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El Padre Misericordioso

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Estudios Biblicos

Estudios Biblicos Prédica de Hoy: El Padre Misericordioso

INTRODUCCIÓN

La parábola del hijo pródigo, de Lucas 15:11-32como todos la conocemos, en vez de llamarse “El Regreso del Hijo Pródigo”, muy bien podría haberse llamado “La Bienvenida del Padre Misericordioso”. Así se pone menos énfasis en el hijo que en el padre. La parábola es en realidad una “Parábola del Amor del Padre”. Pocas veces el amor compasivo de Dios ha sido expresado de forma tan conmovedora.

Su mirada es una mirada eterna, una mirada que alcanza a toda la humanidad. Es una mirada que comprende el extravío de las mujeres y de los hombres de todos los tiempos y lugares, que conoce con inmensa compasión el sufrimiento de aquellos que han elegido marcharse de casa, que han llorado mares de lágrimas al verse atrapados por la angustia y la agonía. El corazón del padre arde con un deseo inmenso de llevar a sus hijos a casa.

Como Padre, quiere que sus hijos sean libres, libres para amar. Esa libertad incluye la posibilidad de que se marchen de casa, de que vayan a «un país lejano», y de que allí lo pierdan todo. El corazón del Padre conoce todo el dolor que traerá consigo esta elección, pero su amor no le deja impedírselo. Como Padre, quiere que los que estén en casa disfruten de su presencia y de su afecto. Pero sólo quiere ofrecer amor que pueda ser recibido libremente.

El único deseo es bendecir.En latín, bendecir se dice benedicere, que literalmente quiere decir: Decir cosas buenas. El Padre quiere decir, más que con su voz con su contacto, cosas buenas de sus hijos. No quiere castigarles. Ya han recibido demasiados castigos con sus caprichos. El Padre quiere simplemente que sepan que el amor que han estado buscando por las vías más variadas ha estado, está, y siempre estará allí para ellos.

EL PADRE LE DA LA BIENVENIDA A CASA.

“Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio (al hijo menor) y, profundamente conmovido, salió a su encuentro, le abrazó y lo cubrió de besos.   …Su padre salió a persuadirlo (al hijo mayor)”.

El misterio consiste en que Dios en su infinita compasión se ha unido a la vida de sus hijos para la eternidad. Ha elegido libremente depender de sus criaturas, a quienes dio el don de la libertad. Esta elección hace que sienta dolor cuando se marchan; esta elección hace que sienta una alegría inmensa cuando vuelven. Pero no será una alegría plena hasta que hayan vuelto todos y se reúnan en torno a la mesa preparada para ellos.

Y esto incluye al hijo mayor. El dilema del hijo mayor consiste en aceptar o rechazar que el amor de su padre va más allá de ser amado como él cree que debe ser amado. El padre sabe que es el hijo quien debe elegir, aunque él le espera siempre con los brazos abiertos. La historia de Lucas deja muy claro que el padre sale a recibir a sus dos hijos. No sólo corre a dar la bienvenida a su hijo menor, caprichoso, sino que sale también a recibir al mayor, cumplidor del deber, que vuelve del campo preguntándose qué son toda esa música y bailes, y le anima a entrar.

El hijo mayor, en medio de sus celos y amargura, sólo ve que a su irresponsable hermano se le presta más atención que a él, y llega a la conclusión de que a él se le quiere menos. El corazón de su padre, sin embargo, no está dividido. Su reacción libre y espontánea ante el regreso de su hijo menor no implica comparación alguna con su hijo mayor. Todo lo contrario, desea ardientemente que participe de su alegría.

El hermano mayor se compara con el menor y siente celos. Pero el padre los ama tanto que jamás se le ocurriría retrasar la fiesta para que su hijo mayor no se sintiera rechazado.

EL CORAZÓN DEL PADRE.

¿Cómo responderá el hijo mayor a la invitación de su padre de unirse a la fiesta? No hay duda de cómo es el corazón del padre. Su corazón sale al encuentro de sus dos hijos; quiere a los dos; espera verlos juntos como hermanos alrededor de la misma mesa; quiere que sientan que, aun siendo diferentes, pertenecen a la misma casa y son hijos del mismo padre.

