Las mujeres en el ministerio

Así que, ¿dónde nos proponemos establecer nuestras fronteras para las mujeres?

La tradición dice: “Esta bien que la mujer enseñe una clase de Escuela Dominical, o en algunos grupos y hasta ponerse de pie a testificar acerca de lo que Cristo ha hecho por ella. Otros permiten que las mujeres sean misioneras en países extranjeros, o que ministren en una casa, pero nunca que predique o enseñe.”

No obstante, debemos tener cuidado a fin de evitar dar comienzo a las contiendas o divisiones inconsistentemente. Por ejemplo: Si una mujer puede salir de la iglesia y testificar, ¿podría ella incluir Escrituras en su testimonio? Si puede, ¿cuántas, antes de que se considere que está predicando?

Si ella le testifica a un pecador, imagine que se congregue un grupo a su alrededor. ¿Podría testificarle a diez, o a cien o a mil?

¿En qué punto su testimonio excedería los límites de una mujer? ¿Cuántos podrían congregarse antes de que ella tenga que callarse y llamar un hombre para que tome su lugar?

Si le testifica a un pecador en el metro o en una casa privada, ¿podría testificar a uno en la calle, o en el parque, o debajo de una carpa que ella decide levantar? ¿En qué punto deberá ser prohibido su evangelismo personal?

Si ella testificara a lo largo de una senda, imagine que se congrega un grupo, ¿podría ella subirse a una piedra para que la puedan escuchar? Imagine que testifique desde una vereda, ¿podría subirse sobre los escalones y hablar en alta voz, a fin de que la audiencia le escuche?

Si es así, ¿podría subirse ella sobre una caja o silla o plataforma? Precisamente, ¿Cuán alto podría ella hablar o cuán alto podría ascender antes de que pueda cruzar los límites prohibidos para una mujer y penetrar dentro del dominio del hombre?

Si ella ora con un pecador, ¿podría orar con dos, o diez o con cien a la vez? ¿Cuánto es demasiado para una mujer?

Si ella puede testificar, ¿podría enseñar o predicar? ¿Cuál es la diferencia? ¿Quién está dispuesto a dividir estas diferencias entre testificar, predicar, enseñar, evangelizar, o hablar, a fin de que las mujeres conozcan si deben obedecer a Jesucristo fuera del santuario tanto como deberían obedecer la tradición dentro del santuario?

¿Acaso deberá el ejército de mujeres cristianas de cultura, educación y calificadas continuar en silencio en el evangelismo debido a las dos instrucciones expuestas por Pablo a un grupo de mujeres sin cultura, sin educación, quienes hablaban a sus maridos gritando desde la parte de atrás de la asamblea acerca de asuntos que para ese tiempo no estaban entrenadas para discutir?

¿Acaso deben las mujeres cristianas modernas ser restringidas por las costumbres arcaicas?

Para mí, parece irracional atar un ejército de mujeres cristianas. Es evidente que estamos condenando las almas perdidas al Infierno por medio de restringir a las mujeres del ministerio mundial del evangelismo. El poner bozal a su testimonio dinámico para Cristo, en este tiempo, es una tragedia.

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