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La belleza

Y sí, nuestras fuerzas de pueden agotar, podemos hacernos mayores y cumplir nuestro propósito en la Tierra. Pero la Biblia nos recuerda que nuestro ser interior, es decir nuestro espíritu, se fortalece en Cristo Jesús (2 Corintios 4:16). Esto debería ser nuestra principal preocupación: alimentar nuestro espíritu con la Palabra del Señor.

III. Lo realmente importante

Al Señor lo único que le interesa es nuestro corazón. Lo que cultivemos, eso será lo que cosechemos en la vida de cada uno. Dios no se interesa en cómo nos vestimos, nuestro tono de piel, nacionalidad, nada de esto.

De hecho, Él exhortaba a sus ministros a que no se dejaran guiar por la vista humana, sino que se dejaran guiar por las órdenes de Dios. Este fue el caso de David, cuando Samuel le fue a ungir en su casa (1 Samuel 16:7).

El profeta se dejó llevar por lo que percibía físicamente del resto de hermano de David. Pero a Dios no le importaba si eran altos o de buen parecer. Él lo único que quería era un hombre con un corazón dispuesto a servirle y que no desfalleciera ante las dificultades.

Y así fue, el Señor conocía la espiritualidad de David y como no se fijó en su apariencia ni que fuera el menor de la familia, lo convirtió en un gran rey que llevó a su pueblo a muchas victorias.

¿Qué concluimos?

La belleza física es algo que tarde o temprano se irá. Aunque sí, es importante que cuidemos de nuestro cuerpo, nos arreglemos, seamos aseados y vayamos a chequeos médicos para cuidar de nuestra salud.

Sin embargo, hay una diferencia entre higiene, salud y vanidad. La Biblia nos advierte que las vanidades físicas, aquellas que solo se basan en apariencias, no prevalecen eternamente.

Esas personas que gastan sus fuerzas y energías en seguir modas que son igual de transitorias, son aquellas personas que después se pueden volver dependientes y obsesionados/as con las tendencias.

Somos hijos de Dios. No necesitamos de la aprobación de otras personas para sentirnos bien con nosotros mismos y ser felices por esto. De hecho, la opinión más importante para nosotros debería ser la de nuestro Padre Celestial.

Después de todo, somos su creación, le pertenecemos. Así que esa debe ser nuestra prioridad sobre cualquier cosa.

Agrademos al Señor, que la belleza nuestra no sea solo de forma externa sino que haya esa gracia divina en nuestro interior. Que seamos agraciados por dentro primero, y luego sí podremos pensar en adornar nuestro exterior.

Redactado por C. Carrero para Central de Sermones.

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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