Dejando el orgullo atrás

El primer pecado que la Biblia nos ilustra fue el orgullo acompañado de la mentira. La serpiente convenció a Eva diciéndole que sería igual a Dios y ella hizo lo mismo con Adán. Es decir, la ambición de saber más de lo debido la llevó a que desobedeciera la palabra del Padre. ¿Cuántas veces hemos estado en situaciones similares?

Su consecuencia no fue que se hicieron sabios y creadores. Las escrituras nos dicen que a causa de su orgullo, fueron desterrados del huerto del Éden.

III. Consecuencias del orgullo

“Ciertamente la soberbia concebirá contienda; mas con los avisados está la sabiduría Proverbios 13:10

El libro de los Proverbios nos advierte muchas veces qué ocurre con aquellos que se dejan dominar por el orgullo. Generalmente el orgulloso piensa que hace todo bien y se jacta de sus habilidades.

Cuando esto sucede empieza a nublarse su vista, y se olvida de que sin Dios nada sería posible. Es muy grave olvidarse de que hacemos su voluntad y preferir hacer la nuestra.

El orgullo crea problemas en nuestra espiritualidad e interfiere en nuestras vidas. ¿Alguna vez haz tratado con alguien que cree saber más que todos? Es necio y en lugar de estar atento, se niega la oportunidad de aprender.

“Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo”
1 Corintios 8:2

IV. ¿Cómo vaciarnos del orgullo?

“Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, qué hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque esas cosas quiero, dice Jehová” Jeremías 9:24

Usamos la palabra “vaciar” porque ante Dios somos como una vasija. Diariamente debemos ser llenos de su unción. Para vaciarnos del orgullo que carnalmente nos acomete, necesitamos estar apasionados por él.

El orgullo nace de una necesidad de aprobación constante. Generalmente quiénes mas orgullosos se muestran, mas inseguridades guardan.

En nuestra actualidad el mundo crea personas orgullosas. Las redes sociales incitan a la vanidad disfrazada de amor propio. Sí ustedes buscan que alguien los apruebe, ojalá que sea de parte de Jehová, el resto no es más que vanidad.

Despojar el orgullo y mantener una autoestima saludable, no es difícil si nuestra fe está puesta en Dios. Debemos rendirnos ante sus pies y reconocer que si él no somos nada. Partiendo de esta humildad sincera, nuestro corazón aprenderá las formas con las que debemos agradar a el Padre.

Conclusión

Encarar el orgullo es un ejercicio diario, pues en nuestra condición humana todos lo tenemos. La verdad aparece en cuanto seamos capaces de balancear nuestro amor para Jesús.

En el momento en que aceptamos que nuestro propósito es glorificar a Jehová, nos alejamos del orgullo. Esto no debe ser un peso, al contrario ¡que alegría que esa sea nuestra misión en la tierra! Por supuesto, sí caminamos con los deseos de la carne, no será fácil. 

Para nuestra calma, Jesús nos invita a caminar con él. En su senda hay lugar para los humildes, solo debemos arrepentirnos, abrir nuestro corazón y apasionarnos en su nombre.

© Pedro Blanco. Todos los derechos reservados.

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