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Para predicadores – Parte 3

Estudios Biblicos – Predicas Cristianas

Homilética: Parte #3

La actitud y el gesto

La predicación, estudio y crítica del gesto en los predicadores. Pero creemos que no es necesario hacerlo con tanta extensión en este estudio. Con decir que debe suprimirse todo gesto raro o ridículo y cultivar la naturalidad, está dicho todo lo esencial.

El gesto ridículo suele producirse por las siguientes causas:

1. El temor. El predicador se siente objeto de todas las miradas y busca alivio en alguna acción, llevado por su nerviosismo.

2. La dificultad para encontrar la palabra adecuada. Un predicador levantaba la cabeza e introducía dos dedos en el cuello de la camisa, paseándolos alrededor, cada vez que sentía dificultad para hallar una palabra. Otros practican la fea costumbre de rascarse la cabeza, dando la falsa sensación de hallarse atormentados por parásitos. A los más les sobreviene una tos seca, forzada, artificial, que, al ser repetida constantemente por un predicador que no padece catarro ni tuberculosis, denuncia a la vista de todos que el motivo está en la mente y no en los bronquios del orador.

3. El simple hábito, sin razón determinante alguna, es muchas veces suficiente para crear y perpetuar un gesto ridículo en ciertos predicadores.

He aquí algunos de los principales:

LA RIGIDEZ
Hay muchos predicadores que por temor a caer en gestos ridículos apenas gesticulan al predicar, manteniéndose en una pose rígida, calculada y fría, que en nada ayuda a la comprensión del sermón, ni habla mucho en favor de la misma sinceridad del predicador. Se cuenta a este propósito de un predicador anglicano, el cual preguntó a un popular dramaturgo:

—¿Cómo es que diciéndoles la verdad de Dios el pueblo no acude a escucharme y concurre en masa a oír a usted que sólo representa farsas imaginarias?

A lo que respondió, muy acertado, el actor teatral:

—Es muy sencillo: Usted habla de la verdad como si fuese mentira, y yo presento la mentira como si fuese verdad.

La gesticulación es muy útil en el sermón para dar énfasis y comprensión al mismo, siempre que se practica acertadamente y con moderación.

GESTOS INOPORTUNOS

Una de las peores calamidades gesticulatorias del predicador es el gesto inoportuno. Parece imposible, pero algunos predicadores han adolecido de este defecto. El gesto no corresponde con la frase o pensamiento en el mismo momento que se pronuncia.

Un evangelista que pronunciaba las palabras «Venid a Mí todos los que estáis trabajados, etc.» con el puño levantado, y ponía énfasis en la última frase del texto «yo os haré descansar», con una enérgica evolución del puño en alto. Es fácil comprender el efecto contraproducente de este gesto tan poco adecuado a la frase que pretendía subrayar.

El predicador debe estar alerta sobre sí mismo para desarraigar cualquier hábito impropio, tanto de fraseología como de acción. Como todos los hábitos, es muy fácil suprimir un gesto ridículo al principio, pero cuesta mucho si se hace viejo. Cada predicador debe tener advertidos a sus íntimos de que le avisen si observan en él algún hábito anormal, y procurar corregirlo inmediatamente.

Que ningún predicador se deje empero intimidar por el temor de incurrir en gestos inadecuados, que sea natural, que exprese las cosas como las siente, accionando según sea su costumbre en la conversación, excepto en frases de exhortación sentenciosa que raramente ocurren en la conversación vulgar.

El predicador es un servidor y un profeta de Dios y no un actor; por lo tanto, no debe, como éste, exagerar el gesto. Ningún gesto es malo si es suyo, es decir, algo natural de su persona en el hablar común. Solamente en el caso de un gesto muy desacertado, cuando corre el peligro de repetirlo para toda clase de frases convirtiéndose en hábito, es que debe mirar de corregirlo. Pero como esto ocurre a los predicadores con excesiva frecuencia, por esto son necesarias estas advertencias y el estudio del gesto en los seminarios y escuelas bíblicas.

COMO CORREGIR EL GESTO Y LA DICCIÓN

En ciertos colegios de predicadores se corrigen los defectos del orador sometiéndole a la crítica de sus compañeros, en la siguiente forma:

El profesor distribuye hojas que contienen una descripción de todos los juicios posibles que puede merecer el predicador a sus oyentes, y cada estudiante subraya de la lista lo que le parece aplicable al compañero predicador, el cual puede ver la impresión que ha causado a la mayoría de sus oyentes por medio de las hojas referidas.

El estudio de las observaciones de los oyentes sobre una lista semejante es muy útil al predicador, por lo que recomendamos a los que nunca han pasado por esta prueba en un Seminario se sometan a ella poniendo esta lista en manos de la esposa o de amigos íntimos, de percepción aguda y buena comprensión.

Sin embargo,«No se deje el lector intimidar por estos detalles temiendo a cada paso el ridículo. Corríjase de algún defecto grave si tiene de ello necesidad; pero olvide los juicios del público al dar el mensaje de Dios. “La vida es más que el alimento y el cuerpo más que el vestido”, dice Jesús. Del mismo modo, la parte espiritual del mensaje es más que estos detalles. Predicadores correctos en sus maneras pueden ser muy pobres espiritualmente o en contenido del sermón, y predicadores cargados de defectos de expresión han sido grandes profetas de Dios. Pero si es posible alcanzar ambas cosas, mayor será nuestra eficacia y más alto el crédito de la gloriosa causa que defendemos.»

Tratemos de servir a nuestro adorable Señor con las mejores dotes que El mismo nos ha concedido y usémoslas del modo más adecuado y eficaz posible

GRÁFICO DE POSICIONES

Leer el sermón en la palma de la mano.

Restregarse la nariz con el dedo.

Amenazar a los oyentes con los puños.
Abalanzarse sobre el auditorio Inclinando el cuerpo hacia adelante.

Buscar ideas rascándose la oreja.
Apoyar la cabeza sobre el brazo.

Sacar las Ideas con el dedo, del cuello de la camisa.

Estremecer al auditorio con ensordecedores gritos y toser ruidosamente al final de cada párrafo.

Marear a los oyen tes balanceando el cuerpo en forma de péndulo de un lado a otro.
Romper la Biblia a puñetazos para aumentar el énfasis.

Meter una mano en el bolsillo y calmar los nervios moviendo las llaves o cualquier

Colocar los brazos en “la jarra”

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