellas Manasés, Efraín, Simeón y Neftalí.
  • (4) Y finalmente, celebró la pascua, la cual no se había realizado desde los días de Moisés y Josué.

Y todo esto, porque tomó la firme resolución de seguir a su Dios sin condiciones. Pero al igual que nuestros ejemplos anteriores, las cosas no fueron nada fáciles para Josías.

Dice la Biblia que aunque era un muchacho, él comenzó a buscar al Dios de David su padre, es decir, de quien era descendiente y limpió a Judá y Jerusalén de los lugares altos, de las imágenes de Asera, esculturas e imágenes fundidas (2 Crónicas 34:3)

Para esto, Josías tuvo que luchar contra la influencia del ejemplo negativo de su padre Amón y principalmente el de su abuelo Manasés. Este Manasés fue uno de los más perversos reyes de Judá, pues se atrevió a meter en la Casa de Jehová una imagen de Asera y edificó altares a Baal y adoró a todo el ejército de los cielos, pasó a su hijo por el fuego, y se dio a observar los tiempos y fue agorero e instituyó encantadores y adivinos e indujo al pueblo a hacer más mal que todas las naciones que Jehová había destruido delante de Israel. La tradición dice que este malvado rey fue el que mando asesinar al profeta Isaías aserrándolo, es decir, cortándolo con una sierra por la mitad.

Y Amón, el padre de Josías, anduvo en las mismas prácticas que su padre Manasés y Josías vivió esto los ocho años de su vida antes de ascender al trono; seis años con su abuelo Manasés y dos años con su padre Amón. Pero aquel jovencito no se dejó influir por el mal testimonio de sus antepasados, sino que empezó a buscar el rostro del Señor.

Mi más grande deseo es que todos nosotros, nuestros adultos, nuestros jóvenes y señoritas, nuestros jovencitos y jovencitas, inspirados por este rey Josías, nunca se fijen en la mala conducta de los que les rodean y traten de imitarla, sino que contrarresten el mal ejemplo con una vida de buen testimonio cristiano.

Bien lo dice el apóstol Pablo: “…No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal...” (Romanos 12:21).

Cuando uno ve un mal testimonio, lo primero que viene a la mente es renegar del cristianismo, de los cristianos y lo que es peor, del Señor de los cristianos. Y por impulso, más que por una oración y meditación, renunciamos a seguir sirviendo al Señor. Actuamos como si Dios fuera el culpable de lo que sucede. ¡Amados hermanos, esto no debe ser así!

Conclusión

Lo nuestro es servir al Señor y ÉL nos recompensará si somos fieles. Recordemos lo que dice el Maestro en la parábola de los talentos: “…Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor...” (Mateo 25:21).

No permitamos que nadie nos quite el gozo de servir a nuestro Dios y Rey. El consejo del apóstol Pablo es: “…Nadie os prive de vuestro premio…” (Colosenses 2:18).

Así que, aunque otros no lo hagan, nosotros sigamos adelante sabiendo que estamos sirviendo a un Dios Maravilloso. En el juicio se verá quiénes sirvieron a Dios y quiénes no lo hicieron. La Biblia dice: “…Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve…” (Malaquías 3:18).

A nuestra vida, amados, pueden llegar un sinnúmero de malos ejemplos, pero a pesar de ellos, no perdamos de vista que nos debemos a un Dios Amoroso, Bondadoso y Misericordioso.

A todos los que ponen de pretexto el comportamiento de tal o cual hermano o hermana, el Señor siempre les dirá lo que le dijo al apóstol Pedro: “… ¿Qué a ti?, sígueme tú…”   (Juan 21:22).

© 2016. Pastor José Alfredo Jimenez. Todos los derechos reserbados.

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