Conclusión
En la actualidad, vemos que cada vez más gente se aleja de Dios. Lo triste es que muchos lo conocieron, fueron cristianos, que se dejaron seducir por el mundo. Y en esta caída, pueden arrastrar a muchos otros hermanos a la falsa adoración.
Porque no puede existir en el hombre el amor a Dios y el amor al mundo. O se vive unido a Dios con toda el alma, o se le permite al mundo que se adueñe de nuestro corazón. Se puede tener a Dios en los labios, pero dejó de ser el centro de nuestra existencia. Y ahí es cuando estamos cambiando lo verdadero por lo falso (1 Corintios 6:19-20).
Tenemos muchísimos motivos para adorar a Dios con todas nuestras fuerzas, sólo es cuestión de reconocerlos y admitir a Cristo como el Señor de nuestras vidas (Salmo 28:7; Salmo 63:3-4).
© Francisco Hernández. Todos los derechos reservados.