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El origen sobrenatural de la Biblia

Estudios Bíblicos

Estudios Bíblicos palabra de Dios para hoy: El origen sobrenatural de la Biblia

Introducción

La Biblia es un fenómeno que puede explicarse de una sola manera: es la Palabra de Dios. No es la clase de libro que el hombre escribiría si pudiese, o que podría escribir si quisiese. 

El conjunto de las pruebas del carácter sobrenatural de la Biblia presenta una exhibición casi inagotable de consideraciones que, si se observan con objetividad, nos obligan a concluir que este libro no puede ser producto del hombre.

Aunque no se puede hacer una relación exhaustiva, algunas de las muchas características sobrenaturales de la Biblia son aquí enumeradas:

1. El carácter de los autores de la biblia.

Los que afirmaron ser inspirados poseían un carácter moral y espiritual de lo más elevado. ¿Quién acusaría a Moisés, a Pablo, a Isaías, o también al Señor Jesucristo, de ser personas de dudoso carácter?

Al menos hay dos cosas que hacen del todo improbable que ellos fueran unos mentirosos (además del nivel de ética que predicaban):

  • a) Una es el hecho de que continuamente pueden apelar a sus lectores en cuanto a la verdad que proclaman (Hc 2:22) (Hc 26:25-26);
  • b) La otra es que muchos de ellos, la mayoría, sellaron sus palabras con su sangre. Estaban dispuestos a morir por la verdad que enseñaban.

2. La continuidad de la Biblia.

Uno de los más sorprendentes y extraordinarios hechos respecto a las Escrituras es que, aunque fueron escritas por más de 40 autores que vivieron a lo largo de un período de más de 1.600 años, la Biblia es, no obstante, un Libro y no una simple colección de 66 libros.

Sus autores proceden de los más diversos lugares y situaciones de la vida; hay reyes, campesinos, filósofos, hombres de estado, pescadores, médicos, eruditos, poetas, cobradores de impuestos, rabinos, pastores, agricultores.

Vivieron en diferentes lugares (tres continentes: Asia, Africa y Europa) y culturas, en diferentes experiencias existenciales, y con frecuencia fueron completamente distintos en carácter.

Escribieron en tres idiomas distintos (hebreo, arameo y griego), con una gran variedad de estilos literarios (historia, leyes civiles, penales, éticas, rituales, sanitarias, poesía religiosa, tratados didácticos, poesía lírica, parábolas y alegoría, biografía, correspondencia personal, memorias y diarios personales, profecía y escritos apocalípticos) y tratando en sus escritos los asuntos más controvertidos.

Debido a estos obstáculos de continuidad, la Biblia por fuerza natural debía ser la más heterogénea, inconmensurable, discordante y contradictoria colección de opiniones humanas que el mundo jamás haya visto; pero por el contrario, la Biblia es exactamente lo que ha sido diseñada, es decir, un homogéneo, ininterrumpido, armonioso y ordenado relato de la historia completa de los tratos de Dios con el hombre.

La continuidad de la Biblia en secuencia histórica

La continuidad de la Biblia puede ser contrastada en su secuencia histórica que comienza con la creación del mundo presente hasta la de los nuevos cielos y la nueva tierra.

El Antiguo Testamento revela temas doctrinales tales como la naturaleza del propio Dios, la doctrina del pecado, la de la salvación y el programa y el propósito de Dios para el mundo como un todo, para Israel y para la Iglesia. La doctrina está progresivamente presentada desde sus principios en forma de introducción, hasta su más completo desarrollo.

Uno de los temas continuados en la Biblia es la anticipación, presentación, realización y exaltación de la persona más perfecta de la tierra y los cielos, nuestro Señor Jesucristo.

El relato de tan fascinante Libro, con su continuidad de desarrollo, exige un milagro mucho mayor que la inspiración en sí misma. ¿De qué otra manera podríamos explicar esta unidad?

3. La evidencia histórica de la Biblia.

La multitud de afirmaciones históricas en las Escrituras han provocado la publicación de volúmenes acerca de la confirmación arqueológica de su veracidad. Hay pruebas fehacientes que apoyan sus afirmaciones que tratan de eventos y personajes históricos. (Para una ampliación de este tema ver el libro de David Burt “¿Nos podemos fiar del Nuevo Testamento?” Pag. 24-30).

Aquí tenemos una de las diferencias importantes del cristianismo. Su Mensaje no consiste sólo en pensamientos teóricos sino también en hechos históricos. El evangelio sostiene que Dios ha intervenido en la historia de maneras concretas. Estos hechos refrendan y sirven de fundamento de Su revelación. Dios ha hablado y ha actuado.

Las historias del hinduismo, como del paganismo de la antigüedad, son mitos que no pueden sostenerse a la luz del análisis histórico.

Algunos intentan decir lo mismo de las historias del cristianismo. Sin embargo, los mismos autores bíblicos, que sabían distinguir entre mitos y hechos históricos, sostienen que son verídicos (2 Pd 1:16).

El cristianismo, sin embargo, no es la única religión que pretende ser histórica en este sentido. Como botón de muestra de otras religiones supuestamente históricas, podríamos señalar el Islam o el Mormonismo.

Nuestra acusación contra ellas es más seria aún que el caso de los mitos: las “historias” que narran, y que sirven de soporte a sus creencias, han sido inventadas por el fundador de la religión en cuestión, sin base alguna en la verdadera historia y sin el apoyo de documentos, restos arqueológicos y demás herramientas de la historicidad.

Es de observar también, que en ambos casos, la “revelación” fue dada a un solo hombre, en contraste, la revelación bíblica vino a lo largo de muchos siglos a una variedad de personas.

Por otro lado, recibieron “revelación” acerca de lo que había ocurrido (supuestamente) en la historia hacía siglos. Pero lo hacen sin poder aducir ningún testimonio documental o arqueológico.

