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Epístola a los Hebreos – Parte X

Estudios Bíblicos

Estudio Bíblico de la epístola a los Hebreos 10

CAPÍTULO 10: Cristo Perfecciona a los Santificados

Introducción (verss. 1)

Una de las cosas hermosas de este libro es la utilización de la palabra “mejor” o “mayor”. De esa manera podemos ver como Jesús es mayor que los ángeles, mayor que los sacerdotes y mayor que la misma ley.

En este sentido el autor también argumentó a favor de la superioridad de Cristo sobre el nuevo pacto, por lo que constituye un mejor sacrificio. En este sentido finaliza diciendo que en ese nuevo pacto, el mejor sacrificio perfecciona al adorador. ¡Nadie hasta ahora, lo puede superar en lo que es y lo que hace!

Amados hermanos, lo anteriormente expuesto nos lleva a uno de los textos trascendentes de este libro, cuando habla de lo que realmente fue el propósito de la ley, al decirnos que ella tuvo solo un carácter provisional, porque “la ley nunca puede… hacer perfectos a los que se acercan”. La razón de esto lo explica el autor cuando dice que lay era la “sombra de los bienes venideros”.

Por lo tanto, cuando habla de “hacer perfectos”, el autor no quiso referirse a una absoluta perfección sin pecado. En todo caso, lo que nos ha dejado ver es que no se puede quitar definitivamente la culpabilidad, de modo que pudiéramos tener libre acceso a Dios todos los adoradores que confiábamos en la suficiencia de la obra en la cruz.

La obra inconclusa de la ley (verss. 2-3)

Ahora el autor nos sigue mostrando la obra inconclusa de la ley, para revelarnos finalmente a quien sí la cumpliría en su totalidad.

Mi apreciada gente, los presentes textos que nos hablan de los sacrificios del viejo orden que se ofrecían “cada año”, nos revelan con precisa evidencia que la ley era incapaz de “perfeccionar” a los que se llegaban a Dios para adorar. Simplemente, “la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados”.

Lo único que hacían tales sacrificios era traer a la memoria la presencia del pecado de aquel que había venido a ofrecer sacrificios por ellos. De esta manera, y por cuanto la ley no hizo perfectos a los santificados, era necesario que alguien superior a la ley sí lo hiciera. Así dice el autor:

5 “Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo”.
6 “Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron”. 7 “Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí”.

Mis hermanos, cuando uno lee este precioso libro, tiene que ponderar la mente investigadora de su autor. Él era un conocedor a fondo de las Escrituras antiguas a las cuales interpreta; sobre todo, aquellas partes donde aparecía Aquel que venía “para hacer tu voluntad”.

Fue así, pues, como citó al Salmo 40:6–8, que registra las palabras del único que podía hacer exactamente lo que Dios requería que se hiciese. Este es un salmo profético que encierra, en efecto, parte de las Palabras que Cristo dijo en su primera venida.

El autor, valiéndose de una figura literaria llamada sinécdoque, donde “una de las partes representa al todo”, nos habla de esa frase: “me preparaste cuerpo”. En esta maravilla de la Palabra, podemos ver como el Padre preparó un cuerpo para el Hijo, cuando se encarnó.

Con esto se comprueba que a través de ese “cuerpo”, Cristo asumió lo que los sacrificios del Antiguo Testamento jamás pudieron lograr. Sólo a través de su asunción en un cuerpo santo como el suyo, haría perfectos a los adoradores en el nuevo pacto. Esto es lo que el autor nos quiere decir cuando habla de que, ¡Cristo vino para hacer la voluntad del Padre! ¡Bendito sea nuestro buen Dios y Señor Jesucristo por su encarnación!

La voluntad de Cristo sujeta a la del Padre (verss. 8-10)

El autor nos sigue hablando de la voluntad de Cristo sujeta a la del Padre a través de su sacrificio.

Mis amados hermanos, el escritor de esta carta haciendo su función de comentarista bíblico, se dispone a detallar e interpretar el texto anterior. La primera frase que presenta para la interpretación, es esta: “quita lo primero, para establecer esto último” (vers. 9).

¿A qué se refiere esta acción? Se refiere a la remoción de los sacrificios de animales, que al final no pudieron satisfacer a Dios con todas sus ceremonias. Lo último que se estableció fue Su voluntad a través de la cual somos santificados, mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

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