Los sacrificios que producen gratitud

III. DAMOS GRACIAS A DIOS POR SU PERDÓN SANADOR

a. “Él es quien perdona todas tus iniquidades…” (vers. 3ª)

He aquí el comienzo de las bendiciones recibidas. El perdón es el primer beneficio del que estamos agradecidos. La palabra que David usa acá para pecado es “iniquidad”. La iniquidad se define como “inclinación al pecado con terquedad”. Maldad adquirida o heredada.

Pecados ocultos, patrón de mala conducta. Pecado repetitivo. Perversión”. El pecado acá descrito es una falta de conformidad a través de la palabra o, de hecho, de acuerdo con un Dios santo. Y la palabra de liberación nos dice: “Él es quien perdona todas tus iniquidades…”.

Así es, no es otro hombre que lo hace, quien necesita del mismo perdón. Spurgeon dijo: “La fuente, el cauce, el poder y el estándar del perdón son todos divinos”. No hay agradecimiento más grande que el perdón de los pecados.

No son algunas o muchas los pecados que han sido perdonados simplemente son todas. Cuando Dios anula los pecados de una persona, lo hace a través de lo que Cristo pagó en la cruz. De esta manera sabemos que Cristo no sólo llevó algunos pecados, los llevó todos y, por esta razón, Dios los perdona todos.

b. “El que sana todas nuestras dolencias” (vers. 3b)

Casi siempre asociamos esta declaración con las enfermedades físicas, y aunque es cierto que el Señor sana las enfermedades, la verdad es que no siempre es así. Si esto fuera así ¿por qué seguimos sufriendo de una cosa o de otra?

Otra vez, y deseo que me entiendan, las dolencias acá son más que un dolor de muela, de cabeza, de cintura y de las piernas. Hay “dolencias” que son más fuertes que las físicas. El decir que Él sana todas nuestras dolencias es como cuando el médico visita al paciente y va curando cada dolencia en la medida que aparecen.

El profeta Isaías dijo de Jesús que él es quien llevó “nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores” (Isaías 53:4). Con esto se confirma que no hay enfermedad ni dolor más grande que la iniquidad del hombre. Considere los verbos “llevó” y “sufrió”. Esto significa que él tomó el lugar del sufrimiento eterno que causaría el pecado.

Si Cristo no hubiera muerto por nuestros pecados, el infierno se habría hecho para Satanás, los demonios y el hombre. De esta manera, los dos «todos» de este versículo son razones que respaldan lo que David dijo: “Bendice alma mía a Jehová…”.

IV. DAMOS GRACIAS A DIOS POR SU REDENCIÓ MISERICORDIOSA

a. “El que rescata del hoyo tu vida…te corona de favores…” (vers. 4)

El verbo “redimir” es literalmente rescatar. El hoyo acá es una referencia al Seol o la tumba. Cuando ponemos junta esta oración el resultado es que Dios al momento de salvarnos (redimirnos), nos ha librado de la muerte. Juan 5:24 es uno de los textos que nos da una gran promesa en el Nuevo Testamento.

Mientras no se conozca Cristo como el salvador, la persona está muerta en sus delitos y pecados, y al hacerlo comenzamos a ser parte de los favores y misericordias. Nos llama la atención que, junto con el perdón, que trae sanidad al alma, el salmista introduce inmediatamente el asunto de los favores con los que Dios nos corona. ¿No es suficiente el haber sido perdonados?

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