Todo depende de su propia palabra. Así el libro de Mormón narra la historia “verídica” de poblaciones y civilizaciones antiguas de América, que en realidad no han dejado ni rastro de su existencia. Todo es producto de la fértil imaginación de José Smith.

Mahoma, por su parte, volvió a escribir la historia de muchos de los personajes bíblicos. Pero lo hizo a “partir de cero”. Es decir, no hay ningún documento anterior a Mahoma que dé apoyo a sus investigaciones.

En cambio los escritores bíblicos siempre narran hechos o bien contemporáneos o bien documentados por otros autores (los libros de Crónicas y de Reyes), o bien son testigos, o han hecho una investigación histórica de rigor (Lc 1:1-3) (Hc 2:32).

De hecho, en contraste con José Smith y Mahoma, los apóstoles nunca pretendieron ser los inventores de una nueva religión. No eran tanto teólogos como testigos. Por esto, la palabra “testigo” es empleada frecuentemente por Jesucristo y por los mismos apóstoles para describir su función (Lc 24:48) (Hc 1:8,22; 3:15; 5:32; 10:39; 26:16) (1 Pd 5:1).

4. Confirmación por los escritores extrabíblicos contemporáneos.

El testimonio más sorprendente de todos los autores no cristianos de los primeros siglos nos llega de la pluma del historiador judío Flavio Josefo, cuyo libro “Las Antigüedades de los judíos” apareció en Roma en el año 75 aproximadamente. De él entresacamos el siguiente texto sobre el ministerio del Señor Jesucristo:

“Y sucedió que más o menos en esta época un tal Jesús, un hombre sabio, si es que en verdad podemos llamarlo un hombre, fue obrador de hechos maravillosos, el maestro de hombres que reciben la verdad con placer. Llevó tras sí a muchos judíos y a muchos griegos también.

Este hombre era el Cristo. Y cuando Pilato lo hubo condenado a la cruz debido a la acusación que le formularon los principales hombres de entre ellos, aquellos que lo amaban desde el principio continuaron amándolo; porque él apareció vivo a ellos al tercer día, habiendo hablado los profetas divinos todas estas cosas maravillosas y otras mil acerca de él; y hasta ahora la tribu de los cristianos, llamados así por causa de él, no ha desaparecido”.

5. La fecha de redacción de los libros de la Biblia.

Evidentemente podemos afirmar que cuanto más antiguos son, tanto más se acercan a los hechos narrados, y menos podemos dudar de su fiabilidad. Son muchos los factores que contribuyen a establecer la fecha.

Evidencias interiores del libro mismo:

  • a) Si el libro fue dirigido a un grupo de personas en circunstancias determinadas, estos mismos detalles circunstanciales constituyen una primera evidencia en cuanto a la fecha. Es, por ejemplo, el caso de las epístolas del apóstol Pablo.
  • b) Si el libro es exacto en su información histórica, tanto más probable es que fue escrito en fechas muy próximas a los hechos narrados. Pensar en el libro de Los Hechos.
  • c) Si un libro narrativo termina de una forma abrupta, es de suponer que el autor acabó allí porque escribía en aquel mismo momento. Considerar esto a la luz del final del libro de Los Hechos.

Evidencias externas:

  • a) Las referencias de otros autores. Si un libro del Nuevo Testamento es citado por otro autor en el año 100, esto nos sirve de tope para la fecha de su redacción. Podemos decir en este sentido que los Padres Apostólicos (que escribían entre el año 90 y 160) citan casi todos los libros del Nuevo Testamento.
  • b) La cantidad de manuscritos antiguos que han llegado hasta nuestros días. (ver el punto siguiente)

6. Los manuscritos de la Biblia que sobreviven y su fecha.

Existen cuatro mil manuscritos griegos del Nuevo Testamento, desde pequeños fragmentos de algún libro hasta textos completos. Podemos afirmar que este cuerpo de documentos constituye una evidencia para la autenticidad del Nuevo Testamento cien veces más importante que las que existen para cualquier otra obra literaria de la antigüedad.

Aunque quizá por otro lado pueda resultar desconcertante a algunos saber que el manuscrito más antiguo que tenemos de la totalidad del Nuevo Testamento data de mediados del Siglo IV. En seguida nos preguntamos: ¿qué seguridad puede haber en cuanto a la autenticidad del Nuevo Testamento si el manuscrito completo más antiguo data de trescientos años después de su supuesta fecha de redacción?

La respuesta es que podemos tener muchísima seguridad y esto por varias razones:

a) En el estudio de manuscritos antiguos trescientos años es poca cosa. A fin de entenderlo consideremos algunos ejemplos:

Julio César escribió su “Guerra de las Galias” aproximadamente en el año 60 a.C. El manuscrito más antiguo que actualmente conocemos data de 850 d.C., una distancia de nueve siglos. En total existen sólo diez manuscritos griegos.

Tito Livio escribió su “Historia de Roma” en el año 10 d.C. De los 142 libros sólo existen hoy 35. El manuscrito más antiguo data de finales del Siglo IV, una distancia de casi cuatro siglos, pero sólo contiene tres de los libros. Existen unos 20 manuscritos más.

Tácito escribió sus “Historias” alrededor del año 100 d.C. Sólo tenemos dos manuscritos de ellas, y de los catorce libros que él escribió sólo nos han llegado cuatro y parte de un quinto. El manuscrito más antiguo es de 850 d.C. o sea, una distancia de setecientos cincuenta años.

Las distancias son aún mayores en el caso de los historiadores griegos. Los manuscritos que tenemos tanto de Tucídides como de Heródoto datan de principios del siglo X d.C., a unos 1400 años de la fecha de redacción. De la historia de Tucídides sólo tenemos ocho manuscritos.

