2) Maldiciones generacionales – Generaciones
El texto en Éxodo 20:5 encontramos como Dios visita la maldad hasta la tercera o cuarta generación. Ya sabemos que lo que conocemos como maldiciones generacionales no son necesariamente maldiciones, pero Dios si visita y no se olvida de las maldades que cometemos. Hay pecados que pueden transmitirse de generación en generación, no porque sea una maldición, sino que una persona puede afectar con su pecado a las generaciones venideras.
Por ejemplo si una persona es alcohólica, los hijos ven en casa lo que esta persona hace y así transmitir el pecado a la siguiente generación. Si una persona ha sido juzgada por determinada estafa, no es difícil que ese mismo pecado haya contaminado a las generaciones futuras y le afecten por haber sido condenado por ello.
Dios no castiga a los hijos por los pecados de sus padres, cada quien es castigado por los pecados personales, pero una persona puede ser afectada por los pecados que cometieron sus padres. No recibir castigo pero sí ser afectado por ello. Dios se recuerda entonces de esos pecados hasta la tercera o cuarta generación.
3) Rompiendo maldiciones generacionales
Pero en Dios obtenemos bendiciones de la obediencia, Dios transforma cualquier maldición en bendición, pues Él es Dios. No importa si en nuestra vida solo hemos visto la maldad, si hemos experimentado la pérdida y la soledad, cuando reconocemos a Jesucristo como nuestro salvador obtenemos el favor de Dios. Lo más grande que Dios hace por una persona no es la sanidad divina, no es la prosperidad, sino la salvación del alma.
Al Dios hacer lo más grande por nosotros, podemos conocer que también hará las cosas menores con sus hijos. Dios nos cuida y nos da todo lo que necesitamos para cumplir con el propósito por el cual nos ha llamado a su redil. Dios transforma en Jesucristo toda nuestra maldad en bendiciones, al obedecerle y servirle.
Al venir a Jesús y aceptarlo como salvador personal rompemos con toda situación pasada y lo que hayamos vivido y conocido en el pasado es roto por el poder de Jesucristo. No importa si nuestra familia en el pasado fue malvada, en Dios somos transformados para comenzar de nuevo.
Dice su palabra que somos nuevas criaturas, creados según la voluntad de Dios y no de los hombres. Es por eso que venir a los pies de Cristo rompe con todo el pasado y la maldad ya no puede alcanzarnos, comienza una nueva etapa de bendiciones que alcanzan incluso a las generaciones futuras.
4) Sobreabunda la gracia (Romanos 5:20)
La gracia de Dios en nuestra vida sobreabunda. Pero esto lo obtenemos a través de Jesucristo, donde abundó el pecado, la gracia de Dios se manifiesta a través de Jesucristo. El sacrificio de Jesús transforma nuestra maldad en obediencia a Dios, en perdón de pecados, en salvación del alma.
No importa lo malos que hayamos sido antes, la sangre de Jesucristo nos limpia de toda maldad. Su sangre es suficiente para perdonarnos y limpiarnos de esa maldad y hacernos brillar con la luz de Cristo.
Si antes, cuando estábamos en pecado había alguna situación del pasado que afectaba nuestra vida, Dios puede transformar eso en bendición, pues Dios se glorifica en las debilidades. Ahora con Dios de nuestro lado no hay pasado que valga, no hay daño que pueda afectar nuestra vida pues todo es hecho nuevo. En Cristo encontramos la verdadera libertad y lo que los demás piensen o digan de contra nosotros no nos puede afectar pues Dios transforma las maldiciones en bendición.
Conclusión
Dios no castiga a los hijos por los pecados de los padres. Dios no castiga a nadie por los pecados de alguien más. Dios castiga los pecados, castiga la maldad y en su palabra encontramos lo que Dios maldice. Por sobre todas las cosas Dios maldice la desobediencia, el pecado es desobediencia a Dios.
Dios castigó a Adán por desobedecer y hacer lo que Dios le había dicho que no hiciera. Si queremos que Dios no nos castigue entonces lo que debemos hacer es obedecerle. Dios transforma también las maldiciones en bendiciones e impide que las maldades que otras personas puedan desear contra sus hijos se hagan realidad.
La maldad de una persona se puede reflejar o puede afectar a las generaciones futuras, hasta la cuarta generación puede ser. Pero el sacrificio de Jesús fue suficiente para romper cualquier efecto del pecado en nuestra vida.
A través del sacrificio de Cristo somos nuevas criaturas y lo que paso antes de aceptarlo como nuestro salvador queda en el olvido, Dios lo borra y es sepultado. Ahora solo queda el futuro por delante, reluciente con Dios, solo espera las bendiciones del Señor sobre nuestra vida y la vida de las descendencias futuras.
Donde abundó el pecado, sobreabunda la gracia, y las bendiciones de Dios no solo afectan a la tercera o cuarta generación, sino hasta mil generaciones. Pues son más grandes las bendiciones de Dios que cualquier maldición que pueda existir en nuestra vida.
© Mauricio Alvarez. Todos los derechos reservados.
Bendiciones que el Señor le mas sabiduría. Me gusta estudiar la palabra; me gusto su estudio.