Las mujeres en el ministerio

Pero como todas las consecuencias maleadas del pecado, gracias a Dios que El proveyó la restauración para el estado caído del hombre y la mujer, el plan de redención a través del cual la mujer ha sido restaurada a su lugar correcto al lado del hombre.

Ese remedio fue la muerte y sacrificio de Jesucristo nuestro Señor. El vino para sufrir las consecuencias de todos nuestros pecados, los de las mujeres así también como los de los hombres. El vino para pagar el precio de rescate por todos nosotros y llevarnos nuevamente a la posición que habíamos perdido ante Dios y entre los unos y los otros.

B. LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA.

En Mateo 19:3-9, Jesús estableció Su norma para las relaciones del hombre y la mujer. Los judíos del tiempo de Jesús tenían sus criterios, los cuales habían sido reducidos por Moisés, y más tarde por las interpretaciones y enseñanzas del Talmud.

Jesús dejó bien claro que esas tradiciones no cancelan o anulan el propósito original de Dios para el hombre y la mujer. El vino para establecer el intento y propósito original de Dios. “Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así.”

1. Se les ha prohibido a las mujeres hablar.

Los teólogos no han enfatizado el hecho de que la obra redentora de Cristo tenía el intento de restaurar el propósito original de Dios y de tornar a la mujer a su lugar original, al lado del hombre. Así que, a menudo les prohibían a las mujeres que hablaran en la iglesia.

Han pasado más de 2.000 años desde que Jesús elevó a las mujeres; sin embargo, hoy todavía la tradición de la iglesia les prohíbe predicar y enseñar.

El respaldo de los teólogos de esta restricción es basada sobre algunas instrucciones prácticas apostólicas expuestas por Pablo para remediar ciertos abusos surgidos entre las recientemente liberadas mujeres (y extensamente sin educación). Pablo simplemente estaba reforzando las normas básicas de la etiqueta y civilidad.

La libertad para que las mujeres oraran y profetizaran en las reuniones o cultos religiosos era tan nueva que causó algunos problemas dentro de las iglesias donde los judíos y gentiles adoraban juntos.

No fue fácil para los primeros judíos cristianos aceptar esa nueva igualdad espiritual para las mujeres. La idea de ellas tomar parte de las ceremonias religiosas era muy remota, pues lo consideraban como un sacrilegio. Las mujeres no eran ni aun permitidas en la corte de adoración en el templo judío.

Aquellos judíos que se habían convertido a Cristo se adherían a las costumbres antiguas. Los creyentes judíos todavía se mantenían adheridos a las Leyes del Antiguo Testamento como su fuente de alimento.

Ellos continuaron la práctica de la circuncisión, y aún tenían a maestros judíos que iban entre los gentiles para insistir en que deberían ser circuncidados. Por consiguiente, las mujeres, al permitírseles la libre expresión en la iglesia, no fue ciertamente la menor de sus molestias.

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