Santidad del alma – Parte IV

José N. Briceño Aldana

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Dios no te mira como eres, sino como seras - Bosquejos

Santidad del alma – Parte IV

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El dogmatismo es una de las fortalezas más prevaleciente en el seno de la Iglesia. Entiéndase por dogmas: la firme convicción de una creencia que gobierna gran parte del pensamiento; desde el punto de vista negativo, el dogma es una firme convicción ajena a la verdad de Dios.

El termino Dogma es utilizado en Hechos 16:4 para referirse a las ordenanzas o doctrinas que los Apóstoles habían acordado con los Ancianos. Con el transcurrir del tiempo este término perdió su verdadero sentido etimológico.

También se entiende por dogma aquello que se denomina “eisegesis”, que es toda interpretación humana de una verdad Bíblica que pasa a ser una doctrina fundamental y que predomina en la mala formación del creyente. Es decir, cuando se interpreta personalmente una verdad Bíblica y dicha interpretación se enseña como doctrina o verdad, y que dicha enseñanza toma fuerza en la formación de un individuo, conduciéndolo a un estilo de vida.

Todas estas fortalezas se destruyen cuando se derriban los argumentos.

¿Cómo se derriban los argumentos?

A través de la verdad y el conocimiento de Dios que está revelado en su Palabra. Si los argumentos vienen a estar en contra del conocimiento de Dios, es lógico que el conocimiento de Dios (su Palabra) sea el que derribe todo argumento.

Al derribar el argumento se destruyen las fortalezas – al destruir las fortalezas, hay lugar para el conocimiento de Dios – al darle lugar al conocimiento, viene como resultado la obediencia – al estar en obediencia, se acaba la altivez – al no haber altivez, se castiga toda desobediencia porque no hay lugar para la rebeldía.

Para no tener argumentos que levanten fortalezas que estén en contra de la verdad de Dios y que, por ende, nos lleven a la desobediencia, debemos tener cuidado con todo aquello que perciben nuestros sentidos físicos, y filtrarlo por la Palabra de Dios. Debemos ser selecto con lo que: leemos, oímos, y vemos.

Pablo dijo: “todo lo verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo amable, todo lo de buen nombre, todo lo virtuoso, en esto pensad”. (Filipenses 4:18).

¿Por qué Pablo nos manda a meditar en estas virtudes? Porque ellas no corromperán nuestra mente, y al no corromper nuestra mente, no corromperán nuestras acciones.

Pablo dijo: “Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”. (1ª Corintios 15:33)

¿Por qué corrompen las buenas costumbres las malas conversaciones? Porque al corromper tu mente corromperán tus acciones.

De allí la importancia de que Dios logre renovar nuestra mente, llevándonos a una mente espiritual para conducirnos a la Santidad (1ª Corintios 2:16).

Una vez que Dios logre renovar la mente del hombre, que es su propósito (Jeremías 31:33; Hebreos 8:10, 10:16; Efesios 4:20.24), pasa a trabajar con la voluntad, tratando de producir un quebrantamiento para que haya una obediencia (Efesios 4:24. Colosenses 3:12).

© 2012. José N. Briceño Aldana

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José N. Briceño Aldana
Autor

José N. Briceño Aldana

Director presidente del ministerio de la formación y la evangelización "Jesús Soberano Señor".

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