Es con estos datos que debemos comparar los cuatro mil manuscritos y tres siglos de distancia del Nuevo Testamento.

b) Debemos subrayar también que tenemos textos fragmentarios más antiguos. Entre los muchos que hay anteriores a 350 d.C. podemos destacar los siguientes:

Los papiros Chester-Beattie contienen los cuatro Evangelios, Hechos, las Epístolas de Pablo y Hebreos (es decir, la mayor parte del Nuevo Testamento) y datan de la primera mitad del Siglo III.

El fragmento John Rylands, del año 130 d.C. aproximadamente, contiene Juan 18:31-32. Fue descubierto en Egipto y sólo dista unos 30-35 años de la redacción original.

Hace unos años el padre O’Callaghan anunció el hallazgo de un pequeño fragmento del Evangelio de Marcos procedente de la cueva 7 de Qumran. Previamente a su identificación el fragmento había sido fechado por los expertos en 50-75 d.C.

La autenticidad de este hallazgo goza actualmente de una aceptación casi universal. Posteriormente el mismo O’Callaghan ha podido identificar dos pequeños fragmentos con textos de 1 Timoteo, Hechos, Santiago, Romanos, 2 Pedro, juntamente con otros fragmentos de Marcos.

La importancia de estos textos es incalculable. Quiere decir que actualmente disponemos de pequeños fragmentos procedentes del mismo momento en que escribían los apóstoles.

En cuanto a los manuscritos del Antiguo Testamento podemos decir lo siguiente: Los judíos los preservaron como ningún otro manuscrito ha sido preservado jamás. Con su masora (parva, magna y finalis) llevaban la cuenta de cada letra, sílaba, palabra y párrafo.

Tenían clases especiales de hombres dentro de su cultura cuya exclusiva misión era preservar y transmitir estos documentos con fidelidad prácticamente perfecta. ¿Quién contó jamás las letras, sílabas y palabras de Platón o Aristóteles, de Cicerón o de Séneca?

Estas minuciosas prescripciones son como sigue:

  • Un rollo de las sinagogas debe estar escrito sobre pieles de animales limpios.
  • Preparadas para el uso particular de la sinagoga por un judío.
  • Estas deben estar unidas mediante tiras sacadas de animales limpios.
  • Cada piel debe contener un cierto número de columnas, igual a través de todo el códice.
  • La longitud de cada códice no debe ser menor de 48 ni mayor de 60 líneas; y el ancho debe consistir de treinta letras.
  • La copia entera debe ser rayada con anticipación; y si se escriben tres palabras sin una línea, no tiene valor.
  • La tinta debe ser negra, ni roja, verde, ni de ningún otro color, y debe ser preparada de acuerdo a una receta definida.

Una copia auténtica debe ser el modelo, de la cual el transcriptor no debiera desviarse en lo más mínimo.

Ninguna palabra o letra, ni aún una jota, debe escribirse de memoria, sin que el escriba haya mirado al códice que está frente a él.

  • Entre cada consonante debe intervenir el espacio de un pelo o de un hilo.
  • Entre cada nueva parashah, o sección, debe haber el espacio de nueve consonantes.
  • Entre cada libro tres líneas.

El quinto libro de Moisés debe terminar exactamente con una línea; aun cuando no rige la misma exigencia para el resto. Además de esto, el copista debe sentarse con vestimenta judía completa, y lavar su cuerpo entero. 

No comenzar a escribir el nombre de Dios con una pluma que acaba de untarse en tinta. Y si un rey le dirigiera la palabra mientras está escribiendo ese hombre no debe prestarle atención.

Además, para preservar el correcto texto de consonantes cada copista tenía que aceptar entre otras las siguientes reglas: Contar, exactamente, cuántas veces una palabra aparecía en todo el Antiguo Testamento o en porciones de él.

Tenía que tomar nota de la diferencia que había entre dos oraciones de sonido similar. Contaba las veces que una palabra venía al principio, al medio o al final de una oración. Tenía que determinar cuál era la letra central de la Torah (la ley); al final del Antiguo Testamento mostraba cuántas veces aparecía cada letra en todo el libro.

¿Por qué no contamos con manuscritos más antiguos de la Biblia?

La misma ausencia de manuscritos antiguos, cuando se toman en cuenta las reglas y precisión de los copistas, confirma la confiabilidad de las copias que tenemos en la actualidad.

El mismo cuidado extremo que se daba a la trascripción de los manuscritos se halla también en el fondo de la desaparición de las copias más antiguas. Cuando un manuscrito había sido copiado con la exactitud prescrita por el talmud, y había sido debidamente verificado, la copia era aceptada como auténtica y considerada como de igual valor con cualquier otra copia.

Si todas eran exactamente correctas, la edad no significaba ventaja para un manuscrito; al contrario, la edad era una positiva desventaja, puesto que con el paso del tiempo un manuscrito estaba expuesto a sufrir mutilaciones o deterioro. Una copia deteriorada o imperfecta era condenada de una vez como inadecuada para ser usada.

Este es un fenómeno inigualado en la historia de la literatura. Ninguna otra obra de la antigüedad ha sido transmitida con tanta precisión.

Los rollos del Mar Muerto.

Los rollos están compuestos de unos 40.000 fragmentos inscritos. De estos fragmentos, se han reconstruido más de 500 libros. Se descubrieron muchos libros y fragmentos extra-bíblicos que arrojaron mucha luz sobre la comunidad religiosa del Qumram.

Fueron encontrados en una cueva a 12 km. al sur de Jericó por un pastor beduíno en varias vasijas de gran tamaño que contenían rollos de cuero, envueltos en tela de lino. A causa de que las vasijas estaban cuidadosamente selladas, los rollos se habían conservado en excelente condición durante casi 1900 años.

El impacto de este descubrimiento consiste en la exactitud del rollo de Isaías (125 a.C. con el texto masorético de Isaías (916 d.C.) que es 1000 años posterior. Esto demuestra la desacostumbrada precisión de los copistas de la Escritura durante un período de más de mil años.

