El yugo de Cristo

A. Escuchando sus palabras.

El es el Profeta Supremo prometido a Israel de quien se dijo: “A El oíd”. Mandato divino enfatizado nuevamente por Dios en el bautismo de Jesús.

B. Imitando su ejemplo.

Es nuestro modelo perfecto. No nos impone ningún deber que El mismo no haya cumplido en su vida ejemplar. El abrió la senda y nosotros tenemos que seguir sus pasos.

C. Adoptando su mente y espíritu.

“Que soy manso y humilde de corazón”. Debemos compartir la mansedumbre y humildad de Cristo, pues: “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El”. La verdadera humildad suprime el orgullo e imparte un carácter dócil y amable.

3. La bendición que promete “Hallaréis descanso para vuestras almas”.

El reposo corporal es dulce e indispensable. ¡Cuánto más el descanso del alma! Esta promesa incluye:

A. Descanso de la servidumbre del pecado.

No existe labor más severa o cruel, ni acompañada de mayor miseria, que la del pecado. Esclavitud de Satanás. Vasallaje de su maldito imperio.

B. Descanso de la iniquidad interior.

“Los impíos son como la mar en tempestad, que no puede estarse quieta. No hay paz, dice mi Dios, para los impíos, sino temor y constante recelo”; pero “justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios”. Por esto el ama puede cantar:

Oí la voz del Salvador Decir con tierno amor, Ven, ven a Mí, descansarás Cargado pecador Tal como era, a mi Jesús; Cansado yo acudí Y luego dulce alivio y paz Por fe, de El recibí.

C. Eterno reposo en el Cielo.

Queda un reposo para el pueblo de Dios. De los trabajos, conflictos, tristezas, cruces, sufrimientos, etc. Reposo constante y eterno (Apocalipsis 14:13). Para persuadir a los pecadores a aceptar esta invitación observad.

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