Por raro que suene, Dios desea encontrarme tanto, si no más, como yo deseo encontrar a Dios. Sí, Dios me necesita tanto como yo a Él. Dios no es el patriarca que se queda en casa, inmóvil, esperando a que sus hijos vuelvan a él, esperando a que pidan disculpas por su comportamiento, que pidan perdón, y prometan cambiar. Al contrario, abandona la casa, sin hacer caso de su dignidad al correr en su busca, ignorando las disculpas y promesas de cambiar, y los conduce a la mesa magníficamente preparada para ellos.

Ahora empiezo a ver lo radicalmente que cambiará mi trayectoria espiritual cuando deje de pensar en Dios como en alguien que se esconde y que me pone todas las dificultades posibles para que le encuentre, y comience a pensar en Él como Aquél que me busca mientras yo me escondo. Cuando sea capaz de mirar con los ojos de Dios y descubra su alegría por mi vuelta a casa, entonces en mi vida habrá menos angustia y más confianza.

EL PADRE ORGANIZA UNA FIESTA.

“El padre dijo a sus criados: “Traed en seguida el mejor vestido y ponédselo, ponedle también un anillo en la mano y sandalias en los pies. Tomad el ternero cebado, matadlo y celebremos un banquete de fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido encontrado.” Y se pusieron todos a celebrar la fiesta”.

Entregar lo mejor.

Está muy claro que el hijo menor no vuelve a una sencilla granja familiar. Lucas describe al padre como un hombre muy rico con una propiedad muy extensa y muchos criados. El Dios que sufre por el amor tan inmenso que siente hacia sus hijos es el mismo Dios que es rico en bondad y misericordia (Rom. 2:4 y Ef. 2:4) y que quiere revelar a sus hijos la riqueza de su gloria (Rom. 9:23).

El padre ni siquiera da al hijo la oportunidad de disculparse. Hace suya la súplica de su hijo perdonándole espontáneamente y dejando a un lado sus ruegos, como si no contaran nada en la luz de la alegría por su vuelta. Pero hay más.

El padre no sólo le perdona sin pedirle ningún tipo de explicación y dándole la bienvenida a casa, sino que no puede esperar para darle una nueva vida, una vida de abundancia (Jn 10:10). Es tan fuerte el deseo de Dios de dar vida a su hijo recién llegado que parece estar impaciente.

Nada es lo suficientemente bueno. Hay que darle lo mejor. Mientras el hijo está dispuesto a que se le trate como a un criado, el padre pide que se le ponga la túnica reservada para el invitado distinguido; y aunque el hijo no se siente con derecho a que se le siga llamando hijo, el padre le entrega un anillo y unas sandalias para darle los honores de hijo amado y devolverle su condición de heredero.

El Padre viste a su hijo con los signos de la libertad, la libertad de los hijos de Dios. No quiere que ninguno de sus hijos sea criado o esclavo. Quiere que lleven la ropa del honor, el anillo de la herencia y el calzado del prestigio. Es como una investidura por la que se inaugura el año del favor de Dios.

No hay duda de que el padre quiere organizar una fiesta por todo lo alto. El hecho de que ordenara matar el ternero que habían estado cebando y reservando para una ocasión especial, demuestra lo mucho que el padre desea hacer una fiesta como no se había hecho antes. Su alegría es evidente. Después de haber dado todas las órdenes, dice: “Celebremos un banquete de fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido encontrado” y enseguida empiezan a celebrarlo. Hay comida abundante, música y bailes, y los sonidos alegres de la fiesta pueden oírse desde lejos.

Una invitación a la alegría, BANQUETE:

ALEGRIA: La celebración es parte del reino de Dios. Dios no sólo ofrece perdón, reconciliación y sanidad, sino que quiere hacer todos estos regalos como muestra de su alegría para todos los que estén presentes. En tres de las parábolas en las que Jesús explica por qué se sienta a la mesa con los pecadores, Dios se alegra e invita a otros a que se alegren con Él.

