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Dios es mi fortaleza

Bosquejos Biblicos

Bosquejos Biblicos Texto Biblico:Te amo, oh Jehová, fortaleza mía. Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.” (Salmo 18:1-2)

Introducción

No podemos confiar en nuestra fuerza. No podemos afrontar los peligros de la vida espiritual y las persecuciones a causa de Cristo si sólo tenemos nuestras fuerzas.

En la medida en que confiemos cada vez más en Dios, la fuerza del Señor suplirá nuestra debilidad y nos dará lo que necesitamos para resistir. Pidamos con confianza esta fuerza, para encontrar en Dios el refugio donde estar seguros.

I. La fuerza de Dios es la fuerza del creyente (vers. 1)

a. Las fuerzas del hombre son limitadas. No podemos fiarnos de nuestra fuerza para afrontar las dificultades y para resistir a la tentación. Nuestra fuerza espiritual no tiene su raíz en nosotros. Si no la cimentamos en Dios, somos un árbol sin la capacidad de crecer y desarrollarse (vers. 1).

b. Cuando sintamos que no podemos perseverar en la batalla espiritual, tenemos que recurrir a Dios. Porque Él quiere darnos la fuerza, pero somos nosotros los que no se la pedimos. Las tentaciones y los problemas pueden desgastar las fuerzas del hombre. Pero si nos refugiamos en Dios, nada nos debe atemorizar (Isaías 40:29).

c. Si no hacemos que desaparezca el hombre viejo y renacemos en el Espíritu Santo, no alcanzarán nuestras fuerzas para luchar contra el pecado. Debemos morir a la soberbia de creernos que todo es mérito nuestro.

Cuando reconozcamos que nada podemos por nosotros mismos, dejaremos de temer la derrota. Porque en ese momento, alcanzaremos la victoria fortalecidos en Cristo, y venceremos al mundo que nos combate (2 Corintios 12:10).

d. Esto no significa que no tendremos que esforzarnos nunca más. La fuerza de Dios actúa en nosotros cuando varonilmente nos enfrentamos a los obstáculos que quieren alejarnos de Él. Debemos poner de nuestra parte el fortalecimiento de la fe, no dejando que nada nos haga decrecer nuestra confianza en Dios. Si entregamos a Dios nuestra debilidad, Él nos devolverá su fortaleza, pero antes tenemos que tomar la determinación de servirlo (1 Corintios 16:13).

II. No sólo es la fuerza, sino el refugio en el peligro (Salmo 18:2)

a. Así como cuando alguien que padece una agresión, busca instintivamente un refugio donde guarecerse, así debemos buscar a Dios. Frente a las tentaciones, las persecuciones y los ataques de los enemigos de Dios, no debemos perder la esperanza.

No sólo nos dará la fuerza, sino también un lugar donde sentirnos protegidos. Ese lugar es nuestra alma, confortada y protegida por el Espíritu Santo (vers. 2).

b. Debemos ejercitarnos en la confianza en Dios, para que nuestra fuerza no sea la nuestra, sino la fe en su poder. Si nuestra fe está firme, anclada en el poder de Dios, no tendremos que temer ningún mal. Lo que debemos tener es un espíritu entregado a Él y arrepentido de sus pecados. Él se complace en los humildes y en los que buscan su protección, porque es un Padre misericordioso que nos ama (Isaías 41:10).

c. Encontraremos la fuerza en la Palabra de Dios. Si nos hallamos en desasosiego, y necesitamos aliento para continuar en el servicio de Dios con fidelidad, tenemos que recurrir a la Palabra de Dios. Es tan grande su poder para consolar y alentar en medio de la dificultad, que no podemos dudar de su eficacia. Sabemos que es Dios mismo quien nos habla y nos guía a través de sus enseñanzas en la Escritura (Hebreos 4:12).

Conclusión

No debemos confiar de nuestras fuerzas. Si estamos en medio de dificultades y tentaciones, la fortaleza para superarlas debemos buscarla en Dios. Nosotros tenemos muchas limitaciones, pero el poder de Dios es infinito, y nos sostendrá en la batalla de la fe. Del reconocimiento de su poder es que brota la alabanza de los que le sirven (Salmo 28:7).

La fuerza del cristiano no es la fuerza del mundo. Nuestra fortaleza no reside en nosotros mismos, sino en reconocer nuestra debilidad y recurrir a Dios. Debemos aceptar nuestras limitaciones, para confiar plenamente en Dios que nos salva. Si entregamos a Dios nuestra debilidad, recibiremos de Él la fuerza para resistir a la adversidad (1 Corintios 1:18).

No debemos sentirnos solos en el combate espiritual. Porque Dios está siempre al lado del que necesita su auxilio. Y junto a Dios, no debemos temer a ningún mal (2 Corintios 12:9).

© Pedro Blanco. Todos los derechos reservados.

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