Bienaventuranzas (Parte I)

Bienaventuranzas – Segundo paso: Arrepentimiento verdadero

Mateo 5:4Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”.  Las lágrimas en este versículo, nos muestran el corazón de una persona que se arrepiente. Este paso es trascendental para el cristiano. A diario debe haber un corazón arrepentido para Dios, un corazón que confiesa su necesidad a Dios.

Recordemos los días en que comenzamos nuestro caminar en Cristo ¡Esta bien! Al momento de reconocer en nuestro corazón que Dios es bueno y que Él nos ama con amor eterno, nos redimió del pecado por medio de Jesús, nuestro corazón lo único que quería era cambiar nuestra mala conduct.

Pero este arrepentimiento no viene solo. Se acompaña por la ayuda del Espíritu Santo quien nos guía a toda verdad. Nos conmueve porque Él nos lleva al arrepentimiento genuino, el cual lo podemos vivir cuando reconocemos la gloria de Dios en nuestro corazón, y por esto mismo, recibimos el consolador. El arrepentimiento nos permite tener la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida.

Bienaventuranzas – Tercer paso: caminando con corazón apacible (Mateo 5:5)

Se muestra que un corazón manso es agradable a Dios, porque siempre está dispuesto a cambiar y a obedecer Su voz. Cuando estamos caminando  en Cristo, en nuestros primeros pasos recordamos que somos necesitados de aprender todo lo que Él nos permita ver. Más cuando queremos agradarlo con nuestra vida y estamos agradecidos por Su bondad y amor.

La mansedumbre permite ver las manifestaciones de Dios sobre nuestra vida. Jesús nos muestra que aquel que tiene un corazón apacible puede ver la heredad que Dios ha prometido a los que le aman.

Cuando recibamos esa tierra por heredad, recordemos que no es por nuestras fuerzas ni nuestro talento. Es porque hemos tenido un corazón apacible y dispuesto a Dios.

Bienaventuranzas – Cuarto: Hambre de Dios (Mateo 5:6)

El alimento espiritual es el que nos permite el crecimiento en Cristo. Nos llena de fuerza y nos permite estar dispuestos a seguir avanzando en nuestra vida Cristiana.

El hambre del conocimiento de la palabra no solo se puede recibir para sí mismo, sino que con el paso del tiempo debemos entregar de los frutos que alguna vez alguien ha sembrado por la gracia de Dios en nuestro corazón.

Deja un comentario