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La nueva evangelización del catolicismo

Hace unas tres semanas fuimos cinco hermanos a evangelizar dentro de un centro comercial. Allí abordamos a un hombre para compartirle las buenas nuevas del evangelio usando un método de encuesta.

Al preguntarle si ha llegado al convencimiento espiritual de que al morir irá al cielo, contesto que sí. ¿Por qué? — insistimos–. Y dijo: “Porque tengo a Jesús en mi corazón”. — A pesar de su respuesta, le pasamos un bosquejo evangelístico explicándole que el cielo es un regalo, que el hombre es pecador, que Dios debe castigar el pecado, y que en Jesús tenemos perdón de pecados y entrada segura al cielo.

Al llegar al punto de invitarlo a aceptar a Jesús como único y suficiente salvador insistió en que ya lo tenía. Dijo que lo había aceptado en un retiro de católicos carismáticos y que actualmente ha dedicado su vida al servicio de Dios dentro de la ICR. Él se mostraba convencido de que en un momento aorístico había aceptado a Jesús y eso le daba entrada al cielo. Un hermano joven de la iglesia me dijo en voz baja y algo en broma: “este ya es hermano”. Le expliqué al interlocutor que aceptar a Cristo significa, entre otras cosas, transferir su fe, de los sacramentos, de las obras, del santoral, de María, etc; a Jesús únicamente. Él respondió que está totalmente de acuerdo conmigo; de hecho no me refutó absolutamente nada. Finalmente agradeció a Dios por habernos enviado a compartir un tiempo espiritual con él y nos leyó un pasaje de la Biblia como regalo.

Este encuentro calza bien con la nueva tolerancia y la nueva evangelización de la ICR; lo cual me conduce a las siguientes reflexiones:

1. La tolerancia dialogal como estrategia de neoproselitismo.

El catolicismo quiere volver a ganar adeptos. En las épocas de conquista e invasión, los pueblos víctimas sólo tenían dos opciones, la cruz católica o la espada de la muerte. Siendo así todos los pueblos conquistados por reinos europeos eran catolizados por las buenas y mayormente por las malas. En la era del renacimiento y en la era del modernismo, la ICR anatemizaba a quienes diferían de ella o la cuestionaba, y en muchos casos llevó a la hoguera a no pocos “protestantes infieles”; ¿consecuencia? pierde poder, credibilidad y feligresía. Hoy, desde finales de la II Guerra Mundial vivimos en la era de postmodernidad, del diálogo abierto y de la tolerancia de las ideas. La ICR no puede más ganar adeptos por amenazas y condenas. Desde el Concilio Vaticano II ha optado por un “diálogo ecuménico” con las otras religiones, con la ciencia, e inicia el uso de los medios tecnológicos de comunicación. Pero es en el CELAM IV, Santo Domingo en donde se define la nueva evangelización. ¿En qué consiste?

En el cuarto CELAM de 1992 se admite que:

Hablar de Nueva Evangelización no significa que la anterior haya sido inválida, infructuosa o de poca duración. Significa que hoy hay desafíos nuevos, nuevas interpelaciones que se hacen a los cristianos y a los cuales es urgente responder (CELAM IV, Conclusiones 24)

Se enfatiza el diálogo con una cita del papa:

Para Juan Pablo II la Nueva Evangelización es algo operativo, dinámico…Es el conjunto de medios, acciones y actitudes aptos para colocar el Evangelio en diálogo activo con la modernidad y lo post -moderno, sea para interpelarlos, sea para dejarse interpelar por ellos. También es el esfuerzo por inculturar el Evangelio en la situación actual de las culturas de nuestro continente. (CELAM IV, Conclusiones 24)

Pero queda claro que el evangelio de la ICR semper idem

Hablar de Nueva Evangelización, como lo advirtió el Papa en el discurso inaugural de esta IV Conferencia, no significa proponer un nuevo Evangelio diferente del primero: hay un solo y único Evangelio del cual se pueden sacar luces nuevas para los problemas nuevos. (CELAM IV. Conclusiones 24)

Ese evangelio implica la vigencia de todo el aparato sacramental y la soteriología sinergista, que obviamente se encuentra alejado del evangelio de la Biblia.

Resumamos esta parte. Los católicos buscan y provocan el diálogo de manera diplomática. Cuando una persona aprecia esa “cordura” (¿carnada?) es posible que comulgue con la ideas de la ICR y luego tendrá que someterse a su desfigurado “evangelio”.