“Alegraos” dice el pastor, “he encontrado la oveja que se había perdido”. “Alegraos”, dice la mujer, “he encontrado el dracma que había perdido”. “Alegraos”, dice el padre, “este hijo mío estaba perdido y ha sido hallado”. Todas estas voces son voces de Dios. Dios no quiere guardarse la alegría para Él sólo. Quiere compartirla con todo el mundo. La alegría de Dios es la alegría de sus ángeles y de sus santos; es la alegría de todos los que pertenecen al reino.

Dios se alegra. No porque se hayan solucionado los problemas del mundo, no porque se hayan acabado la tristeza y el sufrimiento humano, no porque miles de personas se hayan convertido y estén ahora dándole gracias por su bondad. No. Dios se alegra porque uno de sus hijos que se había perdido ha sido encontrado. A lo que yo estoy llamado es a unirme a esa alegría. Es la alegría de Dios, no la alegría que ofrece el mundo. Es la alegría que viene de ver al hijo caminar hacia casa en medio de toda la destrucción, de la desolación y la angustia del mundo.

NUESTRA MISIÓN ES CONVERTIRNOS EN PADRES.

“Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso.”Lucas 5:36.

El último paso en la vida espiritual está muy lejos de un sentimiento de miedo hacia el Padre y que es posible convertirse en Él. Mientras el Padre despierte miedo, continuará siendo un intruso y será imposible que ponga su morada en mi interior. Mi misión en esta tierra, es la de ser como el Padre y vivir su divina compasión en mi vida cotidiana.

Aunque sea el hijo menor y el hijo mayor, no estoy llamado a continuar siéndolo, sino a convertirme en el padre. Nadie ha sido padre o madre sin antes ser hijo o hija, pero cada hijo e hija debe elegir conscientemente dar un paso más y convertirse en padre o madre para otros. Es un paso muy duro y solitario de dar -especialmente en un período de la historia en que es tan difícil vivir bien la paternidad- pero a la vez es un paso esencial para el cumplimiento del viaje espiritual.

La paternidad misericordiosa.  

Ahora necesito descubrir lo que realmente significa ser un Padre misericordioso porque éste es el fin último de mi vida espiritual, como queda expresado en la parábola.

Primero, debo tener en cuenta el contexto en que Jesús contó la historia del “hombre que tenía dos hijos”. Lucas escribe: “Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para oírlo. Los fariseos y los maestros de la ley murmuraban: Este anda con pecadores y come con ellos”. (Luc. 15:1-2) Pusieron su legitimidad de maestro en cuestión, criticando su proximidad con los pecadores. Como respuesta, Jesús les cuenta las parábolas de la oveja perdida, la moneda extraviada y el hijo pródigo.

Jesús deja claro que el Dios del que habla, es un Dios de misericordia que da la bienvenida y acoge encantado a los pecadores arrepentidos. Así pues, tratar y comer con gente de mala reputación no contradice sus enseñanzas sobre Dios, sino que, al contrario, hace que sus enseñanzas puedan vivirse en la vida diaria.

Si Dios perdona a los pecadores, entonces aquéllos que tienen fe deberán hacer lo mismo. Si Dios acoge a los pecadores en casa, entonces aquéllos que confían en Dios también deberán hacerlo. Si Dios es misericordioso, los que aman a Dios deberán ser misericordiosos. El Dios que Jesús anuncia y en cuyo nombre actúa, es el Dios de la misericordia, el Dios que se ofrece como ejemplo y modelo de comportamiento humano.

Pero hay más. Convertirse en el Padre celestial no es sólo un aspecto importante de las enseñanzas de Jesús; es el núcleo mismo de su mensaje. La radicalidad de las palabras de Jesús y la aparente imposibilidad de sus exigencias son obvias cuando son escuchadas como parte de una llamada general a convertirse y a ser verdaderos hijos e hijas de Dios.

Una vez que estemos en la casa de Dios como hijos e hijas suyos, podremos ser como Él, amar como Él, ser buenos como Él, preocuparnos por los demás como Él. Jesús deja esto muy claro cuando explica que:… “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso.” (Leer Luc. 6:32-36).

© Moreiba Cabrera. Todos los derechos reservados.

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Moreiba Cabrera
Moreiba Cabrera, Misionera, Pastora principal de la iglesia Nueva Vida de Madrid. Directora de la extensión de Madrid del Centro de Estudios Superiores de Teología de Asambleas de Dios CSTAD.

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