I. LA PRUEBA DE CONOCER A CRISTO COMO EL INTERCESOR
1. “Abogado tenemos para con el Padre” (vers. 1)
Juan usó muchas maneras de decir las cosas a sus lectores, aun si el tema no era fácil. Él era un pastor y eso se ve en la manera tan tierna como se dirige a su gente, sobre todo cuando va a hablar del pecado. “Hijitos” es la expresión expresada.
Es una frase llena de un gran afecto, muy usada entre el maestro y el alumno. Juan se dio cuenta de una manifestación de pecado dentro la iglesia. No eran los mismos pecados a los referidos por Pablo a los corintios.
Más bien era una especie de antinomianismo, algo hecho sin ley. Como el cuerpo era malo, se le permitían todos los excesos. Pero si algunos de ellos habían caído en esos pecados, por estas contradicciones, Juan dice: “abogado tenemos para con el Padre”.
El oficio de Jesús como “abogado” es para nosotros uno de los más importantes. Que todos sepamos, los abogados se han preparado para hacer sus defensas, aún hasta los criminales. Juan es el único que utiliza la palabra “abogado” (paracleton).
Esta palabra también se refiere al Espíritu Santo, alguien enviado para ayudar, consolar e interceder. No hay nada más alentador que Cristo sea el abogado enviado por el Padre. Asegúrese de tener a Cristo como abogado para el juicio final.
2. El propiciador de nuestros pecados (vers. 2)
Hay algo extraordinario en estas dos figuras usadas por Juan. Por un lado, Jesús actuando como el paracleto en su defensa de nuestras pobres vidas delante del Padre, pero por si faltara poco, él mismo poniéndose como el propiciador.
¿Quién es un propiciador? De acuerdo con su definición, es aquel que favorece, auspicia, auxilia, ayuda, impulsa, dispone, inclina, convence, influye, persuade o prepara a que algo suceda.
Desde el punto de vista teológico, la propiciación es el acto mediante el cual se quita la ira de Dios. El pecado es una ofensa muy grande, es una ofensa infinita, porque es hecha contra un Dios santo.
Mis pecados despertaron la ira total de Dios, y la muestra de Su amor por mí fue la propiciación hecha por mis pecados. ¡Lo hecho por Jesús es imponderable! El precio de mi salvación tiene una historia escrita por el más inenarrable dolor.
Así, pues, con la propiciación entiendo que la salvación una vez dada no se puede perderse. Una prueba de mi salvación es haber conocido a Jesucristo como el intercesor, quien se interpuso delante del Padre para aplacar su ira. Y esta propiciación, según Juan, no solo fue hecha por mí, sino también por todo el mundo.