En cuanto a la pregunta de por qué Dios permitió que los manuscritos originales de los escritores sagrados se perdieran, debemos considerar las siguientes cuestiones:

  • a) Si todavía existiesen serían adorados como reliquias, de la misma manera que el pueblo de Israel hizo con la serpiente de bronce (Nm 21:8; 2 Ry 18:4).
  • b) En todo caso nunca desaparecería la duda de si aquellos, en realidad, son los manuscritos originales.
  • c) Aun más, ¿qué pasaría si el tenedor de uno y otro de aquellos manuscritos los hubiera falsificado astutamente y de ese modo estuviera en condiciones de reclamar autoridad bíblica para errores mortales?

Podemos concluir que en la ausencia de los manuscritos originales ha obrado la sabiduría divina.

7. Canonicidad de la Biblia

La canonicidad (el proceso de debate y selección por el cual los libros fueron incorporados en el Nuevo Testamento).

La palabra griega “Canon” significa “una regla, norma o vara de medir”.

El Nuevo Testamento se compone de veintisiete libros diferentes cada uno de los cuales fue escrito en momentos y circunstancias diferentes, por una diversidad de autores. El estudio de cómo se llegó a la aceptación de estos veintisiete libros, y al rechazo de otros, es sumamente aleccionador y arroja mucha luz sobre la autenticidad del Nuevo Testamento actual.

Ya en tiempos de los apóstoles las iglesias empezaron a conocer la actuación subversiva de sectas heréticas, tanto de procedencia judía (los judaizantes que Pablo denuncia en Gálatas y en otros lugares) como gentil (diferentes protognósticos como los que causaban confusión entre los colosenses o los lectores de las epístolas de Juan).

Esta proliferación de grupos tendenciosos, con sus evangelios fraudulentos y enseñanzas pseudo ortodoxas, a primera vista parece respaldar a los escépticos que mantienen que es imposible distinguir entre lo que Jesucristo verdaderamente enseñó y lo que decían de él diferentes grupos rivales.

Pero al contrario, esta situación fue la que nos garantiza la pureza de la tradición apostólica. Por causa de la amenaza de estas herejías, la iglesia tuvo que establecer un listón muy alto para determinar si un texto verdaderamente llevaba el sello apostólico.

Fue la misma amenaza herética la que hizo necesaria la agrupación de las Escrituras del Nuevo Testamento en una sola colección, a fin de garantizar una transmisión fiel de la enseñanza apostólica en el futuro.

A la vez, las iglesias debían tener mucho cuidado para distinguir entre las tradiciones verdaderas y las falsas. Ningún texto fue admitido sólo por pretender ser apostólico o por pretender incluir dichos de Jesús.

Las iglesias querían tener garantías en cuanto a su procedencia, y, sobre todo, asegurar que se conformara con la fe “una vez dada a los santos” y llevara la marca de la autoridad espiritual de los apóstoles.

Los criterios para aceptar un libro como inspirado podrían formularse así:

  • a) ¿Es autoritativo? Es decir, ¿habla el autor como de parte de Dios y con su autoridad?
  • b) ¿Es profético? Es decir, fue escrito por un profeta, un hombre de Dios del círculo apostólico?
  • c) ¿Es auténtico? ¿O no se está seguro de su autoría o de su autoridad? Los padres de la Iglesia si dudaban lo desechaban.
  • d) ¿Es dinámico? ¿Tiene poder de Dios para transformar las vidas o es un mero libro religioso carente de vida?
  • e) ¿Fue recibido, reunido y usado? Es decir, ¿fue aceptado por el pueblo de Dios?
  • f) ¿Está de acuerdo con la doctrina de los apóstoles? (Hc 2:42).

Una cosa que debe recordarse es que la Iglesia no creó el canon de los libros incluidos en lo que llamamos la Biblia, sino que reconoció lo que el Espíritu Santo había señalado ya por medio de los apóstoles ­ y el sentido espiritual de los líderes cristianos ­ durante los períodos apostólicos y sub-apostólicos. Estos fueron inspirados por Dios al ser escritos.

Canon del Antiguo Testamento. Factores que determinaron la necesidad del canon del A.T.

El sistema judaico de sacrificios concluyó con la destrucción de Jerusalén y del Templo en el año 70 d.C. Los judíos fueron esparcidos y se vieron en la necesidad de determinar qué libros constituían la Palabra de Dios autorizada, a causa de la existencia de muchos escritos extra­ Escriturales y de la descentralización. Los judíos llegaron a ser un pueblo de un Libro lo que los mantuvo unidos.

El cristianismo comenzó a florecer y comenzaron a circular muchos escritos de los cristianos. Los judíos necesitaban urgentemente poner a éstos en evidencia y excluirlos de entre sus escritos y de su uso en las sinagogas.

¿Conservamos todavía el mismo Antiguo Testamento que usó Jesús?

Josefo, historiador judío y contemporáneo de los apóstoles (37­95 d.C.) enseñó que no se agregaron libros a las Escrituras hebreas después de la época del rey persa Artajerjes (464­424 a.C.) Esto fue cuando ministraban Esdras, Nehemías y Malaquías. La razón que dio es esta:

“Porque la sucesión exacta de los profetas cesó… nadie se ha atrevido a agregarles ni quitarles, ni alterar algo de su contenido… solo 22 libros contienen el registro de todos los tiempos y se aceptan como divinos” (Contra Apión 1:8).

Este historiador incluyó 22 libros en vez de 24 porque combinó Rut con Jueces y Lamentaciones con Jeremías. Para evitar que hubiera dudas, registró la lista específica de los 22 libros del canon hebreo.

La Biblia – El concilio de Jamnia.

Un concilio oficial de judíos se reunió en Jamnia (un pueblo cerca de Jope, Israel) por el año 90 d.C. El propósito de su convocatoria fue ratificar el canon antiguo testamentario que por aquel entonces ya tenía unos 500 años de haber sido formulado.

