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Diligencia y Puntualidad

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Proverbios 22:29 – Versión Torres Amat. “¿Viste algún hombre puntual y expedito en sus negocios? Ese tendrá cabida con los reyes, y no quedará entre la plebe”.

Proverbios 22:29 – Nueva Versión Internacional.

¿Has visto a alguien diligente en su trabajo? Se codeará con reyes, y nunca será un Don Nadie.”

DEFINICIÓN DE PUNTUALIDAD.

Real Academia Española define puntualidad como:

  • f. Cuidado y diligencia en llegar a un lugar o partir de él a la hora convenida.
  • f. Cuidado y diligencia en hacer las cosas a su debido tiempo. Tarea realizada con gran puntualidad.
  • f. Certidumbre y conveniencia precisa de las cosas, para el fin a que se destinan.

La puntualidad es una cualidad adquirida por los seres humanos, que es considerada como la virtud de cumplir con la entrega de una tarea o cumplir con una obligación, dentro del tiempo estipulado y totalmente comprometido a la realización de ésta.

Encontramos que en algunas culturas, el tiempo no es tan importante como en otras. Por ejemplo en la nuestra, la latinoamericana, la mayoría de personas son impuntuales y parece que esto no está mal visto; se llega tarde a las reuniones, al trabajo, al colegio, a la iglesia, a todas partes. Sin embargo, en las culturas donde la puntualidad es valorada, la falta de la misma es considerada una falta de respeto y consideración con otra persona, tarea u obligación; que hasta puede ser tomado como un insulto.

LA IMPORTANCIA DE LA PUNTUALIDAD.

La puntualidad es considerada un valor. Esta es necesaria para dotar a nuestra personalidad de carácter, orden y eficacia, pues al vivir este valor en plenitud estamos en condiciones de realizar más actividades, desempeñar mejor nuestro trabajo, ser merecedores de confianza.

En otras palabras, la puntualidad nos ayuda a ser diligentes con nosotros mismos y con los demás. Nos ayuda a tener todas nuestras tareas y compromisos a tiempo y bien hechas.

Se que hay personas que llevan innato el ser puntual; pero en otros la puntualidad brilla por su ausencia y es allí donde tenemos que trabajar con disciplina férrea para cambiar la impuntualidad por puntualidad. Se puede lograr, si somos constantes.

Recuerdo que no siempre fui puntual, pero pasaron dos episodios en mi juventud que me hicieron determinar que debía cambiar y comenzar a ser puntual. Lo primero fue llegar media hora tarde a la iglesia con toda mi familia y ya había terminado el culto. Justo el pastor quiso darnos una lección gráfica sobre el llegar tarde y ese día solo cantaron una canción y el predicó 10 minutos.

Al llegar vi que se estaban saludando y pensé “Uf, menos mal que todavía no ha empezado el culto” luego me di cuenta que ya había terminado; para mi fue muy bochornoso y prometí no volver a llegar tarde. Y lo otro fue que con 17 años conseguí un trabajo de recepcionista telefónica de una empresa española en Venezuela; para mi era un privilegio ya que me pagaban como una secretaria profesional, sin serlo.

Vivía muy lejos del lugar de trabajo y me levantaba a las 4 de la madrugada para poder llegar a tiempo al trabajo, pero pasó que muchas veces que por tráfico, se me hacía 3 o 5 minutos tarde (no más), pero mis jefes (catalanes por cierto), me llamaban por teléfono a 7:00 en punto y yo no contestaba, y este era mi trabajo principal, dure unos pocos meses hasta que me despidieron.

Otra vez el bochorno y la vergüenza, no podía argumentar, era la culpable y tenía que asumirlo. Esto me enseñó que debía esforzarme hasta conseguir ser puntual. No es que ya sea perfecta, pero sigo intentándolo y quiero imitar a mi padre en su puntualidad.

DIOS ES UN DIOS PUNTUAL.

La principal razón para ser puntual es que queremos imitar a nuestro Dios.

Efesios 5:1. “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”. Y él es un extraordinario ejemplo, pues nunca actúa tarde. Siempre respeta estrictamente el horario que ha establecido para cumplir sus propósitos.

Por ejemplo, cuando decidió traer un diluvio para destruir a los malvados, le ordenó a Noé: “Haz para ti un arca de madera de árbol resinoso” (Génesis 6:14). Y cuando se cumplió el plazo, le dijo que entrara en ella y le informó: “Dentro de solo siete días más voy a hacer que llueva sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y ciertamente borraré de sobre la superficie del suelo toda cosa existente que he hecho” (Génesis 7:4).

