II. POR CAUSA DE AQUEL QUE CONOCE NUESTRAS OBRAS
1. “Conozco tus obras… has guardado mi palabra” (vers. 8)
Jesús sabía que aquella iglesia tenía pocas fuerzas, pero había guardado la palabra. Hoy día tenemos iglesias “fuertes”, pero que no guardan la palabra. Iglesias que no permanecen fieles a lo que han recibido.
Algunas iglesias de las ya citadas tuvieron serios problemas en guardar la palabra. De hecho, algunas como Pérgamo y Éfeso, permitieron doctrinas erradas como las de Balaam y los nicolaítas. Sin embargo, Filadelfia es elogiada por la forma cómo se preservó en medio de los errores.
Reconoce que ella no tiene muchas fuerzas, pero a pesar de eso “has guardado mi palabra”. Hay algo extraordinario en esta declaración. El Señor no espera que nosotros hagamos o tengamos grandes cosas para calificarnos. Lo que él siempre busca en nuestra fidelidad es guardar su palabra.
A muchos hombres y mujeres que siguen al Señor se les puede tildar de poca cosa. Algunos que han vivido como su Maestro, sin muchos bienes y ambiciones en el mundo, se les tendrá en poco, y hasta ser calificados como fanáticos, pero en la medida que guardan la palabra recibida, tienen la promesa que son conocidos por el Señor.
2. “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia…” (vers. 10)
Filadelfia ya había sido fiel guardando la palabra, pero ahora el Señor le dice algo más revelador, pues habían “guardado las palabras de mi paciencia”. ¿Qué quiso decir el Señor con esto? Uno sería que no siempre el creyente tiene la paciencia para soportar las pruebas que le vienen a su vida y que están viniendo al mundo.
La antesala de la venida de Cristo plantea un tiempo de muchas pruebas y tribulaciones. Los tiempos futuros no serán mejores que los primeros. Pero el texto parecía sugerir algo más. La oración “mi paciencia” habla más que la paciencia nuestra; habla de la paciencia de Cristo.
¿Quién cree usted que ha tenido mayor paciencia en todo esto? Por supuesto que el Señor. Tiene dos mil años esperando que sus enemigos sean puestos bajo el estrado de sus pies.
La iglesia de Filadelfia había acompañado al Señor en su paciencia. Por tal razón, ellos tenían la promesa de ser guardados hasta “la hora de la prueba”. Y sea que esto se refiere a la Gran Tribulación, o algún otro tipo de pruebas, la promesa seguirá siendo la misma: también te guardaré de aquella hora. ¡Ánimo, mis hermanos!