En sus deliberaciones, cinco libros recibieron un trato especial porque en ese entonces se ponía en duda su canonicidad, pero nuevamente cada uno pasó la prueba y quedó dentro del canon. (En cuanto a las razones para la posible exclusión de algunos libros: Ester, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares y Ezequiel, ver el libro “La Biblia, cómo se convirtió en libro” de Terry Hall, páginas 75­76).

Este concilio nos demuestra el cuidado que se puso para asegurar que sólo los libros inspirados por Dios pertenecieran al canon y que lo que recibieran las generaciones sucesivas es producto de intensa reflexión. El concilio no eliminó ningún libro de la lista aprobada, pero rechazó otros que algunos propusieron para su inclusión en el canon.

Los libros apócrifos en la Biblia.

¿Por qué creemos que los escritos que hemos mencionado son inspirados, y que no lo sean los de la Apócrifa, escritos en griego, mayormente, durante el intervalo entre los dos Testamentos? ¿Por qué las Biblias Católico romanas sí los incluyen?

Hasta 1546 d.C. había acuerdo general en considerar que sólo los 39 libros del Antiguo Testamento gozaban de la inspiración divina. Sin embargo, en ese mismo año el Concilio de Trento agregó algunos libros apócrifos a la Biblia católica como reacción a las nuevas iglesias reformadas.

Los protestantes exigían apoyo bíblico para algunas prácticas de esa iglesia, tales como las oraciones de intercesión por los muertos y la obtención del perdón de pecados a cambio de buenas obras. Como no existía base en los 39 libros comúnmente aceptados, la iglesia Católica adoptó como canónicos algunos de los apócrifos y los añadió a su Antiguo Testamento.

Algunas porciones de esa literatura se agregaron a libros ya aceptados:

  • ­ Adiciones a Ester (140­130 a.C): (17 vs. antes del cap. 1) (3:13) (4:17) (5:1,2) (8:12) (10:3)
  • Oración de Azarías (2º ó 1º siglo a.C.) (Cántico de los tres jóvenes) Daniel 3:24­90
  • Historia de Susana (2º ó 1º siglo a.C.) Daniel 13
  • Bel y el Dragón (sobre el 100 a.C.) Daniel 14

¿Por qué sí aparecen en la Septuaginta?

El rey Tolomeo Filadelfo, gran amante de las letras, se propuso reunir en su Biblioteca de Alejandría toda la sabiduría del mundo antiguo. Y con tal propósito mandó a traducir del hebreo al griego los libros de carácter religioso del pueblo israelita. A Tolomeo no le interesaba si los libros religiosos del pueblo hebreo eran inspirados o si no lo eran. La cuestión fue que a los 39 libros del Antiguo Testamento hebreo agregaron otros más.

Las razones para no incluirlos en nuestras Biblias se basan en los siguientes hechos:

  • a) Los judíos no reconocieron el valor inspirado de los libros apócrifos en el tiempo del Señor.
  • b) El Señor y los apóstoles citan muchísimos pasajes sacados de casi todos los libros del Antiguo Testamento, pero no de los apócrifos.
  • c) No son inerrantes. Al leer los libros hallamos narraciones que no se ajustan a la historia, y algunas fábulas fantásticas. También se descubren errores doctrinales, morales, históricos y geográficos. La presencia de estas equivocaciones hace imposible que sean inspirados por Dios.

He aquí una breve lista de algunos de los errores más obvios:

  • (Tobías 5:6) “Hay dos jornadas de camino entre Ecbátana y Ragués, pues Ragués está en la montaña y Ecbátana en el llano”. En realidad Ecbátana se hallaba mucho más alta que Ragués, a 2000 m. de altura y los Kilómetros que separaban a ambas ciudades eran 300.
  • (Tobías 6:5­9, 17) El ángel recomienda el uso de costumbres paganas.
  • (Tobías 12:9) Enseña la salvación por obras, a través de las limosnas.
  • (Judit 1:1,7,11, 2:1­4) Aseveran que Nabucodonosor era rey de Asiria.
  • (Judit 9:13­ 10:1­10) Pide que Dios le asista en formular una buena mentira para engañar al enemigo.
  • Sabiduría 10:1­4) Afirma que el diluvio vino por culpa de Caín.
  • (Sabiduría 11:17) Enseña que la creación fue realizada por Dios usando la materia ya existente en vez de ser formada de la nada.
  • (Eclesiástico 12:6­7) Prohiben la caridad a los malos.
  • (Baruc 1:1) Asevera que el autor, secretario de Jeremías, escribió su libro desde Babilonia cuando en realidad se encontraba en Egipto (Jer 43:1­7).
  • (2 Macabeos 12:41­46) Aprueba las oraciones y sacrificios expiatorios por los muertos.
  • (2 Macabeos 14:37­4) Alaba el suicidio.
  • (2 Macabeos 15:12­16) Da su aprobación a la intercesión de los santos muertos a favor de los vivos.
  • (Adiciones a Daniel 3:38) Afirma que “ya no hay, en esta hora, príncipe y profeta ni caudillo”. En realidad, vivían y ejercían su ministerio profético Daniel, Jeremías y Ezequiel.

d) Los mismos autores no reclaman inspiración divina, sino que presentan sus propias ideas. Cuando leemos los libros canónicos del Antiguo Testamento, de inmediato resaltan frases que se usan con mucha frecuencia, tales como: “Así dice Jehová”, “Habló Jehová a…”, “Vino a mí palabra de Jehová” y “Jehová el Señor ha dicho así”.

Estas y otras expresan la convicción del autor humano de que su mensaje no era de él, sino que lo recibió directamente de Dios. Lo que el autor dijo o escribió no se originó en su mente, sino que fue una comunicación divina.

El hecho irrebatible es que esas frases se hallan por lo menos 3.800 veces. Estas declaraciones forman una de las bases que apoyan la doctrina de la inspiración del Antiguo Testamento. Sólo los libros inspirados son canónicos.