Y así sucedió, justo a tiempo: “A los siete días resultó que las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra” (Génesis 7:10). Imagínate qué hubiera pasado si Noé y su familia no hubieran estado dentro del arca. Como vemos, tuvieron que ser puntuales, tal como el Dios al que servían.

Unos cuatrocientos cincuenta años después, Dios le aseguró al patriarca Abraham que tendría un hijo por medio del cual vendría la Descendencia prometida (Génesis 17:15-17). ¿Cuándo nacería? “A este tiempo señalado el año próximo”, le dijo. ¿Se cumplieron sus palabras? La Biblia contesta: “Sara quedó encinta y entonces le dio a luz un hijo (llamado Isaac) a Abraham, en la vejez de él, al tiempo señalado del cual le había hablado Dios” (Génesis 17:21; 21:2)

En la Biblia hay abundantes ejemplos de la puntualidad de Dios (Jeremías 25:11-13; Daniel 4:20-25; 9:25. Por eso hacemos bien en mantenernos a la expectativa del día de juicio de Dios, tal como nos exhortan las Escrituras. Aunque desde el punto de vista humano pareciera demorarse, se nos asegura que “no llegará tarde” (Habacuc 2:3) “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará”.

La puntualidad es esencial para servir a Dios.

A fin de celebrar “las fiestas periódicas de Jehová”, los varones israelitas tenían que estar a tiempo en el lugar designado Levítico 23:2,4.  Además, Dios estableció las horas a las que debían realizarse ciertos sacrificios (Éxodo 29:38). ¿No indica esto que Dios desea que sus siervos le sirvan con puntualidad?

En el siglo primero, el apóstol Pablo les explicó a los cristianos de Corinto cómo debían llevar a cabo sus reuniones. Entre otras instrucciones dio la siguiente: “Que todas las cosas se efectúen decentemente y por arreglo” (1 Corintios 14:40). En armonía con estas palabras, las reuniones debían comenzar a una hora fija. Y el punto de vista de Dios sobre la puntualidad no ha cambiado (Malaquías 3:6) “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos”.

Si Dios es un Dios puntual, nosotros como sus hijos, si queremos imitarle y servirle de corazón, tenemos que ser puntuales en toda la extensión de la palabra.

CUANDO NO SOMOS PUNTUALES.

La falta de puntualidad indica un desinterés que muchas veces genera un puntaje negativo, en el caso de empleos, amistades y ministerio. La impuntualidad puede echar a perder relaciones y amistades con gran facilidad.

Como pastores y líderes no podemos permitirnos el llegar tarde al trabajo, al grupo vida, al discipulado o a la iglesia; porque al hacerlo demostramos que no tenemos mucho interés en lo que hacemos. Si convocamos una reunión y nos retrasamos, los participantes concluyen que el encuentro no tiene tanta relevancia. De modo más o menos explícito, el mensaje de quien llega tarde es: “Tengo entre manos cuestiones más importantes que las que voy a tratar con ustedes” o también “Mi pereza, mi caos, mi carencia de voluntad firme, me dificultan responder a mis obligaciones”.

Cuando alguien, con sus desatenciones, manifiesta la existencia de una “agenda oculta”, de intereses ajenos o lo tratado, pierde capacidad de arrastre. Los demás miembros del grupo se sienten que no se les valora su tiempo y reaccionan con desgana.

Cuando no tienes el control del tiempo, demuestras una falta de respeto por el tiempo del otro y por la iglesia que representas. También supone, a la larga, la pérdida de prestigio y confianza, ya que se puede comprender una impuntualidad un día, pero no se puede mantener la confianza en alguien que semana tras semana no llega a tiempo.

¿Cómo podemos mejorar? Creo que es importante, establecer un sistema de control que pueda ayudarnos a limitar el tiempo que dedicamos a cada  labor para así llegar a ser puntuales. Programar alarmas en el móvil, utilizar un sistema de post-it o cambiar de lugar objetos cotidianos para que nos recuerden los compromisos inmediatos y nos ayuden a establecer los límites entre tareas. Por otro lado, elaborar un horario de las actividades también puede ser muy útil. Aunque al principio quizás no calcules bien el tiempo, a la larga, será la mejor manera de dedicar a cada actividad el tiempo que requiere.

Creo que es momento de que pongamos atención a este tema de la impuntualidad y que este sea un año de proponernos a mejorar y a ser puntuales en todas las cosas.

Como comenzamos con el versículo de Proverbios 22:29, quiero terminar también con él y decirles que cuando somos puntuales y diligentes el Señor nos promete que gobernaremos con los grandes y que nunca seremos un Don nadie.

Dios necesita de gente esforzada diligente y puntual. ¿Quieres comenzar ahora mismo?

© Moreiba Cabrera

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