En comunión con Dios

La hermosura no es física, es la hermosura del gozo que da el Espíritu Santo cuando estamos en amistad con Dios. Esto nos llenará de tal alegría que luego la podremos contagiar a los hermanos y así retroalimentarnos en el amor a Dios.

En la iglesia tendremos el clima y el recogimiento para poder inquirir al Señor. Inquirir significa buscar el conocimiento, sobre todo a partir de preguntas. Preguntemos al Señor, Él nos dará las respuestas que buscamos. Muchas veces queremos resolver nuestros problemas y angustias, sin ponerlos primero a los pies de Dios.

III. Somos un Cuerpo que está unido a la Cabeza, que es Cristo (1 Corintios 12:26-31)

Cuando vamos a la iglesia, y fuera de ella, debemos buscar la unión. Una unión en doble sentido, con la Cabeza que es Cristo y con los hermanos que son el Cuerpo. Somos uno solo que está en oración ante Dios, cada uno con sus dones y con sus dolencias. Por esto, si un miembro está sufriendo sufre todo el cuerpo; y si otro está recibiendo consuelo, se derrama a los demás.

En la iglesia hallaremos esta comunión con Dios, unión, y a través de ella, recibiremos más dones que si los pedimos solitariamente. Porque las voces de los hermanos se unirán y serán un solo clamor hacia Dios, buscando su gracia.

Unos serán maestros, otros profetas, otros sanadores, pero todos miembros de un mismo cuerpo que está en oración. Si somos conscientes de esta realidad, no estaremos nunca solos y recibiremos el consuelo del Espíritu que se derrama sobre los que lo piden de corazón.

Al asistir a la iglesia, observaremos diversos dones en los hermanos. Sin embargo, el apóstol Pablo nos advierte que si no tenemos amor, nada sirve. Es por esto que la asamblea no será verdadera iglesia si no se practica el amor entre los hermanos. Alguno profetizará, otro sanará las dolencias del cuerpo, pero no se avanzará en el camino si no hay amor.

No podremos crecer espiritualmente si no nos entregamos a los demás con verdadero amor (1 Corintios 13:1-3). Si lo que buscamos en la asamblea es destacar, no tenemos verdadero amor.

El amor es humilde, es paciente, no se enfada, no busca el mal. Así debemos ser con los hermanos, y entonces estaremos encaminados hacia el encuentro profundo con la Palabra que reforma nuestras vidas.

Comunión con Dios – Conclusión

Los cristianos debemos imitar a Cristo. Y Cristo nos mostró con su ejemplo que para hablar con su Padre, asistía frecuentemente a los lugares de oración, ya sea la sinagoga o el Templo. Del mismo modo tenemos que hacer nosotros, yendo a la iglesia para el encuentro con Dios en la oración.

Que vayamos a la iglesia no es algo accesorio a nuestra vida espiritual. Al hacerlo, encontraremos allí el gozo que nos fortalecerá para la lucha diaria contra el pecado. Y encontraremos también el tiempo para el arrepentimiento, pidiendo con humildad perdón al Dios de la misericordia.

La fuerza para nuestra vida espiritual debe brotar de la consciencia de que somos un solo Cuerpo, y Cristo es nuestra Cabeza. Como un cuerpo con muchos miembros, tenemos que poner al servicio de los hermanos nuestros dones y permanecer unidos a la cabeza que es Jesús. Así creceremos unidos hasta llegar al Reino, donde será el culto eterno al Dios Todopoderoso.

© Ricardo Hernández. Todos los derechos reservados.

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