Por eso los primeros padres de la iglesia al hacer la evaluación de un libro siempre buscaban tales enunciados. Si no se encontraban se dudaba de la inspiración, y por ende, de su canonicidad.

En cambio, en los libros apócrifos uno busca en vano encontrar semejantes declaraciones. Ninguno de sus autores afirma escribir bajo inspiración divina. Esta evidencia interna brilla por su ausencia.

Por otro lado, encontramos por lo menos dos porciones en que los libros indican que son producto del genio humano. En el Epílogo al libro de 2ª Macabeos el autor se expresa como sigue: “Yo también terminé aquí mismo mi relato. Si ha quedado bello y logrado en su composición, eso es lo que yo pretendía; si imperfecto y mediocre, he hecho cuanto me era posible” (15:37b­38).

El libro de Eclesiástico fue compuesto en hebreo alrededor del año 180 a.C. Su autor fue “Jesús hijo de Sirá” (51:30). Alrededor del año 130 a.C. su nieto tradujo el libro al griego.

En su Prólogo (7­14) afirma: “Mi abuelo Jesús, después de haberse dado intensamente a la lectura de la Ley, los Profetas y otros libros de los antepasados y haber adquirido un gran dominio sobre ellos, se propuso también el escribir algo en lo tocante a la instrucción y sabiduría, con ánimo de que los amigos del saber lo aceptaran y progresaran más todavía en la vida según la Ley”.

Jesús hijo de Sirá escribió su libro después del estudio intensivo de los libros canónicos y lo compuso no siendo inspirado por Dios sino por su propia determinación. En Eclesiástico encontramos la sabiduría de Jesús hijo de Sirá, la cual se basa en la Palabra inspirada de Dios.

Alguien ha escrito que “existe una falta de convicción de autoridad divina en los apócrifos. Cuando uno pasa de los libros canónicos a los apócrifos, es como dar un paso de la luz del sol de la inspiración divina a la luz artificial de la vela de la sabiduría humana que a veces es muy tenue”.

e) No son proféticos. No fueron escritos por profetas o portavoces de Dios. Y para ser canónico, un libro tenía que haber sido escrito por un profeta reconocido por el pueblo de Dios.

Todos los eruditos reconocen que los apócrifos fueron escritos después de la época de Esdras y Malaquías (200 a 30 a.C.). Así que todos ellos se compusieron en la época en que no existían profetas.

Este hecho es reconocido incluso por el mismo autor del 1º libro de Macabeos (9:27) “Tribulación tan grande no sufrió Israel desde los tiempos en que dejaron de aparecer profetas”.

Así que cuando los libros apócrifos se escribieron, Dios no hablaba por profetas sino por la Escritura ya inspirada y aceptada.

f) No son creíbles. Estos libros se clasifican bajo el género literario de “ficción religiosa”. En vez de ser relatos serios de eventos históricos narran sucesos increíbles que se acercan a la fantasía.

g) San Jerónimo, el mayor erudito bíblico en su día, clasificaba los libros apócrifos como “deuterocanónicos”, o de segundo rango, y los católicos de hoy hacen la misma distinción.

Conclusión:

No estamos en contra de la publicación de la literatura apócrifa judía ­ como material útil para la investigación histórica y literaria ­ siempre que se haga en volumen independiente. A lo que nos oponemos, pues, no es a los apócrifos como tales, sino a su inclusión en un mismo volumen juntamente con los libros inspirados.

8. Por el volumen de sus ediciones, su distribución, y su impacto sobre el mundo, se considera la Biblia como el libro más importante jamás escrito.

Millones de copias de la Escritura han sido publicadas en todas las principales lenguas del mundo, y no hay una sola lengua escrita que no tenga al menos una porción impresa de la Biblia.

Y a pesar de ello ha sido el libro más atacado de todos los libros; pero ha sobrevivido a muchos esfuerzos hechos para destruir todas sus copias. ¿Qué otro libro ha soportado tantas críticas, manteniéndose además como el libro más difundido año tras año?

Voltaire, el escéptico francés del siglo dieciocho, expresó su jactancia en las palabras siguientes: “Cien años después de mi época, las únicas Biblias existentes sobre la tierra serán las que se encuentren entre los libros raros que sólo un anticuario estudiará”. Siguió diciendo que las obras de él se encontrarían en todos los hogares.

Cincuenta años después de su muerte, La Sociedad Bíblica de Ginebra compró la casa en que vivió y la transformó en una casa publicadora de Biblias. Doscientos años más tarde, en la Nochebuena de 1933, el gobierno inglés pagó $510.000 al gobierno soviético por un manuscrito de la Biblia griega, el Códice Sanaítico. Ese mismo día, un ejemplar de la primera edición de un libro de Voltaire se vindió en París por 11 centavos.

Esto no prueba que la Biblia sea la Palabra de Dios, pero muestra de manera muy real que la Biblia es única.

9. Por su poder transformador.

Sigue cambiando la vida de las personas, incluso en la actualidad. Tanto criminales violentos como personas de disposición pacífica son tocados y cambiados por su mensaje. Millones son los que han recibido esperanza, consolación y aliento en sus horas más negras. ¿Qué otro libro hay que haya cambiado tantas vidas de una manera positiva? (Hb 4:12).

10. La perdurable frescura de la Biblia.

Como ninguna otra literatura en el mundo, la Biblia invita y estimula a una constante repetición de su lectura. Sus páginas están siempre descubriendo nuevas joyas de la verdad aún para aquellos que están más familiarizados con ésta y su elevada apelación moral, así como su sentimiento conmovedor nunca deja de tocar el alma sensible. Es como si hubiese sido escrita ayer y su tinta aún estuviera fresca. No envejece jamás, supera al tiempo, es siempre presente.

De ningún otro libro sino de la Biblia puede decirse verdaderamente que su mensaje es perennemente fresco y efectivo, y esto, a la vez demuestra el carácter y origen divino de la Biblia.

