Lo que debemos saber

II. LA PRUEBA DE GUARDAR SU PALABRA

1. “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos […]” (vers. 3)

Con esta declaración de Juan iniciamos la prueba de la obediencia. Otra vez, Juan introduce la palabra “sabemos”. ¿Qué sabía la gente a quien Juan le escribe? Que la única manera de conocer a Cristo es a través de su palabra, guardando sus mandamientos. Nadie puede conocer a Cristo sino deja a la palabra hacer su obra de transformación en su vida.

Juan vuelve en este texto a llamar mentirosos a quienes pretenden conocer a Dios sin conocer su palabra. Y en este sentido es donde vemos a tanta gente engañada a sí mismo. Mucha gente se jacta de conocer a Dios, pero no conoce su palabra. La aplicación de esto sería: nadie viene al Padre si no es por el Hijo, y nadie puede conocer al Hijo sin la intervención de la palabra.

A parte de ser mentiroso, la persona que afirma conocer a Cristo sin conocer la palabra, “la verdad no está en él”. Este texto lo asociamos con aquel cuando Jesús dijo: “Muchos me dirán aquel día: Señor, Señor… y yo os diré: Nunca os conocí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22-23). Llamar a Jesús “Señor” sin conocer el valor de su palabra, y su aplicación para la vida, es muy peligroso por lo que Jesús dijo en este texto.

2. “Pero el que guarda su palabra […]” (vers. 5)

Una de las características resaltadas de esta epístola es el contraste en las palabras usadas. Vea, por ejemplo, como Juan coloca la verdad frente a la mentira, la luz y las tinieblas o el amor frente al odio.

También utiliza sinónimos como el caso de este texto: palabra y mandamientos o palabra y verdad. Su énfasis es para ayudar al lector a ver la necesidad de andar en la luz y en la verdad. Hay un feliz resultado para quien guarda su palabra.

Quienes obedecen la palabra de Dios experimentará el ilimitado amor de Dios. Y es en esta parte donde sucumbimos o nos levantamos. No experimentamos tan a menudo el amor de Dios en nuestras vidas, porque sencillamente no obedecemos a Dios guardando su palabra. Hemos dicho que esta es la prueba mayor, y esta prueba nos lleva a dos resultados de vital importancia para nuestras vidas.

Cuando decidimos obedecer a Dios nuestro amor hacia él se perfecciona; pero, además, esto nos ayuda a saber con certidumbre que estamos en él (vers. 5b). El amor es el resultado final de la obediencia a la palabra de Dios. Una prueba de mi salvación tomará muy en cuenta el lugar que le damos a la palabra de Dios. No se concibe a un creyente sin amor por la palabra.

III. LA PRUEBA SI AMAMOS AL MUNDO MÁS QUE A DIOS

1. “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo” (vers. 15)

Anteriormente Juan nos habló de un amor perfeccionándose por la obediencia a Dios. Ahora nos exhorta por un nuevo imperativo para distinguir a quien le estamos dando nuestro amor. Con esto nos precisa para saber la incompatibilidad de estos dos amores. Es parecido a lo mencionado por Jesús cuando nos habló de amar a dos señores (Mateo 6:24).

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