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Epístola a los Hebreos – Parte III

Estudios Bíblicos

Estudios Bíblicos de la epístola a los Hebreos 3

CAPÍTULO 3: Jesús Es Superior a Moisés

Así comienza el autor su extraordinario capítulo 3:

1 Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús;

El autor de Hebreos, ha venido tocando el gran tema de Jesús, comparándolo con todo lo creado. La conexión de la palabra “por tanto”, nos hacer ver que, frente a lo que es inigualable con Cristo, también estamos sus hijos a quienes se nos reconoce como “hermanos santos”.

Ninguna distinción podrá igualar a mortal alguno que ser llamado de esta forma. Sólo a un hijo de Dios, nacido de nuevo, se le puede llamar “hermano santo”. Pero no sólo son llamados así, sino que también son “participantes del llamamiento celestial”.

Tal distinción del escritor sagrado es para que todos nosotros consideremos a Cristo, como real “apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión”. ¡Jesucristo es su nombre! ¡Ningún otro nombre es igual al de Él!

¡Nadie se pudo sacrificar como Él para tener derecho a esta distinción! Nadie más podría ser el autor de nuestra “profesión”, que no es otra cosa que nuestra salvación. Nadie más merece nuestra consideración cuando hablamos del perdón de los pecados.

Mis amados, lo que somos ahora: hermanos santos y participantes del cielo, es para que en todo momento reconozcamos quién es nuestro real y gran sumo sacerdote.

Ahora el autor nos lleva a otra comparación de Cristo con un gran personaje que los judíos veneraban, pero que al ponerlo al lado de Jesús, su figura se opacaba. Veamos esto:

2 El cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios”.

3 “Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo”.

Ningún hombre llegó a ser tan fiel como Moisés en toda la casa de Dios, llegando a tener con Él la más grande intimidad que hombre alguno pudiera tener. ¡Fue el hombre que pudo estar con Dios “cara a cara”! El hombre que por su cercanía con Él, cuando descendió del monte Sinaí la gente no podía mirar su rostro, pues estaba iluminado por la misma gloria celestial.

Fue el acompañante de Elías, cuando aparecieron reflejando la gloria de Cristo en el monte de la transfiguración. Al comparar a Jesús con Moisés, podemos observar cuando se dice que: “mayor gloria que Moisés es estimado dingo éste”; y la razón es muy simple, porque “el constructor de la casa recibe mayor honra que la casa misma”.

Para los judíos Moisés era la cumbre de la fidelidad, y sin darse cuenta de ello, él era un tipo de Cristo. ¿Por qué decimos esto? Porque Cristo es el real Señor de esta casa, de su Iglesia, que viene a ser su pueblo, y Él es su Hacedor. Si bien es cierto que Moisés fue un siervo fiel, Cristo por ser el eterno Hijo de Dios, es constituido como el dueño legal y el Rey Soberano de la Iglesia.

Frente a semejante comparación, y frente a tan grande Dueño y Salvador de la iglesia, debemos conducirnos como dignos representantes de Aquel a quien ahora pertenecemos. Debemos entonces, como dice el autor de la epístola, “considerar” lo que somos para amarlo, obedecerlo y poner siempre nuestra confianza en Él.

En esta sublime comparación podemos decir, que si bien es cierto que Moisés fue fiel en todo en la casa de Dios, él era un miembro de esa casa. Pero ahora Cristo ha sido constituido por el Padre, como el responsable de toda esa casa.

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