La prueba de mi comunión

Juan mantiene su línea de pensamiento para mostrar a sus lectores la necesidad de la seguridad de salvación. Como pastor le preocupaba la actitud de algunos de ellos, especialmente en el asunto de distinguir quién era realmente el Dios en quien habían creído. Probablemente algunos de ellos andaban viviendo vidas muy lejos de su presencia, por eso introduce el texto: “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él”.

La naturaleza de Dios es de una gloria eximia, de total resplandor, y sin ningún tipo de oscuridad. Otros textos van a decirnos: “No hay comunión entre la luz y las tinieblas”; y también: “La luz en las tinieblas resplandece”. ¿Por qué Juan nos presenta a Dios en esta definición, una de las tantas que usará en esta carta, y en el contexto de la comunión del creyente con la iglesia?

Porque la vida de un auténtico creyente tiene como característica una vida llena de luz.

Mi andar no puede ser otro, sino el andar en luz. Y esto no es nuevo porque ya Jesucristo nos había dicho: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas […]” (Juan 8:12). Pero también nos dijo: “Vosotros sois la luz del mundo […]” (Mateo 5:14). Si esa luz no está en tu vida, no hay frutos de tu salvación.

2. Si andamos en tinieblas mentimos (vers. 6)

He aquí otra prueba mayor: la prueba de andar en la luz o en las tinieblas. Esta prueba es la de mayor desafío. Note los varios “si” condicionales en este pasaje: “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”.

Esta es otra manera de decir: ‘Si digo que soy cristiano, pero ando practicando otras cosas contrarias a la luz, estoy mintiendo’. Ahora bien, si esta es mi condición espiritual, esto es falso, porque “no practicamos la verdad”.

Este es un texto sumamente serio. La vida de un auténtico creyente es de un andar en la luz. Caminar en la luz es vivir en santa comunión con el Señor. Ese es nuestro reto continuo.

Pero el pecado a menudo interrumpe ese anhelo de vivir en la luz y nos lleva otra vez a las tinieblas. Esa clase de vida fue la descrita por Pablo en Romanos 7. Seguramente Pablo tuvo una lucha entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal, entre el pecado y la santidad de Dios.

Como nuestro tema es referente a las pruebas de mi salvación, el pensamiento principal acá es que, si vivimos en pecado, nuestra profesión de seguir a Cristo es falsa. Mentir y no practicar la verdad serán las consecuencias.

3. Si andamos en luz, su sangre nos limpia de pecado (vers. 7)

Caminar en la luz debería ser la norma natural de un convertido del Señor. Quien esto hace vive bajo la cobertura de Dios, porque él no tiene comunión con las tinieblas. El verdadero cristiano se asemeja a Dios en su carácter santo; no es que tenga su misma naturaleza, porque Dios no tiene pecado, pero la meta del creyente seguirá siendo su santidad.

Cuando esto hacemos tenemos dos poderosos resultados. Primeramente, tenemos “comunión unos con otros”. He aquí una de las pruebas más grandes de mi salvación. No puede alguien llamarse hijo de Dios si perdió su comunión con sus hermanos. La iglesia por ser un organismo vivo está compuesta por seres humanos con sus imperfecciones.

Y esta situación muchas veces produce desánimo y desaliento en algunos, pero esa no es la causa de abandonarla. No vamos a encontrar una iglesia perfecta, pero un verdadero cristiano jamás deja a su iglesia, porque es allí donde participa de la real comunión (1 Pedro 2:5).

Vea el otro resultado: “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. Cuando ando en luz, vivo bajo la cobertura del poder de la sangre de Cristo que me limpia de todo pecado. Viva siempre en la luz del Señor.

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