Epístola a los Hebreos – Parte XI

CAPÍTULO 11: (Estudio 11E) La Fe Que Hace Proezas

Así nos sigue hablando el autor en estos versículos finales del capítulo:

30 “Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días”.

Cuando uno ve las estrategias de Dios para tomar una ciudad, tiene que pensar que los hombres que estuvieron envueltos en tales conquistas fueron hombres de mucha fe, pues los métodos de Dios siempre parecen absurdos. Cualquier militar, y déjeme decirle que Josué era un militar, que vea el plan de Dios para vencer al enemigo simplemente pensaría que son “locuras divinas”.

¿Quién podía pensar que dándole siete vueltas a la ciudad de Jericó todos los días y el último día siete más, los muros de la ciudad podían caer? ¡Y así fue! Los muros de Jericó cayeron ciertamente por el poder de Dios, pero bajo el combustible de la fe. ¡Los estrategas como Josué ponen a un lado sus métodos y a través de su fe dejan fluir el plan de Dios! ¡Esto requiere de mucha fe, más que de una planificación cuidadosa!

Mis amados, hay imposibles humanos que se presentan invulnerables, pero tienen su punto débil en la fe. Observe cómo se describe lo impenetrable de una ciudad como Jericó. Los historiadores nos dicen que la ciudad fue construida sobre una colina y bien fortificada con murallas exteriores e interiores de 4m y 2m de anchura respectivamente.

La muralla interior era de 6 a 7m de altura. Desde el punto de vista humano, la ciudad era invencible, pero la fe la conquistó. Con razón Jesucristo diría después que si teníamos fe como “el grano de mostaza”, le ordenaríamos a las montañas para que se cambiaran de lugar. En el caso de Jericó el texto con toda simplicidad, pero con profundidad nos dice que por la fe “cayeron los muros”.

Pero ahora veamos como el autor nos introduce en una heroína de la fe a quien la Biblia la llamará Rahab la ramera. Así nos dice el texto:

31 “Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz”.

Amados, la presencia de esta mujer y con esta reputación nos habla del carácter divino que no hace acepción de personas, sino que se agrada de aquellos que depositan en Él su fe en medio de las circunstancias más duras y difíciles. He aquí una mujer de fe.

Una mujer que descubrió a tiempo al Dios de Israel, pues como ya había oído de Él y sus hazañas, temió más que los que “decentes” de la ciudad y por eso fue librada de la destrucción que vino sobre la ciudad.

Por su oficio, ella conocía historia de historias a través de los hombres que le visitaban acerca de lo que Dios había hecho en el cruce del mar rojo y los demás milagros que vivió Israel. Notemos que el autor habla de que ella no pereció “con los otros desobedientes”. Eso nos da a entender que si la ciudad y su rey hubieran obedecido como lo hizo Rahab no habrían perecido. Mis amados, la fe hace la diferencia. ¡Dios salva a través de una fe viva!

Ahora el autor sabiendo que si sigue hablando como lo ha hecho hasta ahora, no agotaría su capítulo y por eso se dispone hacer un resumen, pero con el mismo fin.

32 “¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas;” 33 “que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones,” 34 “apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros”.

En efecto, el autor lo ha dicho, el tiempo le faltará para contar de lo que todos esos hombres de la antigüedad y sus proezas. Imagínese a Gedeón ejerciendo su fe pues con solo trescientos hombres y otra vez, con un método no muy convencional, derrotó a los madianitas que eran un verdadero azote par Israel.

Observemos los hechos de esos otros jueces como Barac, Sansón y Jefté. Todos ellos fueron llamados a librar a Israel en su tiempo y de todos ellos se valió Dios para sus conquistas. Si bien es cierto que algunos de ellos como Sansón que jugaba con el pecado, quedando al final reducido a esclavitud, fue su fe la que le hizo destruir más filisteos con su muerte que durante su vida. La fe se sobrepone a los momentos más cruciales y obtiene la victoria. Nadie quedará derrotado si se pone la confianza en Dios.

Mis hermanos, ¿Y qué decir de David, el dulce cantor de Israel, el rey conforme al corazón de Dios a pesar de sus debilidades? Como no verlo desarrollar su fe cuando leemos sus salmos, pero sobre todo, cuando le tocó ganar las batallas de Israel. Lo mismo hizo Samuel, el estadista, juez y profeta de Dios. Imaginémonos si tuviéramos que contar las hazañas de fe los profetas.

¿En quién de ellos piensa? ¿Se acuerda lo que hizo Elías con los profetas de Baal? ¿Y qué decir de Eliseo, Isaías, Jeremías, Daniel, Ezequiel y los demás? La vida de esos hombres es una real invitación a imitarles por la forma de cómo le creyeron a Dios. ¡Así ha sido la vida de fe!

Los creyentes no podemos pensar en algo menor que esto. A veces creemos que ninguno de nosotros puede tener tal fe, pero cuando leemos que Elías era como nosotros, con nuestras mismas debilidades, tengo que pensar que cada todos nosotros también podemos llegar a tener una fe semejante. Entonces, lo que el Señor nos está diciendo es que: ¡tú también puedes hacerlo!

Mi amada gente, la fe tiene resultados impredecibles. Con fe somos capaces de subir hasta lo más alto y conquistar lo impensable. Observemos lo que aquellos hombres hicieron. Conquistaron reinos, se enfrentaron a leones como el caso de Sansón, David y Daniel.

Y entre esos héroes de la fe se encuentran aquellos que en esa relación con Dios fueron capaces de apagar fuegos impetuosos, evitar el mortal filo de espada, levantarse y sacar fuerzas de debilidad, hacerse fuertes en batallas, y hasta poner en fuga ejércitos extranjeros. Sí, amados míos, la fe logra todo, porque ella pone su confianza exclusivamente en Dios y para Dios “no hay nada imposible”.

Y el autor nos da la lista final de todas las cosas que esos hombres y mujeres hicieron por medio de la fe, así termina el capítulo:

35 “Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección”. 36 “Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles”. 37 “Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados;” 38 “de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra”. 39 “Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido;” 40 “proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros”

Mi apreciada gente, cuando uno lee lo que el autor nos ha revelado acerca de esos hombres y mujeres de la fe que nos han precedido, quedamos con dos tipos de sensaciones: una que nos hace sentir que no hemos hecho mucho en la vida y que no hemos ejercido la fe como aquellos hombres. Pero también quedamos nutridos de esperanza y ante un reto mayor.

Quedamos persuadidos y convencidos que ante aquellas cosas que nos parecen imposibles, nosotros seguimos contando con el mismo Dios de la historia, y que tales ejemplos han sido puestos para que nosotros imitemos aquella fe dada a esos hombres, que en algunos casos pudo ser pequeña, pero que puesta en las manos del Señor resultó gigante y a través de ella se hicieron obras gigantes.

Y que sobre todo que ellos, quienes aun viviendo de esa manera no recibieron sus galardones, el Dios de los cielos tiene reservado lo más inimaginable, pues Dios no es injusto para olvidar aquel trabajo de amor hecho a los hombres en el nombre de Dios. Y nos gozamos en saber que ellos nos esperan, porque según el plan de Dios ellos no fueron “perfeccionados aparte de nosotros”. ¡Bendito sea Dios por su eterno plan! Los héroes de la fe nos esperan para compartir con nosotros cuando terminemos nuestra jornada. Que así sea ahora y siempre. Amen.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.

Central de Sermones… Estudios Bíblicos

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Epístola a los Hebreos – Parte X

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