11. Por el cumplimiento de cientos de profecías detalladas.

Una y otra vez el Nuevo Testamento afirma un exacto cumplimiento del Antiguo Testamento, como en (Mateo 1:22-23; 4:14-16; 8:17; 12:17-21; 15:7-9; 21:4-5; 42; 26:31; 56; 27:9; 10; 35). Estas referencias procedentes del Evangelio de Mateo son típicas de lo que se difunde por todo el Nuevo Testamento en su totalidad.

Es el único volumen producido por el hombre, o por un grupo de hombres, en el cual se puede encontrar un gran cuerpo de profecías relativas a naciones en forma individual, a Israel, a todos los pueblos de la tierra, a ciertas ciudades, y a la venida de Uno que sería el Mesías.

El mundo antiguo tuvo muchas maneras diferentes de determinar el futuro, conocidas como adivinación, pero en toda la gama de la literatura griega, latina no hallaremos verdadera profecía específica referente a un gran hecho histórico por suceder en el futuro distante, ni profecía alguna referente a un Salvador que se levantaría entre los humanos, a pesar de que en dicha literatura se emplean las palabras profeta y profecía.

¿Dónde hallamos un registro profético que presente una exactitud del cien por ciento en el cumplimiento detallado de sus anuncios?

Hay centenares de profecías bíblicas que ya se cumplieron y que pueden verificarse históricamente. Vamos a ver un ejemplo, el de la ciudad de Tiro. Esta ciudad se encontraba en la costa Mediterránea, al occidente de Damasco. Actualmente es un punto equidistante entre Beiru, Líbano y Haifa, Israel. Sabemos que Ezequiel escribió en Babilonia en 597 a.C. En la siguiente porción (Ez 26:1­14, 19­21) hay por lo menos siete profecías específicas acerca de Tiro:

  • Muchas naciones estarían en contra de Tiro (v.3)
  • Nabucodonosor destruiría lo que quedara en la orilla del mar (v.8)
  • Tiro quedaría como peña lisa, como piedra completamente plana (v. 4)
  • Los pescadores tenderían sus redes en su lugar (v. 5)
  • Los escombros se echarían en medio de las aguas (v. 12)
  • Nunca se reconstruiría (v. 14)
  • La ciudad destruida nunca sería hallada (v. 21)

Doce años después de la profecía, el rey Nabucodonosor de Babilonia atacó Tiro. La resistencia fue tan fuerte que no se logró la conquista inmediata sino que tuvo que ser sitiada por 13 años. Al cabo de este período, Nabucodonosor logró penetrar por las puertas y encontró una ciudad casi despoblada.

Durante el sitio, casi todos los habitantes la habían abandonado y se habían trasladado por barco a una isla pequeña que se encuentra a aproximadamente un kilómetro de la costa. Allí edificaron una ciudad fortificada.

Los babilonios destruyeron la ciudad original en 573 a.C. pero no hicieron nada con la nueva, ya que no tenían barcos para llegar a ella. La ciudad nueva en la isla tuvo una historia de unos 250 años. Los habitantes nunca reedificaron la ciudad original.

En 333 a.C. Alejandro Magno llegó en sus conquistas al sitio original de la ciudad y se enfadó porque no encontró barco para ir hasta la isla. Sin embargo, no se dio por vencido. Dio órdenes a sus tropas de que tomaran los escombros de la ciudad vieja y construyeran una calzada de 60 metros de ancho que conectara la isla con tierra firme.

Los habitantes de la isla se resistieron saboteando la obra. De noche deshacían lo que los griegos habían hecho durante el día. Alejandro mandó edificar torres protectoras frente a los obreros, pero de noche eran quemadas. Llegó el día en que se acabaron los escombros de la primera ciudad.

Entonces el conquistador mandó excavar los cimientos de todos los edificios para que se usara hasta el polvo. Por fin en 332, después de siete meses de trabajo, los ejércitos de Alejandro llegaron a la ciudad. Inmediatamente mataron a 8000 personas y vendieron a 30000 más como esclavos.

La Tiro moderna se encuentra donde antes estaba la isla y que ahora es el extremo de una península. Los turistas que llegan al sitio de la primera ciudad pueden ver a los pescadores tendiendo sus redes porque es un lugar ideal para ello.

Ningún profeta bíblico se equivocó. Siempre acertaban al 100%.

¿Cuáles son las probabilidades matemáticas de que todas las profecías de la Biblia se cumplieran en todos sus detalles? La contestación a esta pregunta es un número más grande que la cantidad estimada de todas las estrellas.

El profesor Pedro Stoner y sus colaboradores hicieron el cálculo tomando sólo ocho profecías. Su conclusión fue que sólo existía una probabilidad en un número con 26 ceros de que se cumplieran (La ciencia habla, Moody).

La verdad es que no podemos imaginarnos un número tan grande. A ver si lo podemos ilustrar. Visualicemos toda la superficie del estado de Texas cubierta con monedas de dólar de plata a una profundidad de casi un metro. Ese estado tiene una superficie total de casi 419.414 kilómetros cuadrados.

Ahora imaginemos que una de esas monedas está pintada de rojo. Pongamos a una persona con los ojos vendados para que seleccione una moneda de cualquier punto del estado. ¿Cuáles serían las probabilidades de que atinara en el primer intento y encontrara la moneda roja? Serían iguales a las del cumplimiento exacto de las ocho profecías bíblicas.

12. La perennidad de los principios de la Biblia

Aunque muchos de los libros de la Biblia fueron escritos en los comienzos del conocimiento humano, sin embargo, los principios expuestos en ella, nunca han sido contradichos o superados (Sl 119:89, 152) (Mt 24:35) (1 Pd 1:23).

