Historia de la cruz

No obstante, se le clavó una lanza en el costado para mayor seguridad, a fin de poder quitar su cuerpo antes del día de reposo, como demandaban los judíos (Juan 19.31ss).

Historia de la cruz – Es símbolo de salvación y vida eterna

El interés que demuestran los escritores neotestamentarios en la cruz no es ni arqueológico ni histórico, sino cristológico. Les interesa el significado eterno, cósmico, y soteriológico de lo que ocurrió, una vez y para siempre, en la muerte de Jesucristo, el Hijo de Dios, en la cruz.

Desde el punto de vista teológico, la palabra “cruz” se utilizó como descripción sumaria del evangelio de salvación, de que Jesús “murió por nuestros pecados”. De modo que la “predicación del evangelio” es “la palabra de la cruz, la “predicación del Cristo crucificado” (1 Corintios 1.17ss).

Por ello el apóstol se gloría “en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”, y habla de sufrir persecución “a causa de la cruz de Cristo”. Resulta claro que la palabra “cruz” representa aquí el anuncio completo y jubiloso de nuestra redención por medio de la muerte expiatoria de Jesucristo.

“La palabra de la cruz” es también “la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5.19). Este tema surge claramente en las epístolas a los Efesios y a los Colosenses. Es “mediante la cruz” que Dios ha reconciliado a judíos y gentiles, derribando la pared intermedia de separación, la ley de los mandamientos (Efesios 2.14-16).

Es “mediante la sangre de su cruz” que Dios ha hecho la paz, reconciliando “consigo todas las cosas” (Colosenses 1.20ss). Esta reconciliación es a la vez personal y cósmica, y se produjo porque Cristo ha anulado el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, “clavándola en la cruz” (Colosenses 2.14).

Además, la cruz es el símbolo de nuestra unión con Cristo, no simplemente en virtud de que seguimos su ejemplo, sino en virtud de lo que él ha hecho por nosotros y en nosotros. Por su muerte sustitutiva en la cruz nosotros morimos “en él” (cf.cf. confer (lat.), compárese 2 Corintios 5.14), y “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él”, para que por medio de su Espíritu, que mora en nosotros, pudiésemos andar en vida nueva (Romanos 6.4ss; Gálatas 2.20; 5.24ss; 6.14), permaneciendo “en él”.

Los cristianos del primer siglo y los que posteriormente se convirtieron al evangelio, han visto en la cruz su salvación (1 Corintios 2.2). Cristo, al llevar nuestros pecados en la cruz (1 Pedro 2:24), sufrió la maldición que a nosotros nos tocaba (Gálatas 3:13). Su muerte en la cruz efectuó la reconciliación con Dios (Colosenses 1:20), como también la reconciliación entre judíos y gentiles (Efesios 2:16).

La cruz también simboliza separación de la vieja vida. Por su unión con Cristo, el creyente participó en la muerte sobre la cruz (Romanos 6:6). Como resultado, está libre del dominio del pecado (Romanos 6:11), del yo egoísta (Gálatas 2:20; 5:24) y del mundo (Gálatas 6:14).

Aunque para el mundo en general haya sido absurdo creer que alguien que haya muerto ignominiosamente podría ser objeto de la fe que salva de la condenación, Pablo declaró que “la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Corintios 1:18).

Asimismo, no solo los primeros creyentes sino que desde entonces millones de personas han sido perdonadas de sus pecados y con gozo se han acogido a la promesa de vida eterna ofrecida por el mismo Cristo (Juan 3.16).

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