El reo que era condenado a morir utilizando este método, lo ataban o clavaban en una cruz de madera o entre árboles o en una pared, y lo dejaban allí hasta su muerte.
Los fenicios y los cartagineses practicaban la crucifixión, y más tarde los romanos la aplicaron ampliamente. En roma sólo los esclavos, los provincianos, y los tipos más bajos de criminales eran crucificados, pero raramente se crucificaba a un ciudadano romano.
Las causas más comunes de crucifixión eran por crímenes de robo, homicidio, traición o sedición. Roma la utilizó no solamente como instrumento de tortura y ejecución sino también como picota vergonzosa, reservada para los peores y más bajos criminales.
Además de la cruz simplex o palo vertical, se empleaban otras formas.
- La crux commissa (o de San Antonio) que tenía la forma de una T mayúscula.
- La crux decussata (de San Andrés), en forma de X.
- La crux immisa, en la que el palo vertical sobresalía sobre el horizontal. Según la tradición, esta fue la cruz en que murió Jesús. La referencia en los Evangelios al título sobre la cabeza de Jesús (por ejemplo, Mateo 27.37) respalda esta idea.
Al parecer el método de crucifixión variaba en diferentes partes del imperio romano. Los escritores seculares de la época evitaban relatar detalladamente esta forma de castigo, la más cruel y degradante de todas las existentes en esa época. Los escritores contemporáneos la describen como la más dolorosa de las muertes.
Historia de la cruz – Cuando se condenaba a un criminal, era costumbre romana:
Azotar a la víctima con el flagellum, que era un látigo con correas de cuero. Generalmente el azote consistía de treinta y nueve latigazos. El soldado usaba un látigo con tiras de cuero trenzado con bolas de metal entretejidas, también tenía pedazos de hueso afilados, los cuales cortaban la carne severamente. La espalda quedaba tan desgarrada que la espina dorsal a veces quedaba expuesta debido a los cortes tan profundos.
Los latigazos iban desde los hombros pasando por la espalda, las nalgas, y las piernas. Mientras continuaba la flagelación, las laceraciones rasgaban hasta los músculos y producían jirones temblorosos de carne sangrante. Las venas de la víctima quedaban al descubierto y los mismos músculos, tendones y las entrañas quedaban abiertos y expuestos.
Luego se le hacía llevar la viga transversal (patibulum), como un esclavo, hasta el lugar de su tortura y muerte, siempre fuera de la ciudad, mientras un heraldo iba delante de él con el “título”, o sea la acusación escrita. Fue este patibulum, no toda la cruz, lo que Jesús no pudo llevar a causa de su debilidad, y que Simón de Cirene llevó en su lugar. (Mateo 27:32).
Desnudaban completamente al condenado como una forma de avergonzarlo públicamente. Lo colocaban en tierra con la viga transversal debajo de los hombros y le ataban o clavaban allí los brazos o las manos. La muerte de Jesús fue todavía peor que una crucifixión común. Sus manos y sus pies fueron clavados al madero. (Juan 20.25).
Luego levantaban esta viga y la fijaban en el poste vertical, que ya estaba fija en la tierra, hasta que los pies de la víctima apenas dejaban de tocar el suelo, y no alto como se ve con frecuencia en las ilustraciones.
Una vez que la persona cuelga en posición vertical, la crucifixión es una muerte lenta y agonizante por asfixia, sed y agotamiento. A veces se aceleraba la muerte mediante la quebradura de las piernas, como se hizo con los dos ladrones, pero no con nuestro Señor, porque ya estaba muerto.