2. La imitación semántica como estrategia de ecumenismo.

Notamos que hoy los grupos de renovación dentro del catolicismo se expresan como evangélicos en su jerga religiosa, en sus cantos, en sus oraciones, en sus saludos y hasta en sus actividades. Pero eso no deja de ser una imitación semántica, para intentar hacer volver a muchos excatólicos “a casa”. Esto quedó claro en el CELAM IV en Santo Domingo (1992), en tinta y papel que hoy leemos:

La Nueva Evangelización tiene la tarea de suscitar la adhesión personal a Jesucristo y a la Iglesia de tantos hombres y mujeres bautizados que viven sin energía el cristianismo, «han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio» (Rmi 33). (Santo Domingo, CELAM IV, Conclusiones 26)

Esto es una reiteración de la invitación desesperada que hiciera Juan XXIII antes del Concilio Vaticano II a los “hermanos separados” a regresar a la casa de la cual salieron. Lamentablemente, muchos evangélicos se han dejado seducir y pertenecen ya al redil papal. Préstese atención a la nota puntual que ofrece el teólogo latinoamericano Emilio Antonio Núñez al respecto:

Los que buscan esta unidad ecuménica cierran voluntaria y deliberadamente los ojos al hecho de que la Iglesia Romana busca nuestro regreso a su seno. Es cierto que ya no se nos llama “apóstatas, hijos del diablo”, pero todavía se nos deja en la categoría de “hermanos separados”. ¿Separados de qué? De la Iglesia Romana, por supuesto; y para los jerarcas catolicorromanos esto significa separados de la única fuente legítima de autoridad cristiana. La conclusión es que para dejar de ser “hermanos separados” tenemos que volver a Roma. (E.A. Núñez, De Regreso a Roma, Guatemala: Imprenta de SETECA. pág. 2)

Seguidamente Núñez devuelve el término peyorativo “separado” a la ICR al escribir:

“Nosotros creemos en cambio, que los “separados” son los católicos, porque fueron ellos los que se alejaron de la verdad evangélica para levantar un sistema eclesiástico fundado en la arena movediza de la tradición y no sobre la roca inconmovible de la Palabra de Dios. De manera que son ellos los que despojándose de los dogmas con que han obscurecido el mensaje de la cruz tienen que volver humilde y sinceramente al evangelio que han abandonado. Ciertamente, nosotros nos encontramos separados de la Iglesia de Roma pero estamos unidos por la fe a Cristo y a su Evangelio.” (Ibid)

3. El creciente uso de la tecnología para propagar los conceptos de la ICR

Es notable el auge de la participación de católicos en los medios de comunicación. En cada país de Latinoamérica se pasa un mini programa titulado “El minuto de María”, “Lumen 2000”, “Jubileo 2000”, u otros títulos. Vemos católicos que entran a foros de discusión por internet para propagar las doctrinas católico romanas, pero bien decoradas de modo que nadie se escandalice. Pero esto es parte de la estrategia para que la gente vuelva a comulgar en la ICR. Léase parte de lo que dicta la nueva evangelización definida en Santo Domingo, CELAM IV, 1992):

Nueva en sus métodos. Nuevas situaciones exigen nuevos caminos para la evangelización. El testimonio y el encuentro personal, la presencia del cristiano en todo lo humano, así como la confianza en el anuncio salvador de Jesús (kerygma) y en la actividad del Espíritu Santo, no pueden faltar.

Se ha de emplear, bajo la acción del Espíritu creador, la imaginación y creatividad para que de manera pedagógica y convincente el Evangelio llegue a todos. Ya que vivimos en una cultura de la imagen, debemos ser audaces para utilizar los medios que la técnica y la ciencia nos proporcionan, sin poner jamás en ellos toda nuestra confianza.

Por otra parte es necesario utilizar aquellos medios que hagan llegar el Evangelio al centro de la persona y de la sociedad, a las raíces mismas de la cultura y «no de una manera decorativa, como un barniz superficial» (EN 20). (Santo Domingo, Conclusiones 29)

Es urgente que el hijo de Dios tenga abiertos los ojos del discernimiento espiritual. No nos dejemos engañar por oraciones, cantos, jerga u actividades similares a las evangélicas, pues la única finalidad de todo buen católico es hacernos volver a Roma. Hay que ver más a fondo, criticando toda doctrina y práctica religiosa a la luz de la Biblia. Y como dice Núñez, si un Católico deja sus dogmas, su vano sinergismo, su sacramentalismo y su santoral, y se arrepiente de su pecado reconociendo a Cristo como Salvador personal, bienvenido el nuevo hermano a la familia de Dios; si no, no.

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