Los Cuadros de Jesús – Parte IX

“Yo ruego por ellos…” vers. 9.

Dios se los había dado. Jesús los había preparado. Pero ahora era necesario asegurarse que ellos tendrían la bendición del Padre, más que ningún otro, incluyendo el mundo, para lo que ellos harían en el futuro.

La razón de esta oración exclusiva tenía mucho que ver con el futuro glorioso de la iglesia. Esos hombres eran los encargados de hacer posible el avance del evangelio. Jesús vuelve a enfatizar una verdad maravillosa al decir “porque tuyos son”.

Pero Jesús apela a lo que es de las ambas pertenencias. Por cuanto lo que al Padre pertenece, también pertenece al Hijo, Jesús está en pleno derecho de interceder así por sus discípulos. A través de ellos Jesús se había ya glorificado.

Nota: Es importante que veamos todas las veces que Jesús menciona en este capítulo la palabra “mundo”, sobre todo cuando se refiere al mundo malo donde impera la maldad comandaba por Satanás. Cuando habla de sus discípulos al Padre hace una singular referencia para el Padre los guarde del mundo, por cuanto él ya no estaría más con ellos.

“Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo…” vers. 11.

Jesús ahora habla de su partida final al lado del Padre. Pero él sabía que sus discípulos seguirían en el mundo todavía. Él no los había salvado ni instruido para llevárselos de una vez al cielo. Vendría una labor muy grande para todos ellos.

Por tal razón Jesús le pide al Padre que ellos sean guardados en su nombre. Guardarlos en su nombre es guardarlos en su poder y su sabiduría. Ninguna custodia sería mejor para ellos que esta. El propósito de ser guardados de esta manera es para que ellos “sean unos, así como nosotros”.

Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre…vers. 12. Nadie tocó a los discípulos mientras ellos anduvieron con Cristo. Todos ellos fueron guardados por él. Aun Satanás que quiso zarandear a Pedro, tuvo que pedirle permiso a Jesús. Él era su protector y su intercesor. Pero ahora ya no estaría en el mundo.

Era necesario que el Padre asumiera este especial trabajo de cuidar a los que son suyos. Jesús guardó a los 11 como lo hace la gallina a sus polluelos. Solo uno se perdió, al que fue denominado “hijo de perdición”. La labor del Padre es proteger a sus hijos. La labor de Cristo es la de interceder delante del Padre por nosotros. ¡Bendito privilegio!

“Pero ahora voy a ti…”. Si para Cristo, siendo el Hijo eterno de su Padre, era un gozo triunfal el saber que regresaba a él, ¡cuánto más será para nosotros cuando llegue el día de poder decir también “pero ahora voy a ti”! Ningún lugar podrá ser más anhelado que este. “…para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos”.

Cuando ellos pensaban que todo se había acabado, y por eso una gran tristeza inundó sus corazones, ahora es cuando Jesús sabe que comenzará el gozo para ellos. Jesús, de una manera profética, vislumbra el día cuando ellos se estarían gozando de ver las maravillas del Señor.

“Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”. Jesús les dio a sus discípulos la palabra antigua; aquella que hablaba de él. Pero, sobre todo, les dio su propia palabra, la que Dios reveló en los “últimos tiempos”, refiriéndose a él mismo.

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