Pensemos por ejemplo en la promulgación de la ley (Ex 20). Una lectura de los diez mandamientos revela que presentan principios fundamentales de valor permanente y no sólo de aplicación a un pueblo en un momento concreto. Una declaración de justicia así sólo pudo brotar de la autoridad de Dios, lo que la eleva por encima de la mera relatividad, según las conveniencias del egoísmo o de las costumbres humanas.

13. La Biblia como obra literaria.

Es razonable y de esperarse que Dios, al comunicarse con el hombre, pusiese su mensaje en forma escrita. ¿De qué otra manera podría éste ser meditado y preservado.

Y como pudiese anticiparse, las observaciones de todos los eruditos del mundo en general ya sean a favor o en contra, han estado de acuerdo, en que, como literatura, la Biblia es sin igual.

Considerada como obra literaria, la Biblia es también algo supremo. No solamente contiene la historia gráfica, sino la profecía en detalle, la más bella poesía y el drama, relatos de amor y de guerra, las especulaciones de la filosofía y cuanto se relaciona con la verdad bíblica. La variedad de la producción está contrastada por la multiplicidad de sus materias.

Es evidente, sin embargo, que esta superioridad de la literatura de la Biblia no puede ser atribuida a sus autores humanos. Con pocas excepciones, estos eran hombres comunes producto de épocas que no habían recibido ninguna preparación secular para la tarea que asumieron.

Cada época ha sido testigo de que gran parte de su literatura ha sido relegada al olvido, pero la Biblia permanece.

Esta como ningún otro libro ha hecho o podría hacer, ha apelado a todas las razas o pueblos sin importar la nacionalidad del individuo; como prueba de esto está el hecho de que la Biblia o porciones de la misma ha sido traducida a todas las lenguas escritas.

La Biblia representa tres centésimas del total existente de la literatura griega y romana; sin embargo ha atraído y concentrado sobre sí más pensamiento y a producido más obras -explicativas, ilustrativas, apologéticas, tocante a su texto, exegéticas- que toda la literatura griega y romana combinada.

14. La autoridad sin prejuicios de la Biblia.

La Biblia registra y señala, sin vacilar, el pecado y la debilidad de los mejores hombres. Contrariamente cualquier bibliografía que trataría de encubrir, pasar por alto, o ignorar la parte sombría de la gente.

15. La Biblia y el monoteísmo.

Estrechamente relacionado con el punto anterior está el hecho de que casi universalmente la humanidad ha practicado las abominaciones de la idolatría con una obstinación que está lejos de ser accidental. El pueblo judío, del cual proceden las Escrituras humanamente hablando, no era inmune a esta tendencia.

Desde los días del becerro de oro y a través de los siglos los israelitas siempre estuvieron retrocediendo a la idolatría y eso a pesar de la abundante revelación y del castigo. La historia de la iglesia está manchada por la adoración de imágenes ¡aunque encarecidamente el Nuevo Testamento previene a los creyentes tocante al apartarse de la idolatría y la adoración de ángeles!

A la luz de estas verdades, ¿Cómo podría suponerse que hombres – y aun Israel- sin la dirección divina pudiesen originar un tratado en el cual, con la mirada puesta en la gloria de Dios, clasificara la idolatría como una de las mayores y más repugnantes ofensas e insultos contra Dios?

16. La doctrina trinitaria.

La doctrina bíblica de la trinidad sostiene que Dios es uno en esencia, pero que ha existido eternamente en tres Personas distintas. Indudablemente este es uno de los más grandes misterios.

La doctrina alcanza más allá del límite del entendimiento humano, aunque es algo fundamental en la revelación divina. Sería contradictorio pensar que el hombre ha inventado un Dios tan grande al que ni siquiera puede comprender bien.

17. El plan de salvación.

¿Qué ser humano inventaría un plan de salvación que desacredita todos los méritos humanos para dar siempre la gloria a Dios desilusionando así la vanidad humana?

18. La ética de la Biblia.

Las religiones de los paganos se ocupaban muy poco o nada de los asuntos morales. Sus sacerdotes no hablaban casi nada de una vida pura y verdadera. Por el contrario sus religiones eran frecuentemente promotoras de los vicios más bajos.

En este sentido podemos decir que la ética de la Biblia es sobrenatural tanto es su origen como en su santo carácter. Por un lado presenta una exposición categórica del fracaso ético del hombre así como los juicios que pesan sobre él, cosa nada común en otras religiones, y por otro lado, expone principios éticos desconocidos e impopulares en sus tiempos.

Puede servirnos de ilustración lo prescrito en el Antiguo Testamento sobre la esclavitud. En su día, la legislación mosaica no sólo suavizaba aquella lacra social, sino que tendía a eliminarla. (Recordar también el caso de las viudas y los huérfanos).

19. Es el Libro de Dios.

En un sentido es el Libro de Dios puesto que El mismo y no otro reclama su autoría. Abundan los textos en la Escritura que atestiguan una revelación especial de Dios, quien de muy variadas maneras habla a sus siervos para comunicarles su mensaje.

Una de las frases más repetidas del Antiguo Testamento es: “Y dijo Dios”. Y aunque el testimonio que una persona da de sí misma no es decisivo porque puede ser falso, sin embargo, también puede ser verdadero y, de acuerdo con un elemental principio de procedimiento legal, tal testimonio no puede ser desechado a priori.

A menos que pueda probarse fehacientemente su falsedad, la información que aporta siempre es de valor irrenunciable. Y en cuanto a las continuadas afirmaciones de la propia Escritura de ser el Libro de Dios, no hay ninguna prueba en contra y sí muchas a favor tal como hemos estado considerando.

Desde otro punto de vista podemos afirmar qu es el mensaje de Dios para el hombre y no del hombre para el hombre. Contrariamente a lo que da de sí la naturaleza humana, la Biblia se proyecta totalmente hacia la gloria de Dios, y no tiene otro propósito que honrarle. En este sentido también es el Libro de Dios.

© 2012, Luis de Miguel. Todos los derechos reservados.

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