Inicio » Estudios Bíblicos » Epístola a los Hebreos – Parte XIII

Epístola a los Hebreos – Parte XIII

Estudios Bíblicos

Estudio Bíblico de la epístola a los Hebreos 13

CAPÍTULO 13: Algunos Deberes Cristianos

Introducción (verss. 1-4)

Comenzamos con el capítulo 13 de este extraordinario libro a los Hebreos.

Esta sección final está llena de los deberes cristianos. No es casualidad que el primero de ellos apunte al “amor fraternal”. En una iglesia el amor fraternal es el aceite que unge la vida de sus miembros. Quien practica el amor fraternal no tiene cabida para el odio ni la indiferencia con sus hermanos.

En esta sección, una cosa pareciera depender de la otra. ¡Quién abra su corazón al amor, abrirá también su hogar a la hospitalidad! A manera de broma, en nuestro hogar yo siempre digo que tenemos listo el “cuarto del profeta”. Deseamos que nuestros hogares sean auténticos oasis de bendición, y a través de la hospitalidad se logra esa meta.

Y mis amados hermanos, el amor del creyente lo conduce a amar a diferentes tipos de personas, uno de ellos son los presos. Yo no sé cuántos de nosotros nos acordamos de los presos. Notemos lo que el autor nos dice al respecto: “como si estuvieras presos juntamente con ellos”.

Con frecuencia nos olvidamos de esta gente. ¿Sabe usted las condiciones en las que viven muchos de ellos? ¿Conoce usted el estado de soledad en la que viven, el amotinamiento, la corrupción y la sensación de muerte en tales recintos? Juan nos dice: “Hijos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Jn. 3:18). Hay amores, que de las palabras deben pasar a los hechos.

El reto de estos deberes amados míos, llega hasta la defensa de la santidad del matrimonio. El autor, como si supiera de casos muy puntuales, habla del matrimonio como algo único creado por Dios desde el Edén. Él Lo hizo para ser santo, exclusivo y con consecuencias para los que lo deshonren.

La seriedad de este texto estriba, en que el matrimonio fue la primera institución creada por Dios. De las águilas aprendemos que ellas son monógamas. Viven con su pareja toda la vida, y muchas de ellas pueden vivir hasta 70 años. Ningún intruso o intrusa puede invadir su nido.

El autor sigue en esa línea de recordatorio de deberes, diciendo:

5 “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré;” 6 “de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”. 7 “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe”.

Mis preciados hermanos, Jesucristo nos dijo que hiciéramos tesoros en el cielo, pues haciendo esto podemos estar contentos. Los hombres que dejan que la avaricia sea la que regule su vida, jamás estarán contentos aunque su situación sea la mejor. ¿Se ha dado cuenta de que los primeros descontentos fueron unos ángeles, quienes viviendo con semejante gloria, no estaban contentos y querían para ellos la gloria de Dios?

¿Ha visto que Adán y Eva aun estando en el paraíso de Dios no estaban contentos? Sin embargo, Pablo había aprendido el sumo bien de la vida, pues podía estar contento cualquiera que fuera la situación. Quien así vive, ha hecho realidad la promesa bíblica que sentencia: “El Señor es mi ayudador; no temeré Lo que me pueda hacer el hombre”. El creyente confía en quien dijo: “No te desampararé, ni te dejaré”.

Y en tales amonestaciones el autor no pasa por alto un gran deber para con los pastores. Nos exhorta a acordarnos de ellos y da las razones: Ellos “hablaron la palabra de Dios”. Los pastores tenemos muchos deberes, pero el cuidado de la Palabra es determinante.

La responsabilidad que nos asiste es la de nutrir, edificar, enseñar e instruir con la Palabra. Esto le plantea a la iglesia el desafío de acordarse de ellos en oración, en aprecio, en estima, en respeto y consideración. Claro está que cada pastor debe ser un ejemplo para que su grey imite su fe y considere los actos de su conducta. ¡La iglesia valorará esto!

Y en medio de estas exhortaciones, aparece un versículo que pareciera estar solo y fuera del contexto inmediato. Pero no es así. Veamos su trascendencia:

8 “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”.

Alguien ha hecho este comentario de tan hermoso versículo, considerado como la columna vertebral de nuestra fe por la naturaleza de nuestro salvador:

Deja un comentario