La tibieza del alma

Decirle a alguien que es un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo no es el mejor halago. La condena del Señor fue total. La vida complaciente sin la motivación para trabajar para el reino, los llevó a este estado repugnante delante del Señor, a punto de ser vomitados. ¡Qué tragedia para una iglesia ser calificada así!

III. VISTA EN EL CONSEJO QUE CRISTO LE DA A LA IGLESIA DE LAODICEA

1. Comprar de él el oro refinado (vers. 18)

El consejo de Cristo para ellos consta de tres partes: comprar oro para que se vuelvan ricos, en lugar de ser desventurados, miserables y pobres; ropas blancas para cubrir su desnudez; y colirio para que sus ojos pudieran ver. Note la invitación de Jesús: “que de mí compres oro refinado en fuego…”.

El oro refinado de Cristo representa su propio evangelio. Aquella vida que es imperecedera. Aquellos valores y promesas, que provienen de él nunca fallan. Cuando Jesús se constituye en mi vida y mi pasión, no habrá ocasión para decir “yo soy rico, y me enriquecido y de ninguna cosa tengo necesidad…”.

La verdadera riqueza del creyente se sustenta en la persona y obra de Jesucristo. Esta sociedad pareciera decirnos “no tengo necesidad de nada”. Muchos creyentes parecieran decir lo mismo. Están rodeados de todo, ¿qué más pueden necesitar?

Cuando hay en mí un celo vivo por la obra del Señor, la oración será siempre: “Sin ti nada soy; sin ti nada tengo; sin ti no podría vivir; sin ti estoy perdido”. Ningún oro podrá superar el que tiene el Señor. No hay quilates en el mundo que lo igualen; total, fue él el que dijo: “Mío es el oro y la plata”.

2. Que seas celoso y que te arrepientas (vers. 19)

Ya sabemos cuál es el celo al que el Señor apela en esta carta. Los hermanos de Laodicea habían perdido el celo por las cosas santas. Su conformismo al decir que no tenían necesidad de nada los había hecho creyentes sin pasión y amor por la obra del Señor.

Como ellos decían que eran ricos, no tenían celos por las demás cosas, propias de una iglesia que debería poner al Señor en primer lugar. El comentarista Plumptre ha dicho: “El mal fundamental de la iglesia de Laodicea y su representante era su tibia indiferencia, la ausencia de todo celo, de entusiasmo alguno.

Y el primer paso, por lo tanto, hacía cosas superiores, era pasar a un estado en que estos elementos de la vida ya no fueran notorios por su ausencia.” (Ralph Earle, «El Libro de Apocalipsis», en Comentario Bíblico Beacon: Hebreos hasta Apocalipsis (Tomo 10) (Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones, 2010), 546. Era, pues urgente que, frente a esa indiferencia y falta de celo, se arrepintiera, porque el Señor ya había dicho “yo reprendo a todos los que amo”.

IV. VISTA EN LA PROMESA DE CRISTO HECHA A LA IGLESIA DE LAODICEA

1. Restablecer la comunión con Cristo (vers. 20)

Deja un comentario