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Dejando el orgullo atrás

Bosquejos Bíblicos

Prédica de hoy: Dejando el orgullo atrás

Texto Bíblico Principal: “Unánimes entre vosotros; no altivos,, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión” Romanos 12:16

Introducción

Cuando entregamos nuestra vida delante de Dios, tomamos sus conocimientos y virtudes como nuestras. Nuestro orgullo carnal deja de ser el centro de atención.

Empezamos a reconocer que nuestro “yo” existe solo porque él lo permite. Pero, aunque nuestro espíritu se afirme en el Señor, el cuerpo es más fácil de caer en tentación.

¿Es sencillo dejar nuestro ego de lado? Solo con la fe suficiente y la ayuda de Dios podremos hacerlo. Él nos ama tanto que hace de los grandes desafíos, oportunidades de aprendizaje

I . ¿Qué orgullo debemos dejar atrás?

“Mas el que se gloría, gloríese en el Señor; porque no es aprobado eel que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba” 2 Corintios 10:17-18

Dios nos enseña a amar, amar al prójimo como a nosotros mismos. ¿En qué momento el orgullo toma posición en este acto? ¿Por qué debemos vaciarnos de él?

Sí bien debemos compartir el amor, éste es un amor muy específico. No amamos las cosas del mundo. Tampoco debemos tener estimación alta únicamente en nosotros mismos. El amor que practicamos los cristianos es en Jesús. Un amor que no genera ambiciones de poder más que el que Dios quiera darnos para obrar en su nombre.

El problema empieza cuando queremos más, para alabar nuestro ego. Nos olvidamos de que el verdadero fin de nuestras acciones debe ser el Padre. La carne busca el aplauso y la validación, pero en el espíritu debemos discernir que esto no es correcto. No debemos basar nuestra prédica en el orgullo, sino en el amor.

En la Biblia varias veces se reprende a los que guardan orgullo y soberbia. Recordemos que éste fue el inicio del pecado originario.

II. El orgullo de Adán y Eva

“Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” Génesis 3:5

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