Los sacrificios que producen gratitud

Quien lo hace debe sentir que su corazón está conmovido. La idea es que debe haber una conexión con mi corazón al momento de bendecir a Dios. Debo preparar mi corazón correctamente porque su tendencia es estar frío y vacío. ¿Por qué esto?

Porque Dios revisa nuestras necesidades y responde a ellas, pero cuando bendecimos a Dios nos damos cuenta de sus atributos y respondemos a ellos con un corazón totalmente entregado y agradecido.

Si alguien conocía lo que eran los beneficios divinos era el rey David, por lo tanto, la manera cómo lo celebrara fue a través de la alabanza. Cuando dice “bendice alma mía a Jehová”, sometía su alma en contra de la voluntad de su carne para alabar y bendecir a Dios.

b. “Y bendiga todo mi ser su santo nombre”.

Es cierto que el instrumento de nuestra alabanza es la boca, pero si nuestro corazón no se presta para eso, entonces se cumple la palabra que sentencia: “Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mi” (Isaías 29:13).

Vea que David comienza hablando de su alma, y luego habla de “todo mi ser”. Cuando el corazón se prepara para esa alabanza, no queda nada en nosotros que no sienta el deseo de alabar alegremente con entusiasmo, con fervor, con pasión y con todas las fuerzas.

Ahora bien, no es cualquier cosa que estamos alabando. Se trata del “santo nombre” de Dios. Es mi propia convocatoria para exaltar el nombre de Dios que es santo, grande, digno, todopoderoso, admirable, nombre sin igual. A los ídolos les dan sus nombres, pero nuestro Dios tiene un nombre propio.

Debo asegurarme que en el culto alabe su santo nombre. Mi adoración debe ser agradecida, porque no hay Dios como mi Dios. Su nombre es excelso, y debemos bendecirlo antes de contar sus bendiciones, porque no siempre lo hacemos así.

II. DAMOS GRACIAS A DIOS POR SUS BENEFICIOS

a. “Bendice alma mía… no olvides ninguno de sus beneficios” (vers. 2)

David aseguró que su adoración comenzara con Dios y por eso invitaba a todo su ser para que lo haga. Y al hacerlo le dice a su propia alma que no olvide ninguno de sus beneficios. Este es un recordatorio porque somos tan dados a olvidar.

Nuestras oraciones casi nunca comienzan con la expresión de la gratitud. Por lo general comenzamos pidiendo. Por otro lado, nuestra mente es muy traicionera y nos hace recordar más la basura del pasado en lugar de recordarnos las bendiciones del presente. También la memoria es tenaz con las ofensas.

Hay creyentes que no olvidan las ofensas hechas en el pasado, pero son tan livianos en recordar los beneficios con los que son rodeados por la gracia del cielo. Observamos que David apela a recordar todos los beneficios, que no se quede ninguno de ellos en el olvido.

Se ha dicho que olvidar es el primer paso largo hacia el desastre espiritual. En Deuteronomio 8 Moisés repite su escrito para que Israel no se olvide de cómo Dios les trajo durante cuarenta años.

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