Algunos conflictos entre Roma y la Reforma

1 Pedro 2:4 Acercándoos a Él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa.

1 Pedro 2:5 Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.

1 Pedro 2:6 Por lo cual también contiene la Escritura: he aquí, pongo en sión la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en Él, no será avergonzado.

1 Pedro 2:7 Para vosotros, pues, los que creéis, Él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon, Ha venido a ser la cabeza del ángulo;

1 Pedro 2:8 Y: piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados.

(Las cursivas y negritas son mías; véanse también Mateo 7:24- 21:42-44 – Hechos 4:11- 1 Corintios 3:11- Efesios 2:20- Apocalipsis 21:14)

Ciertamente Pedro por ser uno de los doce Apóstoles, forma parte del fundamento Apostólico sobre el que se yergue la Iglesia; pero esto dista mucho de convertirlo por sí sólo en la piedra que sostiene la Iglesia.

Respecto al vocablo arameo “Kefa”, i.e. piedra, recuérdese que es muy probable que Cristo hablara también griego, en todo caso, el Espíritu Santo movió a Mateo en la escritura griega de su Evangelio, el que claramente distingue entre Petros y Petra.

Las llaves entregadas personalmente a Pedro, no van a permanecer para siempre en sus manos; estas llaves que tienen el sentido de abrir más que el de cerrar, fueron usadas por Pedro en la predicación del Evangelio y, ¿Qué es el Evangelio sino una puerta de salvación abierta de par en par, para todos los hombres? Pedro tuvo el singular privilegio de ser el primero, mas no el único en proclamar las Buenas Nuevas a Judíos (Hechos 2:14-40), y a Gentiles –he ahí el uso de las llaves- (Leer todo el capítulo 10 de Hechos).

La expresión ¡Atar y desatar! empleada por Jesús, debe entenderse como parte del argot rabínico, es decir, como la autoridad disciplinaria de desatar, i.e. volver a la comunión eclesial, y atar, i.e. privar de la comunión de los santos, refrendada por Dios, i.e. será atado… será desatado, cuando se ha incurrido en alguna falta meritoria.

Este poder no fue dado sólo a Pedro, sino también al resto de Apóstoles (Juan 20:23), y a todos los creyentes que participan del ministerio disciplinario (Véase Mateo 18:18).

Otro pasaje es:

Lucas 22:31 Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo;

Lucas 22:32 Pero Yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos. (Las cursivas son añadidas)

Parece mentira que este pasaje sirva a los propósitos de corroborar el primado de Pedro, cuando en realidad en esta coyuntura Pedro no aparece en su peculiar fortaleza, sino en su mayor debilidad.

Jesús previene a Pedro de su inminente perfidia, y a su vez le conforta al asegurarle que su caída no será definitiva; ¡Anticipándole su influencia personal –no Papal- entre sus consiervos!

Roma toma las últimas palabras del verso 32, como prueba segura de la primacía de Pedro sobre los demás Apóstoles; y con ello, del Obispo de Roma y sucesor de Pedro, sobre todos los Obispos y sucesores de los Apóstoles.

Siendo sinceros para con Dios, el pasaje no va más allá de Pedro, incluso me atrevo en afirmar que es un episodio eminentemente personal; Pedro el que muchas veces habló inspirado por Dios (Mateo 16:17), en su momento más oscuro -impelido por satanás- terminará negando de la forma más cobarde a su buen Señor.

Satanás logra contra Pedro una importante victoria, pero sin contar con la intercesión eficaz e infalible de Jesucristo, y así Pedro, una vez restaurado; confirmará a sus hermanos en la fe.

Ahora, ¿En qué sentido debe entenderse el papel de Pedro, luego de su estrepitosa caída? Naturalmente no como lo entiende y explica Roma; Pedro después de haber experimentado el pecado como él lo hizo, podría por su testimonio personal confortar a todos aquellos que se encontraran en circunstancias parecidas; sólo quien ha conocido el pecado tan de cerca como Pedro, puede simpatizar con sus hermanos cuando éstos más lo necesitan. (¡Pues a quien se le perdona mucho, mucho ama! Lucas 7:47-2 Corintios 1:3-7- Salmos 51:13, 16,17).

Por último diré lo que insinué en líneas anteriores; puesto que la experiencia personal de Pedro es de carácter singular, las palabras de Cristo solamente le hacen justicia a su persona y a nadie más.

Un último pasaje que vamos a analizar en referencia al Papado dice así:

Juan 21:15 Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas más que éstos? Le respondió: sí, Señor; Tú sabes que te amo. Él le dijo: apacienta mis corderos.

Juan 21:16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas? Pedro le respondió: sí, Señor; Tú sabes que te amo. Le dijo: pastorea mis ovejas.

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