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Cristo y el Antiguo Testamento

Estudios Bíblicos

Prédica de Hoy: Cristo y el Antiguo Testament

Biblia en Español

El Patrón de la Historia de la Redención

Los apóstoles predicaron a Cristo desde el Antiguo Testamento y en el trasfondo Antiguo-Testamentario. Para Jesús y los apóstoles, el Antiguo Testamento fue la Biblia. Ellos no conocieron otras Escrituras, salvo las del Antiguo Testamento; y ningún Dios, sino el del Antiguo Testamento.

Durante siglos, la ley y los profetas alimentaron una esperanza en Israel. Los apóstoles proclamaron a Cristo como el cumplimiento de aquella esperanza. Fue como si se hubiera quitado un velo que cubría al Antiguo Testamento. Sus ojos quedaban ahora abiertos para ver que todas las Escrituras existían por causa de Cristo Jesús (Colosenses 1:16).

Ahora podían ver que Moisés escribió de él (Juan 5:46). “De él dan testimonio todos los profetas” (Hechos 10:43; Versión Nácar Colunga). La ley y los profetas apuntaban al Evangelio de la justicia de Dios (Romanos 1:2; 3:21). Cristo murió y resucitó conforme a las Escrituras (1 Corintios 15:3-4).

Si el Nuevo Testamento nos da una fotografía de Dios en la faz de Jesucristo, entonces no debemos olvidar que el Antiguo Testamento suple el trasfondo o la montura de tal imagen. Este marco tiene tremenda importancia. No se puede entender el Evangelio sin un marco.

Una persona que tenga diapositivas de su más reciente viaje al África no puede mostrar una figura inteligible proyectándolas al aire libre. La pantalla realzará o distorsionará la imagen. Igualmente, el espíritu siempre necesita forma, el alma necesita un cuerpo y la fe necesita darse expresión mediante buenas obras.

El Evangelio es espiritual, pero debe expresarse en forma visible.

Así como Dios diseñó el cuerpo humano como la forma que expresa el alma, también diseñó la forma mediante la cual se expresaría el Evangelio de su gracia. Esa forma fue el trasfondo del Antiguo Testamento.

Consideremos las largas centurias de cuidadosa preparación para poner en escena el “drama de la pasión divina”. Su escenario fue el Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento no descarta este escenario, este trasfondo.

Cuando predicaron a Cristo, los apóstoles sabían cómo utilizar este marco presentando sobre él el divino esplendor de Aquel por quien, y para quien, consisten todas las cosas (Colosenses 1:16).

Debido a varias razones, nosotros los cristianos hemos descuidado o descartado el arte de la predicación de Cristo desde el Antiguo Testamento, tal como lo hicieron los apóstoles. Marcio, el gran hereje del siglo segundo, quiso abandonar el Antiguo Testamento totalmente.

A pesar de que la iglesia rechazó a Marcio, la tendencia marcionista persiste aún. No siempre la iglesia estuvo a gusto con la presencia del Antiguo Testamento.

Frecuentemente, los cristianos no han sabido qué hacer con él. Yen la medida en que descuidamos el marco designado por Dios para el Evangelio, nos encontramos inventando marcos de fabricación propia.

Necesitamos un marco para nuestra teología, aunque no estemos conscientemente percatados de ello. Nuestro concepto de Dios y del hombre debe moverse dentro del marco de algún sistema de pensamiento. Necesitamos una estructura teológica.

La historia de la teología demuestra cómo épocas y segmentos diferentes de la iglesia desarrollaron sistemas teológicos diferentes. Todos estamos familiarizados con términos tales como misticismo, pietismo, entusiasmo, racionalismo y el fenómeno del siglo veinte del existencialismo. Todos representan sistemas de pensamiento teológico-marcos en los cuales se explica el método divino de salvar al hombre.

Estos sistemas de pensamiento fueron desarrollados porque la mente humana no puede retener la verdad aparte de una forma. Todos sentimos la necesidad de un marco. No sólo dio Dios a su iglesia Su Evangelio, sino que dio este Evangelio en Su marco. En demasiadas ocasiones este marco pareció una “raíz de tierra seca”. Careció de atractivo para la mentalidad racionalista griega.

La civilización cristiana occidental quedó impregnada por esta tendencia mental. En el mismo grado en que la iglesia perdió el marco original del Evangelio, llegó a diseñar uno de sí misma. Algunos de estos marcos teológicos tienen un tremendo dominio sobre las mentes de los cristianos.

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