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¿Lo está matando la soledad?

Bosquejos Biblicos – Bosquejos para Predicar

A Oscar Mauricio Sarria lo mató la soledad. Se quitó la vida en una fría habitación en la periferia de Caracas, Venezuela. Lo hizo sin pensarlo dos veces, convencido de que era la única salida del laberinto. Dejó una carta escrita con rapidez y letra pequeña.

En ella se consideraba un perdedor. Decía que no había convencido a su esposa de regresar a su lado, que todas las solicitudes de empleo las habían devuelto, y que cada nuevo propósito de cambiar terminaba en derrota. “No vale la pena seguir adelante”, concluía.

Sus vecinos de cuarto no sospecharon nada, excepto la inquietud que les despertaba verlo todo el día encerrado. De su reclusorio voluntario sólo emergía en las mañanas para comprar pan y café. Jamás se refería a sus problemas, aunque alguna vez comentó que llevaba tres meses divorciado.

“Esta soledad me va a matar”, repetía con frecuencia.

No encontró una mano amiga en medio de la crisis. Lo abandonaron a su suerte. Así lo encontraron quienes comenzaron a sospechar que algo extraño ocurría después que pasaron cuatro días sin que saliera a la calle.

Cuando forzaron la puerta lo hallaron desvanecido en un sillón, con un reflejo de desolación en su rostro que ni siquiera pudieron borrarle antes del sepelio. Se llevó consigo maletas llenas de tristeza y desesperanza en su viaje a la eternidad.

Oscar Mauricio es una de las tantas víctimas de un mal que agobia al hombre de hoy: la soledad. Aun cuando habitamos ciudades enormes con millares de personas, el trajín del día a día absorbe a cada quien y les lleva a aislarse cuantos le rodean.

Deje de lado esa soledad

Cuando vengan a su vida períodos depresivos, lo más aconsejable es salir del mutismo y la soledad en los que con frecuencia nos encerramos, y abrirnos paso a la vida.

Recuerde siempre que las tormentas no son para siempre y no hay problema tan grande que no tenga solución.

A personas inmersas en la depresión, la angustia, la sensación de encontrarse en un callejón sin salida y de sentirse incomprendidos, el Señor Jesús les dijo: “»Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso.” (Mateo 11:28, Nueva Versión Internacional) El pasaje nos enseña tres cosas:

1. Todo ser humano está expuesto a enfrentar pesadas cargas; algunas producidas por sus propios errores y otras, fruto del mundo que le rodea.

2. Todo ser humano tiene dos opciones: seguir arrastrando la carga solo o entregarla en manos del amado Salvador.

3. Una vez entregamos la carga en manos de Jesucristo, es necesario que nos dispongamos a descansar. Sólo de esta manera, la paz reinará de nuevo en nuestro corazón y tendremos una perspectiva distinta del mundo.

Jesucristo nos acompaña siempre

Usted y yo no estamos solos, no importa cuál sea la situación por la que atravesamos. Él nos acompaña y quiere ayudarnos, si se lo permitimos.

Cuando se despedía de sus discípulos, el Señor Jesús hizo una promesa extraordinaria que trasciende hasta hoy. El les dijo: “…les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20 b. Nueva Versión Internacional).

Si alguna vez siente que llegó a una encrucijada, que nadie escucha sus ruegos ni se compadece de su angustia y desesperación, recuerde que el Señor Jesús le acompaña. No está solo. Nunca lo estará. Vuelva su mirada a Cristo… El jamás lo abandonará…

¿Ya se decidió por la vida eterna?

Hay otra decisión sumamente importante para usted, y es el lugar en el que pasará la eternidad. Al leer la Biblia encontramos dos opciones: muerte eterna o eternidad con Dios. Si se inclina por la segunda, hoy es el día para que de un paso fundamental: recibir al Señor Jesucristo en su corazón.

¿Quiere hacerlo ahora? Dígale: “Señor Jesucristo, gracias por morir en la cruz por mis pecados, para traerme perdón. Te recibo hoy en mi corazón como Señor y Salvador. Haz de mil lo que tú quieres que yo sea. Amén”

¡Lo Felicito! Es la mejor decisión que usted ha podido tomar. Ahora tengo tres recomendaciones fundamentales:

1. Ore cada día. Desarrolle intimidad con Dios a través de la oración.
2. Lea la Biblia diariamente. Aprenderá principios maravillosos para crecer en la fe.
3. Comience a reunirse en una iglesia cristiana. Es fundamental en su vida cristiana práctica.

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