Epístola a los Hebreos – Parte X

El sumo sacerdote tenía que acercarse al Lugar Santísimo en la más absoluta santidad. Esas son las condiciones que ahora nos pide el Señor: “corazón sincero, certidumbre de fe, y purificación del corazón”. Es asunto muy serio también para el creyente las demandas para poder acercarse ahora ante Su presencia.

El autor nos dice, que por cuanto tenemos tal seguridad y tal acceso a la presencia de Dios, debiéramos estar muy seguros en lo que hemos creído. Así nos dice:

23 “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió”.

Amados hermanos, la confianza que tenemos de entrar en un acceso libre tiene la implicación que debemos mantenernos firmes, sin fluctuar, eso es lo que el autor ha definido como nuestra profesión. La garantía de todo esto descansa en las firmes promesas del Señor. El creyente, frente a tan grande bendición celestial, no puede darse el lujo de estar fluctuando en relación a su fe, doctrina y perseverancia en el servicio.

De esta manera, la firmeza en su fe y en la esperanza de quién tiene allá en el cielo, debe llevar al creyente a poner en práctica su amor por Dios a través del amor a otros.

24 “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras;”

El presente texto nos pone en una real perspectiva de lo que es la teología y la conexión con la gente. El autor del libro, como si fuera un pastor que lleva su enseñanza a la parte práctica, nos habla de lo que debe ser tan real en la vida de la iglesia, es decir, “considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras”.

La vida cristiana no puede estar deslindada de estas dos “alas”, las del amor y de las buenas obras. Bien podríamos decir que estos son los frutos visibles de un verdadero creyente. Debemos, pues, estimularnos para hacer esto. Es interesante como él toca por un momento los linderos celestiales y luego entra en estas exhortaciones. Pero, por si faltara algún otro deber, el autor nos deja esta advertencia:

25 “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.

Amados hermanos, la presente exhortación es un aviso a la necesidad del compañerismo y la adoración colectiva, para evitar la inseguridad espiritual y con ello el alejamiento de la iglesia.

Hay una tendencia a alejarse de la comunión de los hermanos. Cuando esto se hace, todos los privilegios anteriores se pierden. Le hace tanto bien a la vida cristiana mantener la llama encendida de la comunión, sobre todo, “cuanto veis que aquel día se acerca”.

Por tal razón, debemos exhortarnos a congregarnos, pues es allí, como decía el salmista, donde el Señor envía bendición y vida eterna. Que por la obra que Cristo hizo por nosotros, vivamos para servirle a través de la comunión de los santos y la comunión con Él. Que así sea. Amen.

Pecar voluntariamente (verss. 26-27)

Mis amados hermanos, se entiende con estos textos que casi todo pecado llega a ser deliberado y persistente; sin embargo, debemos seguir con el autor el contexto de todo lo que ha venido diciendo. El pecado de la soberbia, que al parecer sería el que aquí está representado, quedaba fuera de las provisiones de la ley.

Al hacer referencia al llamado “pecado voluntario”, el autor está dando por sentado el peligro latente de que, alguien que “profesara” seguir a Cristo, finalmente se alejara de Él. De allí que previo a esto, habla de mantenerse firme sin fluctuar la profesión de la fe y no dejar de congregarse, y si bien eso no es una garantía absoluta de no pecar, por lo menos mantiene el respaldo de la promesa de ayuda, de quien intercede por el creyente.

Pero, ¿Cuál es la esencia de lo que el autor nos quiere decir con esto de pecar voluntariamente? El asunto es que, así como él ha hablado con tanta frecuencia de la perseverancia de los redimidos, sobre todo por la obra de Jesús; también es cierto que la apostasía ha llegado a ser una realidad en el pueblo de Dios.

De esta manera, las exhortaciones contra la apostasía y a favor de la perseverancia se abordan en este libro con tanta fuerza, como en ningún otro libro de las Escrituras. Por lo tanto, el pecado al que se hace referencia, sería la falla total y definida con la que los hombres desprecian, deliberadamente a Cristo como el Salvador de sus almas.

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