Epístola a los Hebreos – Parte XI

CAPÍTULO 11: (Estudio 11B) La Fe Que Teme y Es Probada

Hablar de la galería de estos héroes de la fe es todo un reto. Así nos sigue hablando en el autor:

7 “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe”.

Ahora llegamos a un singular personaje en la Biblia, uno llamado Noé. La verdad es que la historia de la humanidad se divide en dos con la llegada de este patriarca, y su escogencia para la obra que Dios le encomendó. Con él se pude hablar de la era ante diluviana y la era post diluviana. Y Noé es el hombre que, tanto en la Biblia como en la historia de la humanidad, se asocia con el llamado diluvio universal que acabó con la humanidad de aquel tiempo. La fe de Noé la podemos llamar: “la fe que teme a Dios”.

Mis amados hermanos, la fe de Noé se encumbra hacia los linderos imponderables, cuando al recibir de Dios la advertencia de un juicio divino contra la humanidad, sintió un vivo temor y, valiéndose de un deseo de agradar pero también de obedecer a su Dios, aceptó la encomienda de construir un barco para salvar a su familia, en una región donde no llovía ni había un mar, un lago o algún río para navegar.

Tal magnitud de fe, le hizo acreedor de una justicia que vino por esa fe. Dos cosas hizo la fe de Noé: condenó al mundo y lo hizo heredero de la justicia que viene por esa fe. La referencia a Noé como quien salva a su casa recuerda el énfasis del escritor en la herencia de la salvación.

Más adelante vamos encontrar que el arca que él preparó llegó a ser un tipo de Cristo, ya que teniendo una sola puerta, nos recuerda que hay un solo camino de salvación que es Cristo; y teniendo una sola ventada, nos recuerda la luz del Espíritu Santo que viene para iluminar la casa del Señor. Pero también, la presencia de distintos animales, inmundos y puros, nos recuerda que la iglesia del Señor está compuestas por personas de distintas razas, y todas ellas realmente necesitadas de Él.

Mi amada gente, la inspiración que nos ofrece la fe de Noé tiene un elemento muy familiar. Sugiere que la fe personal de un hombre de esa talla, puede dar frutos en la familia, y eso se vio en la forma cómo este hombre por su fe, salvó a la familia íntima, pero también con su fe llegó a ser un salvador del mundo, con lo cual se constituye también en un tipo de Cristo. Necesitamos una fe como la de Noé quien duró 120 años construyendo el arca, soportando la burla de su generación, hasta que llegó el diluvio como un juicio divino.

El autor en la medida que va introduciendo a los héroes de la fe pareciera ir en un orden ascendente. Ahora nos presenta al hombre que se considera el padre de la fe, e mayor de los grandes de la fe en la Biblia.

8 “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba”.

Cuando buscamos a un hombre con las dimensiones más completas de la fe tenemos que hablar de Abraham. Con justicia se ha dicho que él es el “Padre de la fe”. Tan grande fue su fe que la vida de Israel va a girar en torno a aquel que fue el hombre que le “creyó a Dios, y le fue contado por justicia” (Génesis 15:6).

La fe de Abraham la vamos a llamar “la fe doblemente probada”.

Salir de su tierra y de su parentela sin saber a dónde se iba, es un acto de mucha fe. Dejar al resto de la familia, sus parientes y amigos, sin responder a sus preguntas y sin planes de volverles a ver jamás, es un acto de verdadera fe.

Vivir en la tierra que llegó a ser su “tierra prometida”, sin tomarla y quedarse allí a vivir por siempre, es un acto de fe. Creer que a los 100 años podía tener el hijo de la promesa con su esposa que ya tenía 90, es un acto de fe. Pero sobre todas las cosas, ofrecer a su hijo en holocausto a Dios, creyendo que aun de los muertos el Señor lo podía levantar para poder cumplir su promesa, es ser un hombre de fe. Y finalmente, obedecer como lo hizo Abraham es un acto de fe.

Mis amados hermanos, la vida de Abraham invita a cada creyente para oír la voz de Dios y estar dispuesto a obedecerla. Él la oyó en Ur de los caldeos y salió. La oyó estando en Canaán y la obedeció. Y la cumbre de toda la fe probada de Abraham, fue cuando decidió ofrecer a Isaac (Génesis 22). Como alguien lo dijo: “Ahí toda palabra es una prueba. Nuestro deber es eliminar nuestras dudas y temores mirando, como hizo Abraham, al poder omnipotente de Dios”.

Con la fe de Abraham

Con la fe de Abraham comprobamos que la mejor forma de disfrutar de nuestras bendiciones es trayéndoselas al Señor. El resultado final será que Dios nos las devolverá en la mejor forma para nosotros. ¡Podemos perdernos el ver a Dios bendiciendo nuestras vidas, cuando nuestra fe no tiene el olor del sacrificio!

9 “Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa;” 10 “porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”.

Mis amados, hay una gran hermosura en estos textos. ¿Podemos imaginarnos el vivir como extranjeros en lo que sería la tierra de su familia? Pero notemos además, que aún sus herederos Isaac y Jacob, también vivieron allí, y que finalmente sería habitada por sus descendientes después de 400 años, cuando la promesa hecha a Abraham se cumpliría. La fe tiene esa característica, la fe camina sobre la tierra prometida, aunque todavía no se haya conquistado o ni se nos haya estregado.

11 “Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido”.

Entonces, ¿Qué podemos decir de Sara la mujer del padre de la fe? Observemos cómo el autor describe su fe. Su esterilidad planteaba una imposibilidad humana, y siendo su edad tan avanzada, peor aún. Sin embargo, su fe le dio fuerzas para concebir aun fuera de tiempo, pues ella aprendió de su esposo la clase de fe que se basaba en la seguridad de la promesa hecha por Dios.

¡La fe real es la que se levanta sobre lo que parece imposible y le cree a Dios, porque solo Él puede hacerlo!

La fe al estilo de Sara se levanta sobre los imposibles humanos, y abre la puerta al dador de la fe, que solo es Dios. Ahora el autor nos coloca en lo más alto de la fe de este hombre. Nos ubica en lo que sería el resultado de una fe semejante. Observemos este último verso sobre su caso:

12 “Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar”.

Mis amados, qué epitafio tan hermoso se escribió sobre la lápida de la tumba del patriarca. Fue después de muerto que finalmente Dios sacó: “como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar”.

Observemos esto, Dios le había prometido Abraham la tierra y una descendencia numerosa, y ninguna de estas promesas fue cumplida antes de que murieran. Pero la verdad divina es que la muerte no significa que las promesas de Dios quedan incumplidas. La verdad de la vida de Abraham es que la fe abarca cosas que en esta vida siempre serán esperadas; pero que solamente serán visibles en el mundo al otro lado de la muerte.

Mis amados hermanos, vale la pena tener una fe como la de Abraham. Vale la pena creer a Dios y obedecer su voz. La fe es sostenida en la promesa de quien nos llama. Nadie ha fracaso hasta el día de hoy por haber puesto su fe humilde y sincera en las manos de Aquel que mantiene sus promesas. Que Dios nos ayude a tener una fe capaz de ver más allá, aun cuando ya no estemos acá. Que así sea. Que el Señor nos bendiga por esa fe con que nos ha dotado. Amen.

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