Estudios Biblicos… Estudio Biblico
INTRODUCCIÓN
Tanto la Iglesia Católica como las surgidas de la Reforma Protestante, reclaman ser la verdadera Iglesia fundada por Cristo, ambas basan su autoridad -de orden espiritual- sobre la voluntad divinamente inspirada y revelada por Dios; Roma lo hace apelando a la Biblia y a la Tradición, como al Magisterio Eclesiástico; único órgano competente para interpretar válidamente ambas fuentes, y la Reforma; que toma a la Sagrada Escritura, i.e. la Biblia, como único patrón seguro de fe y de conducta Cristiana. (El principio de la sola scriptura)
Mientras Roma carga sobre los hombros de la Iglesia docente -el Magisterio eclesiástico- la facultad interpretativa de la Biblia y de la sagrada Tradición; la Reforma en cambio, permite el libre examen (No se confunda con la libre interpretación) de la Escritura; y reconoce al Espíritu Santo como su incontestable hermeneuta; infalible e inerrable.
Las discrepancias entre Roma y la Reforma en materias de doctrinas y prácticas, son tan agudas; que al que escribe esto le resulta –al menos en teoría- imposible una futura reconciliación, sin que una de ellas –la parte sana, pues siendo tan marcadas las diferencias una de ellas debe estar en la verdad- sufra un grave desdoro en su misma configuración e identidad vocacional, perdiéndose en el error de la otra.
De modo que el pretendido ecumenismo -tan de moda hoy en día- debe dar lugar a la “koinonia de los santos”; la que debe estar encaminada al fortalecimiento de los lazos entre Iglesias Protestantes, las que a pesar de sus inveteradas desavenencias, guardan más puntos en común -los artículos capitales de la fe-, de lo que se pueda apreciar en apariencia, además, se debe rechazar todo tipo de negociación y transigencia religiosa; sí es que se piensa dar algún fructífero acercamiento interconfecional con otros credos no Protestantes.
El presente trabajo sólo pretende dar un vistazo a los principales puntos de discusión y separación entre Romanos y Protestantes, poniendo en un lado de la balanza la posición de la Iglesia Católica, y del otro, la refutación Protestante a la luz de las Escrituras.
El bosquejo del estudio va como sigue:
Roma y el sistema Papal
Roma y los sacramentos
Roma y el culto a María
Roma y el culto a los santos
I. ROMA Y EL SISTEMA PAPAL
El más reciente catecismo de la Iglesia Católica, impulsado y aprobado por Juan Pablo II, dice al respecto lo siguiente:
El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella (Mateo 16:18,19); lo instituyó pastor de todo el rebaño (Juan 21:15-17). (Pagina 311, párrafo 881)
El Papa, Obispo de Roma y sucesor de san Pedro, “Es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los Obispos como de la muchedumbre de los fieles”, (LG 23) “El pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de vicario de Cristo y pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad”. (LG 22; Cf. CD 2; 9). (Pagina 312, párrafo 882, negritas añadidas)
Estas declaraciones por demás altisonantes, Roma las ha venido reafirmando –unas veces más temerarias que otras- a lo largo de su historia, según ésta; el Papado se remonta hasta el Apóstol Pedro; la roca sobre la que se edifica la Iglesia de Cristo, y cuyo inmediato y legítimo sucesor, viene a ocupar la cátedra petrina como cabeza visible de la Iglesia y vicario de Cristo en la tierra.
Ante semejantes pretensiones la Iglesia Protestante responde afirmando todo lo contrario; ya que ni la historia –secular o religiosa- ni la Palabra de Dios, tienen por ciertas dichas demandas.
Huelga decir, que la supuesta sucesión ininterrumpida del Obispo de Roma y presunto sucesor de Pedro; no cuenta con respaldo histórico, la larga lista de Papas (267, hasta el momento) adolece de serias inconsistencias.
Para citar un par de ejemplos, baste mencionar que algunas antiguas listas citan a Clemente como el sucesor directo de Pedro, mientras otras, refieren a Lino; todo parece indicar que en la Iglesia primitiva no había un episcopado monárquico, i.e. de un sólo Obispo, sino colegiado.
Otra inconsistencia se desprende de las palabras de Ireneo de Lyon, uno de los llamados Padres Apostólicos, quien al escribir “Contra las herejías”; asegura que Pedro y Pablo fundaron la Iglesia de Roma y la dejaron al cuidado pastoral de Lino, –supuesto segundo Papa- de ser cierto, Lino sería entonces el primer Obispo de Roma y no su segundo Papa, a despecho de Roma. (Vea la lista oficial de Papas)
Muchos historiadores eclesiásticos coinciden en que fue con León I y Gregorio Magno, que el Papado fue tomando cuerpo y forma; y no es sino hasta los días de Bonifacio VIII (1294-1303), que el Papado adquiere su inusitada preponderancia. (Hoy no tan acentuada como antes)
En cuanto a los principales textos Bíblicos que Roma aplica a favor del Papado están: Mateo 16:18,19 – Lucas 22:31,32 – Juan 21:15-17; los que analizaremos a continuación de forma separada:
Mateo 16:18 Y Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia; y las puertas del hades no prevalecerán contra ella.
Mateo 16:19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. (Cursivas mías)
La Iglesia Católica argumenta que la roca sobre la que se edifica la Iglesia es el mismo Pedro; ya que, puesto que Jesús hablaba arameo, no existía la distinción griega entre Petra y Petros, es decir, entre piedra grande (De fundación) y pequeña (De confesión).
No obstante, cuando se aplica una sana exégesis al citado pasaje; este arroja una interpretación desfavorable para Roma.
Quiero llamar la atención al hecho de que Jesús no dice: ¡Tú eres Pedro, y sobre ti edificaré mi Iglesia!, que sería demoledor para el Protestantismo, sino que afirma: ¡Sobre esta roca!, ¿Cuál roca? ¿Acaso es Pedro? ¡De ninguna manera!, la roca aquí aludida es Cristo mismo; el Hijo del Dios vivo y verdadero, y esto está en perfecta armonía con el tenor general de Biblia y el testimonio del propio Pedro quien declara: