La ofrenda de otro… pero no mía

Pastor Daniel Caramutti

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La ofrenda de otro... pero no mía

La ofrenda de otro… pero no mía

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En referencia a ello leemos en Génesis 22:6 que “…tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos…” Hasta ese momento, pienso que habrá sido agradable para Isaac verlo al “viejo” preparar ofrenda y dedicársela al Señor. Más de seguro que cuando él se vio en la realidad de ser una “ofrenda en persona”, la cosa cambió.

No puedo imaginarme el desconcierto de este joven, al ver la intención de su propio padre de matarlo en sacrificio a Dios, y pienso en la férrea resistencia que opuso. Isaac, no era una ofrenda voluntaria, en donde estuviera participando su decisión, ó sumisamente de propia determinación.

Isaac estaba allí constituido en la ofrenda voluntaria de otro. La Biblia no menciona nada respecto a oposición u/o resistencia de Isaac, pero podemos deducirlo de lo que se lee en: Génesis 22:9 “… cuando llegaron al lugar donde Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y acomodando la leña, “ató” a su hijo Isaac, para luego ponerlo en el altar sobre la leña…” ¿Por qué debió atar Abraham a su hijo? Sino excepto para inmovilizarlo, dejándole incapaz de poder defenderse o salir corriendo.

Tengo dos muchachos, uno joven el otro adolescente, y me tengo que poner fiero y cabrero muchas veces. Luchando voluntad contra voluntad hasta lograr que obedezcan, ni me quiero imaginar decirles: Arielito, Andresito: vengan que los voy a “achurar” en el altar, en honor al Señor.

Piensen por un momento en Isaac. Les invito que se metan su piel por unos instantes, en el momento que se apercibió que la ofrenda que iba a dar su padre, iba a tener un enorme precio para él, pues costaría su propia existencia.

Puedo escuchar a Isaac diciéndole a Abraham: Bien papá, ¡te felicito por tu devoción! Por algo te dicen “amigo de Dios a vos” eh? ¡Bravo, bravo! Pero con permisito… yo tengo una vida que vivir…. ¡conmigo: ol-vi-da-te! ¡Yo me voy de acá huyendo!

Pensemos ahora en nosotros.

Nos deleita ver a hombres y mujeres usados por Dios. Quedamos fascinados con historias de mártires de la fe, que dieron sus vidas por la causa del evangelio, gustamos de su unción, nos valemos de lo que hablan, nos inspiran en la fe, pero que no nos toque constituirnos en su lugar.

Porque una cosa es ser espectador, pero otra cosa más seria es entregarnos en ofrenda voluntaria al Servicio del Señor, y en la flor de la vida, como Jesús, presentarse ante Juan el Bautista para ser bautizado y entregarse desde allí por entero a un ministerio, que pagará con su vida a favor de otros. Tiene otro color la cosa,

El plantearnos decidirnos servir a Cristo, poniendo la causa del Señor por sobre encima de cualquier otra prioridad válida: familiar, laboral, social es otro cantar, que muy pocos están dispuestos a sufrir. Isaac, el que iba a ser heredero de la promesa de Dios, estaba por terminar sus días como ofrenda- de su padre – a Dios.

Nosotros hoy aquí, herederos de la vida eterna, ¿estaríamos dispuestos a terminar nuestros días como ofrenda a Dios, por ej. por causa de la VISIÓN que nos fue dada como Iglesia?

¿Seríamos voluntarios de dar nuestras vidas por causa de Cristo a dónde él nos lleve? ¿Decididos por convencimiento propio de darlo-dejarlo todo por servirle a él? ¿Ó deberá el Señor atarnos para que le seamos útiles? Interesante que “atar” bíblicamente, es prohibir.

¿Tendrá el Señor que llegar al extremo de prohibirnos ciertas actividades o “que se nos seque el arroyo de Querit” como Elías para movilizarnos en ofrenda a él? Quiera Dios que no sea así, y nos evitemos el sufrimiento innecesario de estar contradiciendo al Señor.

Que no seamos como Jonás de La Biblia, que debiendo ir a Nínive tomó el camino contrario y sufrió mucho – e hizo sufrir mucho a su entorno – hasta volverse a la voluntad del Señor y obedecerle.

La ofrenda de otro… pero no mía – Sigamos con el relato bíblico.

Pasa el episodio del Monte Moriah. Sobrenaturalmente, milagrosamente, el ángel del Señor le grita a Abraham que detenga su mano, aparece el carnero para que tome el lugar de Isaac, y el capítulo 22 termina con un tremendo elogio de Dios, que le bendice por haber obedecido a su voz.

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Daniel Caramutti
Autor

Pastor Daniel Caramutti

Iglesia De La Ciudad - Reconquista (Santa Fe) - Argentina Somos una Iglesia Evangelística y Misionera que ministra puertas para afuera del templo, aquí y hasta lo último de la tierra. Nuestro propósito es ser una Iglesia influyente en la comunidad, en todos los ámbitos posibles, a través de cada creyente.

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